Para la niña Susana, su padre tenía un cine. Los domingos, ella y su madre cargaban una bolsa con comida y, a las dos de la tarde, se instalaban a ver las cuatro películas de la matiné, mientras Ruben recorría la sala entre tarea y tarea: inmaculado, de traje marrón con botones dorados, vendía las entradas, repartía los programas, cambiaba los letreros, atendía el puesto de golosinas y hacía de acomodador. «Papá era el hombre orquesta del cine», recuerda ella 50 años después. Entre las películas vistas, trae a cuento algunas de los sesenta y los setenta, como La sonrisa de mamá y El profesor tirabombas, y cuenta que su padre nombraba mucho a la Troupe Ateniense y al grupo argentino Los Cinco Grandes del Buen Humor, porque el Artesano había sido, antes que nada, un teatro. Ruben no era el único Bertolotti que trabajaba allí: su hermano Conrado era el proyeccionista. A Susana le emociona que la reapertura sea un hecho: «Si mi viejo estuviera vivo, estaría refeliz de ver el Artesano abierto».
La pandemia modificó el cronograma, pero lo cierto es que la sala fue reformada, se inaugurará el 24 de setiembre y comenzará a funcionar con regularidad para el público entre febrero y marzo de 2021. Luego del Solís (1856), se trata del teatro en pie más antiguo de Montevideo y el tercero del país, detrás del Larrañaga, de Salto (1882). Nació en 1891 como parte del Centro Artesano, foco de reunión, aprendizaje de oficios y dispersión de los trabajadores ferroviarios del barrio. Algunos años antes, tras intentarlo en Bella Vista, la empresa inglesa Central Uruguay Railway (llamada Ferrocarril Central del Uruguay por los uruguayos) se instaló en Peñarol e hizo de un barrio una suerte de maqueta de la revolución industrial: la estación de trenes, las casas de los jefes, las casas de los trabajadores, los talleres y, cruzando la calle, el Centro Artesano. Dentro del edificio, dos grandes espacios: uno, el que hoy es ocupado por la también reformada biblioteca pública María Vittori; el otro, la sala. En 1949 el ferrocarril se estatizó y en 1952 se fundó la Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE). El Centro Artesano pertenece a AFE, se encuentra en comodato otorgado a la Intendencia de Montevideo (IM) y desde hace exactamente una década es, por decreto, un bien de interés departamental. Tras estos vericuetos institucionales, el Municipio G decidió invertir en su refacción.
En sus inicios la sala estaba dedicada a las artes escénicas –teatro y zarzuela, principalmente–. En 1937 recibió su primera gran reforma: se rehizo la fachada con un estilo art déco, se agregaron la tertulia alta y el vestíbulo, se instaló la maquinaria necesaria para proyectar cine y se colocaron las 450 butacas de madera que determinaron el aforo. Esas butacas, en las que algunas décadas después se sentaron Susana y su madre, son las que tiene el Artesano hoy: desarmadas, restauradas y vueltas a armar. El arquitecto de la reciente reforma fue Alejandro Berro, cuya vinculación con el barrio trae un activo recorrido: «Trabajo en la Unidad de Protección del Patrimonio [IM] y soy el coordinador de la Comisión Especial Permanente del Casco Histórico-Ferroviario de Peñarol. En 2007 restauramos el puente que cruza la vía; en 2009, la plaza y el Museo de la Estación. En 2010 se clausuró el teatro, porque tenía unas cerchas en la cubierta medio en colapso, entonces se aprovechó y se cambió la cubierta. Luego todo quedó en veremos, hasta que el Municipio decidió invertir para reabrirlo». Para Berro, el respeto por el valor patrimonial es trascendente e innegociable y en las intervenciones debe hablar más la preexistencia que la mano de quien interviene: «Para el teatro quisimos resaltar la imagen industrial, a través del ambiente y el legado ferroviario de Peñarol. Aprovechamos que las paredes tenían humedad para descarnarlas y en ese proceso empezamos a ver huellas de esa historia: tiene ventanas tapiadas y, acústicamente, la rugosidad del ladrillo mejoró sus condiciones. Como teníamos pocos recursos, había que concentrar las decisiones en cosas puntuales: llevar las paredes a ladrillo y producir una iluminación rasante, una iluminación lateral, con la que directamente se iluminan las paredes, y el recurso termina iluminando la sala. Esa decisión luminaria combina lo patrimonial con lo estético». En el balance temporal, se tomaron otras decisiones en concordancia con una línea actual de estructura de sala. Ejemplos de ello son la instalación de la cabina de control al nivel de la platea –antes estaba arriba– y la modificación de un escenario levemente inclinado por uno horizontal, como sucedió con la reforma del Solís, donde Berro también participó.
