«Nuestro establecimiento es familiar y el rubro principal es la agricultura. Es de nuestro interés incorporar la actividad forestal para diversificar la producción […] y, como consecuencia, diversificar los ingresos, hacer un uso más eficiente del suelo e incorporar sombra y abrigo para una posible producción ganadera en los próximos años.» La carta está dirigida al intendente Carlos Moreira y firmada el 24 de octubre de 2019 por la dueña de La Batalla, un predio de 163 hectáreas en la zona de Manantiales que pelea la excepción en la Junta Departamental de Colonia para poder ser forestado. Una carta casi calcada fue firmada el 25 de octubre, pero esta vez por el dueño de El Negro, otro «establecimiento familiar donde el rubro principal es la agricultura y la rotación de trigo, cebada y soja» en la zona de Conchillas y muy cercano a la planta de Montes del Plata (MDP).
Ambas misivas (que aparecen en expedientes municipales a los que Brecha tuvo acceso) manifiestan el mismo apuro: «Solicitamos a ustedes la aprobación de dicho proyecto en el más breve plazo posible, dado que la dilatación de la misma genera incertidumbres e imposibilita la toma de decisiones y planificación de las actividades de corto y mediano plazo».
El 27 de agosto de este año, la Junta recibió a representantes de MDP, acompañados por algunos de sus «productores asociados», según consta en las actas. Con la misma premura, desde la forestal lamentaron que existan trabas para los emprendedores que quieren diversificar y complementar sus rubros; «[…] nuestro crecimiento es con los productores», adujeron. También recordaron que el país tiene 16 millones de hectáreas productivas y cerca de 1 millón están forestadas. Este sector representa hoy el 3,6 por ciento del PBI y en los próximos años va en camino a ser el primer rubro exportador, destacaron con orgullo, no sin antes recordar los casi 25 mil puestos de trabajo directos, indirectos e inducidos generados por el sector. «El valor agregado que deja la cadena forestal es realmente muy importante», señalaron los representantes de la empresa mientras avanzaba el power point.
MÁS DE LO PERMITIDO
El ordenamiento territorial es competencia de los gobiernos departamentales, más allá de lo que establece la ley forestal aprobada en 1999 para estimular la forestación en suelos de baja productividad. En ese sentido, las directrices de ordenamiento colonienses intentan limitar el avance de los eucaliptus y establecen que no se podrá forestar en áreas superiores a las 100 hectáreas y «siempre que el área de bosques no afecte más del 8 por ciento de los suelos de la unidad productiva cuyo índice Coneat sea mayor a 88 (5.02b=88), de manera que no compita con actividades como la agricultura o la lechería».
En general, los suelos de prioridad forestal son de bajo Coneat, superficiales, pedregosos, poco arables; por eso, precisamente, se destinan a la forestación. Para los suelos más fértiles hay limitaciones. Los proyectos en cuestión están pidiendo forestar por encima del 8 por ciento o de las 100 hectáreas, por lo que necesitan, sí o sí, ser exceptuados por la Junta, explicó la abogada Carolina Neme, integrante del grupo técnico multidisciplinario consultado por Brecha. Este equipo fue invitado por el grupo ambientalista Ecoasamblea Colonia para participar de las audiencias públicas organizadas por la Junta con motivo del aumento de pedidos de excepción en el departamento.
Cuatro proyectos fueron presentados por Eufores SA, empresa subsidiaria de MDP, en los últimos años. Fue el proyecto Las Acacias –que propuso forestar 641 hectáreas en un predio de 1.691 hectáreas en la zona de Cufré– el primero en ser presentado ante la Junta y aprobado por la vía de la excepción en julio de 2019. Otras tres iniciativas se encuentran a estudio, entre ellas las de La Batalla y El Negro.
En el caso de La Batalla, el proyecto afecta una superficie de 51 hectáreas sobre un padrón de 163 con dos tipos de suelos Coneat: 5.02b y 10.3, es decir, tierras productivas. La plantación representaría un 31 por ciento de la superficie total del predio, por lo que sobrepasa el límite legal para suelos de esa calidad. En cuanto a El Negro, la forestación afectaría 168 hectáreas en un total de 664 (un 25 por ciento del establecimiento), por lo que simplemente excede las 100 hectáreas permitidas para la forestación.
