Una sociedad se define por su cultura, y cuando una cultura no promueve la participación ni la visibilización de todos sus actores, hay un problema. Las distintas expresiones artísticas, sobre todo la música, son una invitación al público a mirar, mirarse y sentir de otras maneras; una puerta a la reflexión y la cercanía con otras personas. Sin embargo, no todo arpegio es armonía.
En 2019, luego de varias reuniones, algunas personas trabajadoras de la música decidieron juntarse bajo la sigla Mydmus, de Mujeres y Disidencias en la Música Uruguaya, con el fin de intercambiar experiencias personales y modificar las desigualdades que las y les artistas percibían: la poca visibilidad, la dificultad para acceder a los escenarios, una remuneración no acorde a su trabajo. La grupalidad surgió en Montevideo, pero cuenta con artistas de varios departamentos y poco a poco busca propagarse hasta llegar a todo el país. En diálogo con Brecha, la cantautora e integrante del colectivo Mónica Navarro explicó que la dificultad para llegar a otros departamentos se debe a lo plurales, amplias y diversas que son las realidades de las mujeres y las disidencias a lo largo y ancho de Uruguay, lo que impide desarrollar acciones concretas que resulten verdaderamente inclusivas.
Este año, una de las tantas acciones del colectivo para promover el acceso de las mujeres y las disidencias a los escenarios del circuito profesional del país es este ciclo en el teatro Solís. De la mano de la directora del teatro e integrante de Mydmus, Malena Muyala, las artistas diseñaron una programación que visibiliza sus propuestas musicales. Así, habrá 37 espectáculos musicales sobre el escenario. La variedad de artistas es realmente muy grande, y su procedencia incluye Montevideo, Canelones, Cerro Largo, Maldonado y San José. También hay una enorme diversidad de géneros musicales. «¡Porque aquí estamos y así nos vemos!», exclama el colectivo en su comunicado oficial.
Fue Miel, una cantante experimental, una «payadora urbana», quien rompió el hielo el 15 de febrero con la primera propuesta musical del ciclo, que podrá disfrutarse el resto de marzo, el 14 de julio y los primeros días de setiembre. «Es un hito», expresó el colectivo. Lo es. Por primera vez, estas 37 propuestas musicales ocupan un lugar en un ambiente no independiente. El teatro Solís abre sus emblemáticas puertas para que las mujeres y las disidencias se expresen sobre sus escenarios. «No pudieron presentarse todos los grupos [que querían] porque somos un montón», dijo Navarro. Y contó que «armar lo del Solís fue quemante», pero el resultado, conmovedor: «Fue como un racconto de todo lo que habíamos hecho».
TRAS BAMBALINAS
El sector musical padece la misma inestabilidad que todas las personas que quieren dedicarse íntegramente a la música: varones, mujeres, disidencias. Sin embargo, los palos en la rueda son más para los últimos dos grupos. La desigualdad de género en el panorama musical uruguayo se perpetúa de forma explícita: poca visibilidad, falta de oportunidades, falta de profesionalización, remuneraciones no equitativas en comparación con las de sus pares varones. Según el formulario de inscripción del Primer Encuentro de Mujeres y Disidencias de la Música Uruguaya, de 2019, el 36 por ciento de las y les artistas expresó que el principal problema es la calidad del empleo; el 31 por ciento, la discriminación basada en género, y el 27 por ciento, la falta de oportunidades y visibilización.1
La inclusión de espectáculos y representaciones de mujeres y disidencias en festivales de música con la participación de financiación pública es inferior al 8 por ciento. En las producciones independientes el porcentaje es mayor, con la inestabilidad y el riesgo económico que eso conlleva. Las mujeres y las disidencias no cuentan con las mismas oportunidades que el resto de los músicos. El colectivo Mydmus trabaja por la inclusión de sus creaciones musicales y el acceso paritario a los escenarios. No solo busca visibilizar su situación de desigualdad y falta de oportunidades, sino que toma la posta para modificar la realidad. «¿Qué panorama cultural, musical, estamos ofreciendo a la sociedad?», se pregunta en la gacetilla del ciclo.
