«¿Ustedes tienen una evaluación del estado mental de Veronika? Lo pregunto porque yo no sé si ella está en el mejor momento para hacer denuncias.» Esas fueron algunas de las primeras palabras de Álvaro Villar, director del Hospital de Clínicas (HC), cuando Brecha lo consultó –en su despacho en la planta baja del edificio– respecto a las condiciones en las que falleció Jorge Zabalza, el 23 de febrero, en una sala de aislamiento del hospital universitario.
Inicialmente, por falta de camas en la salud pública, Zabalza fue internado en el policlínico CASMU, en la madrugada del 22 de enero. En esa etapa, su mayor problema era alimentario. Necesitaba someterse a dilataciones esofágicas para poder tragar. Este procedimiento se realiza en el HC, motivo por el cual sus allegados insistieron en trasladarlo allí, donde, además, ya había sido atendido con éxito en el pasado. Sin embargo, la familia describió un traslado plagado de dificultades. «La nefróloga me dijo que mandó el informe al HC y que Villar no contestaba las llamadas», explicó Veronika Engler, esposa de Zabalza, a Brecha. Este tipo de descoordinaciones son recurrentes en el relato que hace la familia. Al respecto, el director negó al semanario que hubiera existido algún tipo de retraso y afirmó que «hubo una comunicación absolutamente técnica entre los médicos que estaban tratando al paciente en el CASMU y el HC, y ellos no entendían por qué sacarlo de allí: estaba en excelentes manos».
Durante su internación en el CASMU, Zabalza contrajo dos bacterias resistentes que requieren extremo cuidado para que no se propaguen a los demás pacientes. Una vez que ingresó al HC, fue internado en el noveno piso, sala seis, cama siete, donde está previsto que haya una estructura hospitalaria para aislamientos. Según los familiares, el aislamiento no era tal. Su compañera relató que en el lugar hay cubículos separados con mamparas, cerrados por cortinas que generalmente están abiertas. De acuerdo con Engler, enfrente y a los costados había otros pacientes, algunos con acompañantes y otros no. Todos compartían el mismo pasillo, el mismo baño y la misma ducha. Consultado por Brecha sobre este punto, Villar dijo que el hospital se maneja «de acuerdo a la ordenanza que el ministerio tiene para el tratamiento de bacterias», algo que –agregó– lleva adelante el Comité de Infecciones del HC y es controlado diariamente por la Cátedra de Infectología. Consultado específicamente sobre las denuncias acerca de que el baño de la sala era compartido, Villar no las negó directamente e insistió con la idea de que los criterios para el aislamiento también pueden ser diferentes según cada infección. Admitió desconocer los detalles de esta situación particular.
«Esto no es una cuestión en que llaman personalidades y plantean que hay que hacer tal cosa o tal otra», declaró Villar, y destacó la «independencia» de los médicos frente a los reclamos de los familiares. Asimismo, el neurocirujano expresó que Zabalza «vino en una situación pre mortem». «Hiciéramos lo que hiciéramos, él se iba a morir», sentenció. Sin embargo, el médico subrayó que el equipo del HC se dedicó, según sus competencias, a acompañar el proceso: «En ningún momento lo abandonamos, nunca lo dimos por perdido. Lo peleamos hasta el último día y hace años venimos peleando para alargarle la vida», manifestó.
La familia destacó el impacto de la última internación en la salud mental del extupamaro, en especial durante su estadía en el HC. En el CASMU se le había recetado Zolpidem, un fármaco que lo ayudó a conciliar el sueño y mitigar los episodios de angustia. Una vez en el HC, ese medicamento no se le suministró. Según Engler, luego de algunos intentos –sin éxito– de alertar al equipo médico, ella se encargó de adquirirlo fuera del hospital. Además, explicó que tuvo que guardar el fármaco en la sala, ya que le dijeron que si lo dejaba en la enfermería, «se podría utilizar por error en otro paciente». El doctor Villar afirmó que no existió ni existe una falta de medicación en el HC. Declaró: «No siempre coincide lo que la esposa quiere que tome [el paciente] con lo que el equipo médico considera que se le debe dar. Es muy discutible hasta dónde uno debe dar determinada medicación que pueda provocar el peligro de agravamiento». Aun así, remarcó que en cuidados intermedios esa es una droga que se maneja con frecuencia.
