Mercedes Rein nace en Montevideo en 1931, concurre al Colegio Alemán, continúa sus estudios en una institución católica y cursa preparatorios en el liceo José Pedro Varela, donde es alumna de Luce Fabbri. Sus profesores en el Instituto de Profesores Artigas (IPA) son José Pedro Díaz y Carlos Real de Azúa. En 1955 viaja a Alemania con una beca para estudiar en la Universidad de Hamburgo. A su regreso, Real de Azúa le propone escribir un panorama sobre la literatura de aquel país y, una vez terminado, se lo envía a Rodríguez Monegal, que dirige las páginas literarias de Marcha. De inmediato, Mercedes comienza a colaborar en el semanario con reseñas teatrales y literarias, sobre todo de textos alemanes, que a veces traduce.
Compañero suyo en el IPA y hombre de El Galpón, en 1958 Ugo Ulive le pide que adapte las canciones de El círculo de tiza caucasiano, de Brecht. Así ingresa Mercedes al mundo del teatro independiente. Allí conoce a Jorge Curi, que se ocupa de la parte musical del espectáculo, y a Atahualpa del Cioppo, que lo dirige. Imbuida en la mística galponera, continúa traduciendo textos para el grupo y ya no se separa de Curi. Juntos conciben espectáculos que se volverán inolvidables.
Trabaja como profesora en Enseñanza Secundaria y colabora con Eugenio Coseriu en el Departamento de Lingüística de la entonces Facultad de Humanidades y Ciencias. Entrada la década del 60, Ángel Rama la invita a trabajar en el Departamento de Literatura Hispanoamericana, que dirige. Como en ese entonces él tiene a su cargo la sección literaria de Marcha, las colaboraciones de Mercedes se incrementan, siempre con reseñas de autores de lengua alemana, pero también de obras teatrales y puestas en escena de dramaturgia regional y nacional.
La amistad entre ambos anima a esta mujer alta, flaca, extremadamente cordial y algo despistada –rasgo que la hacía muy divertida– a mostrarle algunos de los relatos que escribía. Rama elige «El vuelo» –en el que la voz y la mirada se desplazan hacia espacios no humanos– y lo publica en Marcha. De inmediato le pide más textos y en 1976 nace Zoologismos, el primer libro de Mercedes Rein. Transcurren casi dos décadas para que llegue el segundo y los motivos de la demora se hunden en los pantanos de la dictadura.
Como sucede con la mayoría de las publicaciones de autores nacionales, la edición de Zoologismos es secuestrada de la editorial por las nuevas autoridades. Pero alcanza para que Rein, todavía poco leída, quede integrada a la generación de la crisis, los que comienzan a escribir a principios de los sesenta: Sylvia Lago, Jorge Onetti, Hiber Conteris y Cristina Peri Rossi, entre otros. En los relatos de Zoologismos se percibe el realismo desde el prisma de un absurdo que a veces alcanza dimensiones alegóricas. Los rasgos del grotesco –que parten de la apropiación que hace la autora del expresionismo alemán– ya aparecen en cuentos como «Nochebuena», una comedia exasperada en la que las acciones de un grupo fantasmal representan la decadencia de la sociedad y el vértigo de un mundo sin horizontes.
ARRIBA EL TELÓN
A menos de un mes del golpe de Estado, el 23 de julio de 1973, se estrena en el Teatro Circular la adaptación preparada por Rein y Curi de Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, una investigación rigurosa que denuncia crímenes de terrorismo de Estado. Pocos meses después, el Circular presenta Moritat, con traducción de Rein y dirección de Curi, nueva versión de canciones y textos de Brecht. A Mercedes pertenecen casi todas las versiones locales de las obras de este autor. Los múltiples ejercicios artísticos de esta dupla histórica la acercan a compositores e intérpretes de la nueva música popular, entre ellos Jorge Lazaroff, junto a quien Mercedes escribe varias letras de canciones. La dinámica continúa con otros textos y nuevas puestas en escena, e incluye escrituras y producciones destinadas al público infantil.