El Municipio G se traza desde Melilla hasta el Paso Molino y lo habitan más de 150 mil personas. La intención es que el Artesano funcione como el centro artístico de ese gran territorio. El alcalde, Gastón Silva –quien trabajó en la sala hace 40 años–, va un poco más allá: «La inversión y la obra fueron fruto de un esfuerzo local, pero pretende generar un beneficio no local, ampliado a todo el departamento de Montevideo». La idea es que el Artesano y otras salas o grandes espacios culturales recientemente inaugurados en otros municipios de la periferia (como el Centro Cultural Alba Roballo, en Nuevo París) creen vínculos de producción e intercambio con las grandes salas centrales. En cuanto al funcionamiento regular en su barrio, el Artesano dialogará con el Centro de Barrio Peñarol –ubicado a una cuadra– y la Usina Cultural del Ministerio de Educación y Cultura –instalada allí–. La propuesta artística será elaborada y ejecutada por una gestora cultural y una comisión asesora (integrada por la gestora, el programa Esquinas de la Cultura, un integrante del consejo municipal, otro del consejo vecinal y un representante de la comisión de la Red Peñarol, una red de vecinos). Según Paul Portuguau, gestor cultural del programa para el Municipio G, en la integración se busca consolidar el espíritu comunitario del proyecto: «En la recuperación del Artesano es muy importante mantener el vínculo con las comisiones de vecinos de Peñarol y los barrios cercanos a través de la red de cultura, ya que va a ser la única sala de esas características en todo el municipio. El trabajo de recuperación de la memoria, el apoyo a variadas expresiones culturales, el apoyo y la creación de diferentes talleres artísticos (en Esquinas hay 25 talleres en el territorio, algunos de teatro y plástica) para que se realicen en el teatro son algunos de los objetivos a cumplir».
Esquinas de la Cultura se ha planteado la necesidad de crear, como parte de la gran política de descentralización, espacios de cercanía con alta participación social. El deseo es que eso ocurra con el Artesano. Así también lo soñaba Sebastián Moreira, joven vecino de Peñarol que falleció hace un año junto con su hijo Carobá en un accidente de tránsito. En 2007 y 2008, Sebastián, realizador audiovisual e hijo de un ferroviario, coordinó en el barrio los festivales de cine Comienza el Caos, que incluyeron algunas proyecciones en el Artesano, de las últimas antes de la reforma. Desde entonces, no dejó de insistir con la necesidad de que el barrio reabriera su sala, armó la Comisión de Amigos del Teatro del Barrio Peñarol y presentó un gran proyecto para que el Artesano fuera un centro de formación en las artes escénicas. Hace unos días, los vecinos sintieron la primera gran emoción de las muchas que causará esta nueva etapa: el espacio lateral del teatro, donde se llevarán a cabo actividades culturales al aire libre, fue bautizado Espacio Sebastián Moreira y en su pasto ya crece un carobá,2 en recuerdo del niño. Justicia poética, que le dicen.
1. «Sin embargo, algún día me moriré, y los trenes seguirán caminando, y la gente irá al teatro como siempre, y yo estaré muerto, bien muerto… muerto para toda la vida» (Roberto Arlt, El juguete rabioso, 1926).
2. Árbol de jacarandá, también llamado carobá o gualanday.