Durante el análisis de estos proyectos, la Comisión de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Junta se detuvo en estos excesos y aconsejó para La Batalla «no autorizar la forestación en la fracción del padrón que excede lo estipulado en la normativa». Un mes más tarde, la misma comisión desaconsejó la aprobación de la solicitud de El Negro por «infringir la normativa» y agregó: «Las Directrices Departamentales de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible de Colonia se aprobaron, no sin antes una profunda discusión por parte de esta corporación, por lo que se considera inapropiado aprobar por vía de excepción proyectos como el de referencia». La Comisión de Consumo, Higiene y Medio Ambiente también desaconsejó su aprobación por los mismos motivos.
De todas formas, los expedientes continúan su curso entre la Junta y la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) –pues se necesita la autorización de este organismo si la superficie a forestar supera las 100 hectáreas–, a la espera de ser aprobados.
MEDIO PALO VERDE Y WIN-WIN
Si tomamos como ejemplo un predio de 168 hectáreas, como el establecimiento El Negro, a razón de 160 dólares por hectárea por año, un contrato de arrendamiento por 20 años como los que propone MDP le dejaría al productor una suma de 537.600 dólares, pagados la mitad ahora y la otra mitad en diez años.
Para los productores «es capital seguro y estable; no depende de las lluvias o de los precios internacionales. La empresa le pone la plata arriba de la mesa y ya está. ¡Son 20 años asegurados!», explicó a Brecha el ingeniero agrónomo Gastón Carro, del grupo de técnicos de la Universidad de la República. Y agregó: «Los productores piden la excepción para diversificar y mejorar la productividad, dicen que quieren forestar buscando sombra y abrigo para los animales, pero eso no es verdad… Tienen mucha superficie, aunque se llamen productores familiares (ver recuadro «Amor por el árbol»). En un predio de 2 mil hectáreas, forestar un pedacito no les genera un sacrificio en su superficie productiva, pero sí les hace la diferencia en los números», sostuvo el agrónomo.
Así es como los productores terminan hablando en nombre de MDP y hasta defendiéndola en la Junta, coinciden los consultados. Esa es la estrategia que en el país «están llevando adelante empresas como MDP y UPM. Además, a MDP le interesa particularmente Colonia, porque está al lado de la planta y eso le reduce costos de traslado», explicó por su parte el sociólogo Daniel Pena. «MDP es como un pulpo que se instaló ahí y va a tirar los tentáculos. Y están buscando el mecanismo legal para instalarse», concordó el agrónomo sobre los continuos pedidos de excepción, un proceso regional que se está dando en San José, Colonia y Florida.
OTRAS ALTERNATIVAS
Hay otros modelos posibles para estas tierras que, en teoría, serían improductivas si no estuvieran los eucaliptus, sostuvo Carro y añadió que incluso «es un mito que los suelos de prioridad forestal sólo sirven para ese modelo de forestación». Según el técnico, el actual modelo de silvopastoreo (combinación de ganadería y forestación) planteado por MDP implica plantaciones de Eucaliptus dunnii –la especie que tiene mayor densidad para fibra de papel– en un marco de 1 metro por 1 metro, «donde una vaca no se puede ni arrimar, eso se sombrea todo y no hay un tapiz debajo».
«Acá la gran cuestión es que ecológicamente la forestación está avanzando sobre la pradera: estamos reduciendo el ecosistema natural, con un modelo que apila toda la biomasa arriba, mientras que la pradera la guarda en el suelo. Cuando estás reemplazando eso, estás cambiando el ecosistema a gran escala. Por eso no es verdad que conviven este modelo de forestación que promueve MDP con diversificar y hacer cortinas de viento, por ejemplo», resumió el ingeniero agrónomo.
Esos suelos que no sirven para más nada –según los argumentos de la empresa– podrían servir para modelos de forestación alternativos como la plantación de Eucaliptus grandis para silvopastoreo (que producen madera para muebles de alta calidad y se exportan a buen precio), de olivos o pecán, menciona el agrónomo y se apoya en ejemplos exitosos aplicados en Florida, Lavalleja o Colonia Valdense respectivamente. «Una plantación de pecán está 150 años dando nueces, una de olivos hasta 500 años, mientras que con la forestación podés liquidar un suelo en 20 años. Son alternativas ecológica y económicamente mucho mejores que los otros modelos y permiten continuar lo que se viene haciendo históricamente en Colonia: la ganadería y lechería. Refuerzan de verdad los sistemas productivos asociados a la historia del departamento», explicó.
