—¿Cómo surgió la idea de armar el archivo?
—Es importante, en los procesos culturales que involucran a mucha gente, hacer ciertas pausas y tratar de visualizar cómo se fueron generando los distintos recorridos. Así, después de sistematizar la información, se puede intentar leerlos. Y Murga Joven es uno de esos procesos. No debe haber política pública en Uruguay que haya involucrado y juntado a tanta juventud durante tanto tiempo, pero nunca logró encontrar formas de contar y leer su propia historia. En 25 años de creación de espectáculos, lo que está contado son discursos de vida, políticos, de vínculos, diversos. Hay, además, una información específica que tiene que ver con cómo los jóvenes se manifiestan a través de la murga en una ciudad con determinadas características.
—¿Por qué es importante esa información?
—No tener la capacidad de leer esa información hace que la política pública te quede renga. ¿Cómo la evaluás, cómo la repensás? Lo primero que tenés que hacer es que esa información se vuelva visible, que esté en algún lado. Me vinculé con el TUMP [Taller Uruguayo de Música Popular], que cogestiona el Encuentro junto con la Intendencia, y, como ya se estaba elaborando un archivo digital de Carnaval en la página de Anáforas, empezamos a trabajar con Milita Alfaro y la Cátedra de Patrimonio y Carnaval.
—¿Cómo fue la recepción de materiales?
—Decidimos no abrir una convocatoria a materiales de los 25 años porque nos íbamos a enloquecer, así que empezamos a abrir llamados cada cinco años; primero a quienes tuvieran materiales desde el 95 hasta el 2000, que es lo que ya está disponible en el archivo. Fue un poco desordenado porque teníamos pocos recursos y era difícil difundir lo que estábamos haciendo, pero sumamos al equipo a dos chiquilines que tienen cabeza archivística y salen a la calle, llaman, piden materiales, insisten. Y también el boca a boca, que hizo lo suyo.
—¿Cómo impactó en las personas que les pidieran esos recuerdos?
—Una cosa muy maravillosa es que las huellas de la creación colectiva están en las casas de la gente. Uno dice: «Yo me acuerdo de que tengo aquella foto de aquella vez que fuimos a no sé dónde, y si no la tengo, dejame que mando un mensaje y te la consigo». Obviamente, las redes sociales fueron un factor determinante, porque permiten una conexión permanente. Pero lo más interesante fue sentir que tantas personas vivieron ese período de su vida con mucha alegría. Murga Joven los marcó profundamente, y por eso les parece importante poder compartir su experiencia.
—¿Qué tipo de materiales hay en el archivo?
—La mayoría son fotos, videos VHS que empezamos a digitalizar con TV Ciudad, y después hay letras, afiches y volantes. También hay cosas muy especiales: cartas dirigidas a la panadería del barrio a ver si podía donar 20 panes para un festival. Es increíble que haya gente que guardó esas cosas; hubo algo que les impidió desprenderse de ellas.
—¿Y no les cuesta desprenderse para entregarlas al archivo?
—No es un archivo físico, no es que las cosas originales están en un solo lugar. Aunque las cosas estén bien cuidadas, para alguien que las cuidó tanto tiempo no es fácil donarlas. Pero, como es un archivo virtual, digital, los originales se los pueden quedar los dueños.
—¿El archivo se propone leer la evolución de Murga Joven a través de los años y la participación de la población objetivo en términos de género o de clase?
—En un inicio, considerando que organizar la información era un camino arduo y largo, decidimos focalizarnos en el relevamiento, la sistematización y la disponibilidad de los materiales. Pensamos que la historia iba a quedar contada ahí, y quien quisiera vincularse con el archivo podría hacer su propia lectura. Pero después descubrimos que, si solamente te abocás al muestreo, te quedás un poco corto. Murga Joven tuvo un recorrido político extraño. Pasó por distintas oficinas dentro de la Intendencia, y eso demuestra que no respondió a una estrategia clara; eso es una crítica directa al Frente Amplio como gobierno de la Intendencia.
