Sica era el nombre dado a una daga pequeña y fácil de esconder, utilizada por simpatizantes de tal o cual figura pública enviados a asesinar a sus rivales políticos. Sicario era, literalmente, ‘hombre daga’. El término evolucionó naturalmente hasta nuestros días, cuando los hombres o mujeres daga no son contratados especialmente para dar muerte a un senador, y distan mucho de ser los profesionales de sangre fría que se ven en el cine. Según los casos que recopila Gustavo Leal en su libro Historias de sicarios en Uruguay, las trayectorias y motivos de los asesinos a sueldo son tan diversos como personales y están marcados por la frustración y las relaciones de poder.
—En la introducción del libro, usted dice que no es escritor ni novelista, que es sociólogo. ¿Cómo influye su formación acadé...
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