«Que me digas que llegó un día y lo encontró hecho pichí puede pasar en cualquier lado. Que no haya podido cerrar la ventana una noche, es cierto, eso te puede pasar, pero hay cosas que ella relata que son de una persona que no está en uso de sus facultades», manifestó Villar en primera instancia respecto a algunos pasajes de la denuncia de la compañera del fallecido. Frente a la pregunta de si es una práctica normal del hospital que un paciente permanezca más de seis horas orinado, expresó que no tiene ninguna constancia de que esa situación haya sucedido realmente. En esta línea, el director del HC alegó que cuando se reciben denuncias por cualquier vía, incluidas las redes sociales, se hacen investigaciones internas, y aseguró que cada vez que la esposa de Zabalza se quejó por algún motivo, eso se contempló.
«Nosotros abrimos el hospital para que ustedes vengan, saquen fotos, les pregunten a los pacientes y a enfermería. Todos van a decir que no faltó personal.»
Cada área del HC es un mundo. El último año, algunos pisos fueron reacondicionados, y Villar aspira a continuar con varios planes de refacción en lo que resta de su gestión, que inició hace un año y que pretende que sea más extensa que un solo mandato. «En cuatro años no hacés nada», aseguró. Colchones de 18 centímetros, luces sobre las camas de los pacientes, un baño cada dos camas, sillones reclinables para las visitas, pintura, relleno para las grietas del piso y las paredes, una solución para los cables inservibles que cuelgan de los techos y que haya más iluminación natural son algunos de los interminables ejemplos que el director listó en una recorrida por algunos de los pisos del enorme edificio. El octavo piso fue donde Zabalza vivió sus últimos días. Una pintura amarillenta y descascarada recubre las paredes de las habitaciones, y lo común –por ejemplo– es que las ventanas no tengan manijas de donde agarrarlas. La enfermería, pequeña y mal iluminada, se encuentra en un extremo del corredor, y a lo largo están las habitaciones. La de Zabalza era la cama diez; no obstante, a pesar de estar a pasos de la enfermería, él relató a su familia que era imposible comunicarse con el personal. Aún más en el estado de debilidad en que se encontraba. Si tenía un problema, contactaba por celular a su esposa y ella –desde afuera– se comunicaba telefónicamente con el piso. Villar afirmó que Zabalza era controlado por cámaras, «algo que solamente tienen los pacientes que se encuentran lejos de la enfermería o en aislamiento».
Un extraño episodio completa el panorama. «Dos o tres horas antes del fallecimiento de Jorge Zabalza ingresó alguien a la sala con identidad falsa y hasta ahora no se me pudo explicar qué sucedió», dice el escrito presentado a nombre de la familia Engler por los abogados Pablo Ghirardo y Juan Fagúndez ante la dirección del HC el miércoles pasado. El escrito expone, a su vez, que «todos los hechos narrados […] fueron comunicados al señor director, pero no hemos obtenido noticias, lo cual nos angustia, dado que se trata de hechos inciertos previos al fallecimiento de nuestro ser querido». También pide que «se investigue, se hagan las acciones administrativas y judiciales necesarias para brindar la máxima certeza sobre los hechos denunciados». Villar también procuró poner paños fríos sobre este asunto. El director del HC aseguró a Brecha que la investigación administrativa sobre este tema comenzó antes de recibir el escrito. Por lo demás, se limitó a decir que la persona de la que hablan los abogados ingresó por «vigilancia» y lo hizo con un carné que demostraba tener la «autorización adecuada para verlo». Insistió con que hay una investigación en curso, aunque «no vimos ningún elemento irregular ni nada». Consultado sobre la identidad de la persona, por si efectivamente entró a la sala como médico forense del Poder Judicial y por si se tiene la certeza de que esa visita no tuvo ningún vínculo con los ribetes de la internación, Villar se negó a dar detalles, pero narró que el hombre «saludó a Zabalza y se retiró». El director del HC no pudo asegurar si el carné era falso o no, tal como presume la familia. Ante la pregunta de por qué un médico forense debía ver a Zabalza a altas horas de la noche –inmediatamente antes de que se constatara el fallecimiento–, aseguró que «en cualquier hospital del país» basta con «demostrar el oficio de médico» para poder pasar a ver a cualquier paciente.