En 1997 se inauguró la plaza Primero de Mayo Mártires de Chicago, en el espacio limitado por Avenida de las Leyes, General Flores, Yatay y la continuación de José L Terra. La intención de la Intendencia de Montevideo (IM) fue recuperar, para el uso público, un espacio semiabandonado desde hacía décadas. El proyecto que ganó el concurso tuvo sus críticas desde diversos ámbitos, aunque el fallo concluyó que el triunfador lograría una “buena apropiación del lugar, generando un ámbito conmemorativo de adecuada escala y fuerte presencia urbana, y en un justo equilibrio con las áreas verdes propuestas”. El tribunal también consideró que contaría con un “acertado aterrazado de la plaza seca, lo cual la hace especialmente compatible con el uso recreativo cotidiano”. Los cuestionamientos se dirigían a que su estructura no se asemeja a la de una plaza tradicional: no se divisan plantas, ni los clásicos bancos de plaza, ni responde a las características estéticas y urbanísticas del edificio más importante de la zona: el Palacio Legislativo. No obstante, el diseñador de la plaza sostuvo que su proyecto tenía intención de fortalecer las relaciones de cercanía: “El barrio había quedado desnudo con las expropiaciones y el vecino se quedó frente a un vacío. El parque busca equilibrar las relaciones de la calle”.
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Con el paso del tiempo, ese espacio de hormigón amplio y frío con tribunas laterales y otra de espaldas al Palacio Legislativo (aunque tiene una zona arbolada y bancos sobre la continuación de José L Terra) fue apropiado y frecuentado por skaters, patinadores, niños y niñas en bicicleta, adolescentes, adultos mayores que ocupan los bancos de hormigón, siempre que la canícula se lo permita, acompañados del inseparable mate. Ese espacio ha sido escenario de actos políticos, de la conmemoración del Primero de Mayo por parte del Pit-Cnt y de otro sinfín de actividades. Incluso durante algunos años se instaló un tablado de Carnaval, donde los vecinos podían optar por observar desde las tribunas o pagar una de las sillas blancas de plástico colocadas enfrente del escenario.
Todas las actividades que, total o parcialmente, acotaron el uso de este espacio público siempre se dieron dentro de ciertos límites temporales. Hasta 2018. Ese año, la IM y el Municipio C autorizaron que la plaza fuera vallada con planchas de metal, lo cual impide que, durante los 40 días que insume la celebración del Carnaval más largo del mundo, los vecinos accedan a la plaza. En estas semanas, la Primero de Mayo está cerrada a cal y canto. No se puede observar su interior, salvo que se pague una entrada. En su momento, cuando se instaló un tablado en la Plaza de la Bandera (frente a Tres Cruces), este no ocupó la totalidad del área.
Para este Carnaval, otros espacios también fueron clausurados al público, pero ninguno de ellos es una plaza. Hay un escenario carnavalesco similar al de la Primero de Mayo en el Buceo, frente al cementerio homónimo, aunque no se trata, estrictamente, de un espacio destinado específicamente a la convivencia. Por otro lado, la IM negó la habilitación a un tablado en Kibón, al parecer, alertada por los incidentes recientes, asociados a la inseguridad en Montevideo. Y, por supuesto, a ninguna autoridad de la Intendencia se le ocurrió vallar la plaza Gomensoro.
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Originalmente, para el mundo occidental y cristiano, el Carnaval era la despedida de la carne y del sexo que antecede a la Cuaresma. Por tanto, era visto como la oportunidad para cierto desenfreno y festejo popular. Empero, con el transcurso del tiempo, al menos en estos lares, se transformó en una industria del entretenimiento. De protagonista del festejo, la gente se transformó en espectadora. El disciplinamiento, tal como lo describiera Barrán, actuó con todas sus consecuencias, y lo comercial pasó a primer plano.
El argumento que se esgrime desde la Intendencia para justificar la instalación de un tablado en la plaza Primero de Mayo es que su concesionario paga un canon y que además ofrece al Mercado Agrícola de Montevideo (Mam) unas cien entradas gratuitas, por lo que no importa que, durante esos 40 días, la plaza esté vedada a los vecinos. La vara de la autoridad departamental es distinta según los actores que tengan interlocución con ellas. El Código Penal prevé que “el que fuera del ejercicio del derecho consagrado en el artículo 57 de la Constitución de la República, ocupare espacios públicos acampando o pernoctando en forma permanente en ellos, será castigado con pena de 7 (siete) a 30 (treinta) días de prestación de trabajo comunitario, si habiendo sido intimado 2 (dos) veces de que desista de su actitud, por parte de la autoridad municipal o policial correspondiente, persiste en la misma”. Una norma que no corre cuando se trata de empresarios.
A nadie se le ocurre que la IM pueda intimar a liberar o negar el permiso del espacio público de la plaza Primero de Mayo, aunque los vecinos deban abstenerse de utilizarla con fines de recreación, aun cuando ese sea el principal objetivo de su construcción. La lógica del mercado que hoy domina el Carnaval uruguayo ha encontrado en la Intendencia capitalina un actor complaciente. Cuánto tiene que ver la cesión de espacios públicos a privados, aunque temporal, con la política de convivencia que enuncia cuando habla del complejo Sacude o la plaza Líber Seregni en el Cordón nadie lo sabe. ¿Será que Don Dinero está más allá de las políticas públicas? La respuesta queda abierta.