La mayoría de las discusiones sobre la desigualdad, ya sea entre países o dentro de cada país, giran en torno a los ingresos. Son profusos los datos y documentos sobre la desigualdad de ingresos, particularmente los referidos a su aumento en la mayoría de las principales economías desde la década del 80.
Relacionado al debate sobre la desigualdad de ingresos está también el tema de la pobreza: cómo definirla y cómo medirla, y si la pobreza a nivel mundial y dentro de cada economía ha aumentado o ha disminuido. Un informe reciente del Foro Económico Mundial1 (WEF, por sus siglas en inglés) reveló que la desigualdad de ingresos aumentó o permaneció estancada en 20 de las 29 economías avanzadas, mientras que la pobreza aumentó en 17 de ellas.
Donde más rápidamente aumentó la desigualdad de ingresos fue en América del Norte, China, India y Rusia, según señala el Informe sobre la desigualdad global 2018,2 producido por el Laboratorio de la Desigualdad Global, un centro de investigación con sede en la Escuela de Economía de París. La diferencia entre Europa Occidental y Estados Unidos es particularmente sorprendente: «Si bien en 1980 en ambas regiones el 1 por ciento más rico tenía cerca del 10 por ciento de los ingresos, para 2016 en Europa Occidental su participación en el total de los ingresos había aumentado al 12 por ciento, mientras que en Estados Unidos se disparó al 20 por ciento en el mismo período. Al mismo tiempo, en Estados Unidos el 50 por ciento más pobre tenía el 20 por ciento de los ingresos en 1980, pero apenas el 13 por ciento en 2016».
La discusión y el análisis de la desigualdad de la riqueza (la riqueza individual) no recibe tanta atención. Se diría que cualquier persona con grandes cantidades de riqueza (definida como la posesión de propiedades, medios de producción y activos financieros) obtiene, en consecuencia, niveles altos de ingresos y, según parece, niveles de impuestos relativamente más bajos.
NO HAY COMO SER DUEÑO
Por supuesto, hay excelentes trabajos que han medido los niveles de riqueza individual y los cambios en la distribución de esa riqueza a lo largo del tiempo. Cada año, la empresa de servicios financieros Credit Suisse publica un informe sobre la riqueza global,3 en el que muestra la cantidad de riqueza acumulada a nivel individual a lo largo del mundo. Allí se puede ver que el 1 por ciento más rico tiene casi el 50 por ciento de la riqueza mundial. Oxfam publica regularmente estudios que revelan cómo sólo unas pocas familias poseen grandes porciones de riqueza individual en diferentes países y a nivel global. Economistas como Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman han producido en los últimos años excelentes trabajos que muestran la enorme inequidad en la propiedad de medios de producción, tierra, propiedades inmobiliarias, activos financieros e incluso patentes y otros activos de la «economía del conocimiento».
Y aquí está el mayor problema. Tanto en las economías avanzadas como en las emergentes, la riqueza está distribuida mucho más desigualmente que el ingreso. El WEF informa, además, que «este problema ha mejorado poco en los últimos años y la desigualdad de la riqueza ha aumentado en 49 economías».
El sociólogo y estadístico italiano Corrado Gini desarrolló en 1912 una herramienta para medir la distribución de la riqueza dentro de las sociedades conocida como el índice de Gini o el coeficiente de Gini. Su valor va de 0 (o 0 por ciento) a 1 (o 100 por ciento): el primero representa la igualdad perfecta (riqueza distribuida de manera uniforme) y el último representa la desigualdad perfecta (riqueza concentrada en muy pocas manos).
Cuando se usa el índice de Gini tanto para los ingresos como para la riqueza en cada país, la diferencia es asombrosa. Veamos algunos pocos ejemplos. El índice de Gini para Estados Unidos es de 0,378 para la distribución del ingreso (bastante alta), ¡pero para la distribución de la riqueza es de 0,859! Observemos la supuestamente igualitaria Escandinavia: el índice de Gini de ingresos en Noruega es de solo 0,249, ¡pero el de riqueza es de 0,805! Es la misma historia en los otros países nórdicos. Puede que tengan una desigualdad de ingresos inferior a la media (0,347), pero su desigualdad de riqueza es superior a la media (0,700).
¿Qué países tienen los peores niveles de desigualdad de riqueza individual? En la gráfica podemos ver las diez sociedades más desiguales del mundo. No nos sorprende encontrar a algunos de esos países en este top ten: sociedades muy pobres o gobernadas por dictadores o militares. Pero allí también aparecen Estados Unidos y Suecia. Tanto una economía avanzada de tipo neoliberal como una socialdemócrata: el capitalismo no discrimina cuando se trata de riqueza.