—¿Cuál es la crítica en concreto?
—La no comprensión de que el impacto de una política pública cogestionada por organizaciones de la sociedad civil que involucra a tanta juventud, tanto discurso, tanto movimiento social, tanto trabajo autogestivo, porque el Estado solo brinda una parte y los colectivos tienen que conseguir todo lo demás, es un proceso político realmente valioso e interesante. Si vos no hacés una lectura política de lo que está pasando ahí, te estás perdiendo de algo. Después podés hacer con eso lo que sea, pero la valoración de esa información va mucho más allá de que te interese culturalmente la murga o no. Eso debería quedar en segundo plano.
—¿Qué tipo de lecturas se hicieron evidentes en el armado del archivo?
—El origen de Murga Joven es, básicamente, pedagógico, pero también estaba la necesidad de tener presencia en la periferia, vincularse con los centros barriales. Y ahora, desde hace un tiempo, la participación se empezó a correr hacia la centralidad. Entonces, lo importante es comprender qué pasó, qué pasa. ¿Por qué en la franja costera de Parque Rodó, Cordón, Palermo el movimiento murguero tiene tanta fuerza, pero todo el noroeste y el norte de Montevideo dejaron de participar? Ahí hay una información que también permite leer cosas que pasan en otro tipo de políticas, hacer observaciones que a la izquierda le cuestan mucho. Entonces, queremos facilitar eso; hoy estamos terminando una etapa de relevamiento y sistematización, seguimos juntando materiales, pero de cara a 2022 trataremos de hacer un análisis más profundo de la información que hemos recabado.
—¿Hay, dentro del archivo, evaluaciones de Murga Joven como política pública?
—No tenemos, creemos que no hay. Más allá de lo estadístico, no se ha analizado su impacto, qué tipo de transformaciones generó. Las políticas culturales no suelen tener el seguimiento que tienen otras, porque, además, cuentan con particularidades muy específicas que hay que tomar en cuenta y es mucho trabajo.
—Si se miran las letras de Murga Joven, es posible tener acceso a una historia de la vida social, de la sensibilidad, contada por jóvenes de distintas generaciones.
—Ese es el interés más grande. El discurso que tenía Murgarrón en el 97 era uno, el que tenía Fondo Blanco en 2005 era otro, el que tiene hoy una murga atravesada por el feminismo, por ejemplo, es muy diferente. Pero también hay mucho más que se puede analizar mirando el archivo, como notar cómo, cuándo empezó a formarse la idea de que Murga Joven era el paso previo a salir en el carnaval oficial. Todo empezó a complicarse, a ordenarse de otra forma.
—¿Por qué presentan el archivo en el estanque de la Facultad de Arquitectura?
—Porque es un lindo lugar y porque, dentro de la historicidad de Murga Joven, uno de los hechos más visibles fue la creación de murgas dentro de las facultades. Además, no queríamos hacerlo en un marco institucional, en un lugar como el Salón Dorado de la Intendencia; queríamos sacarlo para afuera. Vamos a visibilizar cómo funciona el archivo y después va a haber dos mesas: una más institucional, en la que vamos a estar Julio Brum, Marcel García, Milita Alfaro, Ivanna Amarillo y yo, y otra más vivencial sobre el ser y el hacer en Murga Joven, con integrantes de distintas generaciones: Luciana Biggo, Xavier Font, Pía Bava y Sebastián Mederos. Sebastián está en el equipo y es como un perro de la calle: muerde a gente para sacarle información [risas].
—¿Va a estar Murgarrón, aquella Murgarrón?
—Sí, se juntaron a armar un par de canciones. Va a ser una cosa muy simbólica, pero va a estar divino porque no se juntan a cantar hace muchos años. Murga Joven terminó siendo un espacio de inicio de muchos caminos artísticos y en Murgarrón hay muchos casos de ese tipo; todo el tiempo te encontrás con alguien que hoy está haciendo una carrera musical consagrada, o que está en el cine, o en el teatro, y que por lo menos un añito pasó por Murga Joven.