«En general, somos las formadoras de quienes después tienen los espacios abiertos para ser recibidos», dijo Navarro. Contó que alrededor del 60 por ciento de ellas [las músicas] son docentes de quienes suben a los escenarios; sin embargo, deben demostrar constantemente que cantan, que escriben, que lo están haciendo todo bien: «Es mucho laburo para nosotras. Es muy desgastante». Y hay otra cuestión, dijo: la de tener que reafirmar constantemente que están ahí, porque, si no, no les ven. «Nos ha pasado de estar en una sesión en el Parlamento defendiendo la ley de cupo y que un senador nos mire y nos diga: pero y ustedes, ¿dónde están?», contó.
AL PARLAMENTO
El 15 de diciembre de 2021 ingresó al Parlamento el proyecto de la ley de cupo, elaborado por el colectivo y presentado por las senadoras Sandra Lazo (Frente Amplio) y Gloria Rodríguez (Partido Nacional), cuyo principal objetivo es regular el acceso de las mujeres y las disidencias a los eventos musicales patrocinados –directa o indirectamente– por el Estado, para garantizar una remuneración justa y la igualdad de derechos. El impulso comenzó en los primeros intercambios de un grupo de mujeres con la entonces diputada frenteamplista Manuela Mutti, quien, al percibir la falta de pluralidad de voces en los escenarios, decidió citarlas. «Teníamos una fuerte visualización de que todos los festivales tienen una predominancia o univoz masculina», dijo Navarro. Así, comenzaron a soñar con la ley de cupo y a trabajar en el proyecto.2 Querían que fuera transversal, que atravesara todos los espacios.
El proyecto de ley explicita la petición de un cupo paritario de mujeres y disidencias. En los eventos deberán ser, como mínimo, un 50 por ciento de la grilla –teniendo en cuenta las propuestas solistas y el cupo en bandas mixtas– y deberá haber una distribución paritaria en las fechas, los horarios y los escenarios, además de una retribución económica equitativa para todos los artistas. Lo importante, opinó Navarro, es que sea aplicable, porque «hacer una ley es lo de menos»: el reto es llevarla a los escenarios. Expresó también que aún queda mucho trabajo por hacer, que hay que precipitarse, que hay que empujar el cambio, porque hay mucha resistencia. El final del comunicado de Mydmus es elocuente al respecto: «Por una sociedad mejor, por una sociedad que se cultiva y resuelve sus asuntos de forma pacífica. Por una música plural».
1. La publicación completa puede encontrarse en la web de Más Músicas Uruguay o en https://www.masmusicas.uy/wp-content/uploads/2021/01/Equidad-Sonora_MasMusicasUruguay.pdf.
2. El proyecto puede encontrarse en https://parlamento.gub.uy/documentosyleyes/ficha-asunto/153459.
La propuesta de Clarisa Roldán y Daniela González
Brillan y suenan
Ambas músicas se presentan en el ciclo Mydmus el domingo 13 de marzo en la sala Zavala Muniz. Lo harán en formato de banda y entrelazadas en un mismo show, llamado Jazmín.
Daniela González dio sus primeros pasos musicales de niña, de la mano de su padre, el reconocido músico Julio Víctor González, más conocido como Zucará, un artista referente de una época de la música uruguaya, con quien pisó los primeros escenarios, como el Festival del Olimar y el Abrazo del Solís. En 2009 comenzó su carrera profesional integrando la banda del proyecto solista de Gustavo Cordera (exlíder de Bersuit Vergarabat) en los discos Cordera suelto y La caravana mágica (vol. I). Actualmente, tras siete años de vivir en Argentina, regresa a Uruguay para retomar el proyecto familiar con su padre y participar de su último material discográfico, La casa nueva. Ese trabajo fue nominado a los Premios Graffiti y editado por Montevideo Music Group. Con él González inició una nueva etapa como cantautora y solista.