«Son campos que en 20 años quedan sin uso. Los tocones o restos del árbol anterior quedan en el suelo, son muy difíciles de sacar, y esos predios ya no se pueden reforestar», coincide por su parte la microbióloga Natalia Bajsa, basándose en la experiencia observada al norte del país. La investigadora del Clemente Estable y del colectivo TA se dedica a la evaluación de impacto de prácticas agrícolas en el suelo y advierte que, en primer lugar, «lo que se ha visto es que la forestación genera déficit hídrico que afecta a ese predio y a otros campos vecinos. Ese árbol que crece muy rápido demanda mucha agua junta. Además, debajo de ellos no crece nada: no hay pasto y lo que se acumula es una hojarasca en descomposición, y eso hace que el agua también corra y no penetre dentro del suelo». El agua que corre genera, a su vez, erosión y pérdida de la materia orgánica del suelo, advierte la microbióloga. Por último, relativiza el argumento ambientalista de las empresas forestales acerca de la bondad de las plantaciones a la hora de capturar dióxido de carbono de la atmósfera: «Hay como una trampa con eso: se puede fijar carbono por unos años, pero después ese carbono se va con el árbol que se corta, no queda en el suelo. La forma de fijar carbono en nuestro país sería fijando materia orgánica en el suelo y en las praderas que lo acumulan».
¿MÁS TRABAJO?
«Desde el punto de vista social, vemos tres grandes problemas con este modelo, y el primero de ellos es que está deshabitando la ruralidad», explicó por su parte Pena.1 El sociólogo desmiente el discurso de estas empresas de que la forestación genera más puestos de trabajo que la ganadería o la agricultura y, por lo tanto, más oportunidades para quedarse en el campo. «Según las estadísticas oficiales, la Encuesta Continua de Hogares y las del Banco de Previsión Social, eso es al revés: estas empresas nunca han parado de forestar, se están expandiendo continuamente y, sin embargo, los puestos de trabajo vienen cayendo», precisó. Según el sociólogo, en ciclos forestales de diez años se genera, a lo sumo, un año y medio de trabajo –«para el que ara, aplica los agrotóxicos, el que viene del vivero, el que hace la plantación»–; después la plantación queda ocho años sin nadie, sólo hay un cuidador por cada miles de hectáreas. Finalmente está el frente de cosecha, a esta altura tan mecanizado que emplea a muy poca gente. Si bien es verdad que estas empresas han mejorado las condiciones de trabajo, sostiene, «la verdad es que los pueblos que están rodeados de forestación se están desarmando».
Sobre la generación de empleo, el investigador se detiene en otro de los espejismos que provoca la empresa y es que MDP habla de empleos «inducidos», es decir, los puestos de trabajo que, en teoría, produce el consumo de los trabajadores directos e indirectos: la panadería donde el camionero gasta parte de su salario o el supermercado donde compra las galletas, por ejemplo. «Técnicamente, no está mal, pero es una decisión contar eso, porque ¿dónde cortás? Si todos contáramos eso, habría más puestos de trabajo que gente. Es un supuesto que infla el número: la empresa dice que se generaron 25 mil puestos de trabajo en toda la cadena forestal del país, pero de esos 25 mil, 9 mil son inducidos, es decir, el 36 por ciento…»
El segundo problema social es el aumento de la desigualdad, continúa Pena: «Dentro de los modelos productivos del agro es el más desigual, es decir, la masa salarial –las personas que trabajan– se apropia mucho menos de la ganancia que en el modelo agrícola o el ganadero, y ni que hablar del promedio nacional». Lo explica a través de los balances oficiales de MDP: en este caso, «la masa salarial se apropia sólo del 16 por ciento del valor agregado, o sea, de la ganancia que se genera. En la ganadería y la agricultura esa apropiación es del 25 por ciento, y a nivel general de la economía es el 40 por ciento. Estas empresas no están pagando impuestos, por eso pueden pagar lo que están pagando la hectárea: para MDP, medio millón de dólares –que es lo que le va a pagar a un productor de 160 hectáreas por un contrato de 20 años– es lo que gana en menos de un día. En 2018 la empresa tuvo una ganancia de 277 millones de dólares, un poco menos de 1 millón de dólares por día».
El tercer problema tiene que ver con la falta de participación y los controles: «Los pocos espacios que hay para controlar a estas empresas no están en funcionamiento y las comisiones de seguimiento de las plantas de celulosa no se reúnen desde 2017. Las empresas están usando agrotóxicos prohibidos en Europa, lo que produce daños en el suelo y el agua. Hay toda una cuestión con la participación y la capacidad de incidencia de la gente, el monitoreo y el control de los datos que, evidentemente, no funciona».
1. Junto con la educadora popular Soledad Recoba estuvieron a cargo de la investigación «Impactos sociales y culturales de las plantas de celulosa en Fray Bentos y Conchillas». Casa Bertolt Brecht y Fundación Rosa Luxemburgo, 2020.