LA RIQUEZA ENGENDRA RIQUEZA
De hecho, ¿es posible discernir si la alta desigualdad en la riqueza está relacionada con la desigualdad en los ingresos? Usando los datos del WEF podemos concluir que existe entre ambos factores una correlación positiva (de aproximadamente 0,38 puntos): a mayor desigualdad de riqueza individual en una economía, será altamente probable que exista una mayor desigualdad del ingreso.
La pregunta en todo caso es: ¿cuál es la que alimenta a la otra? Esto es fácil de responder; la riqueza engendra riqueza. Y una mayor riqueza genera mayores ingresos. Una elite muy pequeña posee los medios de producción y las finanzas, y así es como se queda con la mayor parte de la riqueza y de los ingresos.
En 2016, un estudio4 hecho por dos economistas del Banco de Italia descubrió que las familias que hoy son las más ricas en la ciudad de Florencia descienden… de las familias que eran las más ricas en la ciudad de Florencia hace casi 600 años. Las mismas familias han permanecido en la cima desde el surgimiento del capitalismo comercial en las ciudades-estados italianas, pasando por la era de la expansión del capitalismo industrial y el mundo actual del capital financiero.
Otra investigación,5 realizada esta vez en la «igualitaria» Suecia, revela que no son los buenos genes los que te hacen exitoso, sino tu riqueza familiar o un matrimonio conveniente. Las personas no son ricas porque sean más inteligentes o estén mejor educadas. Lo son porque son «afortunados», tuvieron suerte o heredaron su riqueza de sus padres u otros parientes (a lo Donald Trump). Los investigadores encontraron que «hay una alta correlación entre los niveles de riqueza de padres e hijos» y que «comparando la riqueza neta de padres adoptivos y biológicos y la de sus hijos, encontramos que, incluso antes de que haya cualquier herencia, el entorno tiene una importancia sustancial frente a la incidencia mucho menor de los factores prenatales». Los investigadores concluyeron que «la transmisión existente de riqueza no se debe principalmente a que los niños de familias más ricas sean inherentemente más talentosos o más capaces, sino a que, incluso en la relativamente igualitaria Suecia, la riqueza engendra riqueza».
EL PODER CONCENTRADO DEL CAPITAL
Contrariamente al optimismo y la apología de los economistas mainstream, la pobreza (tanto en términos de riqueza como de ingresos) de miles de millones de personas en todo el mundo sigue siendo la norma, con pocos signos de mejora (véase la nota de Daniel Gatti). Mientras tanto, la desigualdad de riqueza e ingresos dentro de las principales economías capitalistas aumenta a medida que el capital se acumula y se concentra en grupos cada vez más pequeños. El trabajo de Emmanuel Saez y Gabriel Zucman también ha demostrado que en Estados Unidos la riqueza se ha concentrado cada vez más en manos de los llamados superricos.6
Debe notarse que la desigualdad de la riqueza ha aumentado principalmente como resultado de una mayor concentración y centralización de los activos productivos en el sector capitalista. La concentración de riqueza real se expresa en el hecho de que el gran capital controla la inversión, el empleo y las decisiones financieras a nivel mundial. Según el Instituto Suizo de Tecnología, un núcleo dominante de 147 empresas controla, a través de participaciones entrelazadas en otras compañías, el 40 por ciento de la riqueza de la red global. Un total de 737 empresas controla el 80 por ciento. Esta es la desigualdad que importa para el funcionamiento del capitalismo: el poder concentrado del capital.
Las políticas destinadas a reducir la desigualdad de los ingresos mediante impuestos y regulaciones, o mediante el aumento del salario de los trabajadores, no tendrán mucho impacto mientras haya un nivel tan alto de desigualdad de la riqueza. Y esa desigualdad de la riqueza proviene de la concentración de los medios de producción y las finanzas en manos de unos pocos. Si la estructura de propiedad permanece intacta, puede predecirse que incluso los impuestos a la riqueza se quedarán cortos.
*Economista marxista británico. Trabajó 30 años en la City londinense como analista económico.
(Tomado del blog del autor The Next Recession. Traducción al español y titulación de Brecha.)
1. Inclusive Development Index 2018 (World Economic Forum, Cologny, 2018).
2. World Inequality Report (World Inequality Lab, París, 2018).
3. Global Wealth Report (Credit Suisse, 2019).
4.«Intergenerational mobility in the very long run: Florence 1427-2011» (Guglielmo Barone y Sauro Mocetti, Bank of Italy working papers, 2016).
5. «Poor little rich kids? The role of nature versus nurture in wealth and other economic outcomes and behaviors» Sandra E. Black, Paul J. Devereux, Petter Lundborg y Kaveh Majlesi, Cambridge, 2016-2019).
6. Véase, por ejemplo, «Wealth inequality in the United States since 1913: Evidence from capitalized income data», (Cambridge, 2014).