Clarisa Roldán es psicóloga y docente. En 2010 comenzó a compartir en público sus composiciones en diversos lugares de Montevideo y el interior del país, en formato solista (cantautora) y como parte de distintas formaciones musicales, entre las que se destacan la banda Niña Chicle y su proyecto solista, Clarisa y las Cremas. También se ha formado en el arte del clown teatral; en canto, guitarra y composición; en expresión corporal y danza; en psicología y educación. Así, se despliega en estas áreas en diversos ámbitos creativos, educativos y laborales. Compone música y actúa para obras de clown e imparte talleres, para distintas poblaciones, de coro y expresión vocal, teatral y corporal, entre otras muchas tareas. Así, tiene una trayectoria de más de ocho años habitando este entrecruzamiento de disciplinas, en ámbitos tanto formales como informales.
EL ESPECTÁCULO
Estas dos artistas se encuentran ultimando su espectáculo: «Deseamos compartirnos, dar lo mejor de nosotras y entrelazar, de la manera más amorosa y coherente, esta fecha en conjunto». El dúo nació casualmente cuando ambas se presentaron al llamado de Mujeres y Disidencias en la Música Uruguaya (Mydmus), sin saber con quién iban a tocar. Cuando el universo tira magia, hay que estar dispuesta a recibirla. Así, cuando supieron que les tocaba juntas, González y Roldán se pusieron en contacto enseguida. «Fue una grata sorpresa, porque no solo coincidimos en la pasión por la música y el amor que queríamos ponerle a este concierto, sino que nos encontramos de inmediato en el humor y el juego, como niñas que recién se conocen y quieren ser amigas de aventuras. Ese fue un punto de partida fundamental para ambas en cuanto a la creación de un show que promete envolvernos en un aura colorida y magnética», contaron.
Hace un tiempo que algunas mujeres transitan caminos artísticos en los que se proponen no competir unas con otras y no alimentar los pactos patriarcales que las dividen y las enfrentan. González y Roldán representan esa voluntad al potenciarse entre sí y compartir el gesto de habitar juntas su lugar como artistas feministas del campo cultural uruguayo, en una red que después de la pandemia hay que volver a tejer. El sector de la cultura fue uno de los más golpeados, producto de la precarización histórica que padecen sus trabajadores y trabajadoras. Tanto González como Roldán afirman que esta iniciativa de Mydmus colabora con la visibilización y la equidad en la escena musical uruguaya.
—¿Qué admiran una de la otra?
Daniela González: —La composición y la musicalidad de Clarisa, así como su temple para gestionar y compartir. Es un trato amoroso y fraterno, de entendimiento, y, sobre todo, sincero. He aprendido mucho de ella en este corto tiempo.
Clarisa Roldán —Desde el primer día que escuché a Dani me conmovieron su voz y su composición. Pensé: «¿Cómo no nos conocíamos de antes?». Tenemos una gran afinidad musical y personal.
—¿Cómo es la preparación para este show?
R. —En un inicio fue algo abrumador: muchos mensajes, muchos pedidos de producción, mucho que leer y atender. Recibimos ayuda gracias a la experiencia de Clarisa en otras producciones y la carga se alivió bastante gracias a Rocío Pose [producción], quien ordenó los zapallos en el carro. Hoy, sobre la recta final, ya hay una gran fluidez, un gran equipo de trabajo, un conocimiento y un aprendizaje en cuanto a cómo responder a las demandas y las necesidades del concierto, lo cual nos permite enfocarnos en la puesta en escena y en desarrollar el show con la meticulosidad, la belleza y el compromiso que queremos transmitir.
—¿Cuál es el lugar del arte y la música en sus vidas?
G. —La conexión con la música no solo es mi trabajo, sino también un pilar indispensable que me proporciona felicidad y la tranquilidad de estar caminando sobre mi propósito. Partir de ahí me permite pulir la mejor versión de mí.
R. —Si no me expreso a través del arte, me apago. Es esencial en mi camino, para no perder el encanto y la motivación por la vida. Es un modo de sentirme libre y auténtica, soñadora sin límites. También ha sido y es una fuente de trabajo, a través de talleres para distintas poblaciones y centros educativos en general.
Victoria Cestau