La batalla entre David y Goliat
«Esta es una pulseada, una lucha entre David y Goliat», señaló a Brecha Igor Alexandro, de la Ecoasamblea Colonia, uno de los movimientos sociales citados por la Junta para exponer sus argumentos. Desde hace tiempo quieren dejar en evidencia el lobby de la empresa MDP y la estrategia de marketing que está desplegando en todo el país: «El nuestro es un cuestionamiento integral al modelo de desarrollo, va más allá de lo local. Colonia tiene una impronta que no es forestal; tenemos una cuenca lechera, un mapa hídrico muy complejo, un tejido social rural afianzado, que tanto el agronegocio como el modelo forestal celulósico están atacando gravemente», sostuvo el militante y agregó que este escenario «de pandemia y de miedo es el caldo de cultivo perfecto para que ellos puedan avanzar a pasos agigantados y nosotros no». Parte de la estrategia de la forestal implica «poner por delante a los productores; de hecho, son ellos los que se hacen cargo de la solicitud de excepción, con cartas que parecen copiadas y pegadas». «Lamentablemente, todo nos indica que los proyectos que faltan se van a aprobar en la Junta», expresó Alexandro.
«La intención de la bancada del FA es que la excepción no se convierta en la regla y nos hemos mostrado bastante críticos ante la aprobación de este tipo de proyectos», aseguró a Brecha Rodolfo Montaña, edil suplente que participó de la discusión en el período que terminó hace un par de semanas. Montaña comentó que el «ideal es que no se sigan aprobando excepciones hasta que no se termine el proceso que implica escuchar a todos los actores sociales» citados por la Junta, entre ellos organizaciones sociales, ambientalistas, la academia, la asociación de mineros de Colonia, la bancada del FA, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, la Dinama, el Ministerio de Ambiente y la Oficina de Planificación y Ordenamiento Territorial de ese departamento. «Probablemente ese proceso se retome en enero y después de ahí recién se generará un debate para ver cómo seguimos», explicó el edil.
«Los campos de Colonia son de privilegio a nivel mundial: muy pocos bajan de un Coneat de 100, es decir, no son suelos para la forestación», coincidió por su parte William Geymonat, exedil que integró la Junta hasta hace diez días y participó de la votación del ordenamiento territorial en 2013.
Geymonat relató a Brecha que luego de que la Junta aprobó el primer proyecto en julio de 2019 y comenzaron a llegar otros pedidos de excepción desde MDP, se despertó la alerta. «Ustedes saben que la vía de la excepción tiene su costo», se lee a Geymonat en el acta de la Junta del 29 de julio de 2019, quien agrega: «Acuérdense de estas palabras: entraron por la banderola para abrir la puerta desde adentro… Vienen por nosotros».
Geymonat sugirió a Brecha que en ese momento pesó –y que todavía pesa– sobre los ediles que levantaron la mano en la Junta la presión del propio intendente Carlos Moreira. «Llegó el momento de hacer un pacto político entre todos los partidos y parar con esto: que se instale UPM2 y ya está, ya fue suficiente con el modelo celulósico papelero», sostuvo.
Amor por el árbol
«Como parte de una visión de crecimiento sustentable, impulsamos alianzas estratégicas con más de 300 productores que han incorporado la forestación a sus predios […]. Estas alianzas se basan en la confianza y en el principio de que ambas partes ganan», se lee en la pestaña «Negocio recomendado» de la web Alianzas de MDP. Allí señalan que los contratos de arrendamientos pueden durar diez, 20 o 30 años.
En Alianzas se observa también que el perfil de los «productores asociados» es de empresarios, no pequeños productores. Los segmentos testimoniales llevan títulos como «Montes para los nietos», «Beneficios mutuos» o «Amor por el árbol»: en este último video se presenta a Ingral, un establecimiento de unas 6 mil hectáreas en Tres Bocas (Río Negro) que en la década del 90 forestó las primeras 2.200 hectáreas y hoy ya va por su tercer ciclo forestal. «Estamos cosechando un segundo ciclo, con rendimientos de unos 27 metros cúbicos por hectárea por año», destacó su propietario, Raúl Ferro.
Por su parte, el video «Árboles a medida» muestra los motivos por los que Felipe Fuente, dueño de El Trebal, en Flores, incorporó los eucaliptus a su establecimiento con costas al río Yi: «En un momento en el que hay que tratar de buscar recursos y tratar de ingeniarse para que los números cierren a fin de año, la forestación da una mano».