Un episodio acontecido en febrero de 1974 marca a fuego la vida y la carrera de Rein. Los detalles son conocidos: Marcha publica «El guardaespaldas», de Nelson Marra, cuento ganador del concurso convocado por el semanario. Bajo una absurda acusación de pornografía, las autoridades de la dictadura confiscan la edición, clausuran la publicación y detienen a Carlos Quijano, Hugo Alfaro, Marra y los miembros del tribunal literario Onetti y Rein –el tercero, Jorge Ruffinelli, estaba fuera del país–. Enferma de cáncer, Mercedes convalecía de una delicada intervención quirúrgica. Tardaron algunos meses en liberarlos. Después la destituyen de su trabajo en la enseñanza.
En 1981 se estrena en el Teatro Circular El herrero y la muerte. Con formidable acierto, la puesta de Rein y Curi recrea la leyenda popular para reflejar la experiencia de la dictadura. Un público ávido por escuchar relatos que interpelaran el discurso oficial y eludiesen la censura fue clave en el éxito colosal que mantuvo en cartel durante años esta hilarante fábula paródica.
En 1987, también con Curi, pero en El Galpón, surge Entre gallos y medias noches, que nuevamente trabaja con leyendas populares. Después llegan Madre Coraje, de Brecht, y Juana de Asbaje, que en versión de la Comedia Nacional hace ganar a Rein el Florencio a mejor obra nacional del año. Hay más trabajos en el teatro y tiempo para publicar ensayos, un variado catálogo iniciado en su juventud, que contempla acercamientos a Ernst Cassirer, César Vallejo, Nicanor Parra, Antonio Machado, Cortázar, Carpentier y Florencio Sánchez.
ABSURDO LO REAL
Su primera novela, Casa vacía, aparece a fines de 1983. Mercedes tiene 52 años y buena parte del país continúa bregando por recuperar la democracia. De 1987 es Bocas de tormenta, su segunda novela, y de 1996 Marea negra, que refunde con éxito las dos anteriores. Entre ellas irrumpen los cuentos de Blues de los domingos (1990) y la novela histórica El archivo de Soto (1993).
El minucioso trabajo intertextual que Rein propone en Marea negra, al conjugar las dos primeras novelas descartando segmentos, incorporando nuevos y disponiendo finalmente un texto otro, narra la historia de una familia uruguaya de clase media que se desintegra en medio de la crisis social, política y económica. Alternando los puntos de vista narrativos, la autora aborda los asuntos cotidianos desde lugares insólitos y hace que lo fantástico conviva con lo real. Por eso este sector mayoritario de su literatura adquiere una lógica fuertemente onírica, sin que eso implique una ruptura radical con las coordenadas del mundo real que sirven de referentes al discurso literario. Resulta más que eficaz la torsión que traslada el absurdo y el grotesco –con episodios de raigambre surrealista– a un régimen narrativo de aparente realismo, colmado de imágenes sugerentes que aluden al deterioro de los procesos sociales y subjetivos. En definitiva, Marea negra, como antes de la reescritura Casa vacía y Bocas de tormenta, construye una alegoría social y política de la ruina en torno al Uruguay de las últimas décadas del siglo XX.
En El archivo de Soto, Rein se desplaza hacia una escritura realista para evocar otros tiempos turbulentos, de 1860 a 1880. Inspirada en una colección que se conserva en el Museo Histórico Nacional, la novela cuenta la historia de una familia burguesa y un individuo que se hace amigo del dictador Lorenzo Latorre para asesinarlo. Como sucedió con Bernabé, Bernabé, de Tomás de Mattos, y con otras novelas históricas del mismo período, los crímenes impunes ficcionalizados se leyeron en espejo con los de la dictadura reciente.
Mercedes Rein fallece en 2006, el 31 de diciembre, momento en que los libros hacen una pausa, cae el telón y se apagan las luces.