La pieza se enmarca en un ambiente original para la escena teatral: un salón de fiestas infantiles. Bruno Acevedo Quevedo, autor representante de la dramaturgia joven, trabajó durante algunos años animando estos eventos y su cercanía con lo relatado hace que lo allí visto le permita cierta apropiación. En su primera puesta, Ruido (2019), el autor se acercaba a un hecho real ocurrido en una fiesta electrónica; en Castillo Inflado vuelve a trabajar sobre la línea que transita entre realidad y ficción al hacer referencia a un fatídico hecho ocurrido tras la muerte de un niño en un salón de fiestas infantiles. Si bien la pieza no aborda el tema de manera directa ni realista, lo utiliza como insumo o puntapié para crear una dramaturgia que, mediante el formato de falso documental, también transita la farsa como modo de denuncia de un universo con claroscuros. A la vez, profundiza en la imposibilidad de generar un relato exacto de lo ocurrido y en las diferentes miradas que construyen la memoria de una realidad que se torna difusa e inexacta.
¿Qué modo de contar tiene la generación Z? Sabemos que estos nativos digitales ven todo a través de las pantallas y las redes sociales. Y hay mucho de todo ello en la forma de construir la escena que propone Acevedo: su relato escénico se encuentra atravesado por estos lenguajes visuales, que se transforman en una manera de narrar. Hay una realidad que se desdobla en dos: la escena con actores que representan personajes parodiados en roles arquetípicos y un falso documental que duplica a esos personajes en una realidad mediada, pero más cercana a lo verosímil. Este desdoblamiento puede responder a dos intereses: una denuncia de hechos que, evidentemente, son complejos y tienen varias aristas, y una representación de la doble vida de las personas que transitan el mundo real mientras se desdoblan en avatares digitales y crean una realidad paralela. La pata audiovisual del proyecto, con una excelente realización técnica, estuvo a cargo de Claudio Quijano y cuenta con las actuaciones de actores de conocida trayectoria, como Sebastián Calderón, Paola Larrama, Carla Moscatelli, Pablo Musetti, Alejandra García, Leonardo Pintos y Catalina Navajas.
El montaje aprovecha los diferentes lugares de la sala Vaz Ferreira para transformarlos en posibles espacios de proyección de imágenes. Así, la dramaturgia se va construyendo dentro y alrededor de un fuerte contenido transmedial. Además de la proyección del falso documental, que muestra a los personajes en una situación de interrogatorio tras los hechos ocurridos en el salón Castillo Inflado, hay referencias a los diálogos y conversaciones por Whatsapp de las dueñas del salón y una voz en off, a cargo de Rogelio Gracia, que expone las acotaciones y los apartes del texto original, lo que despierta más imágenes en la mente del espectador. Tal vez este afán de develar todos los detalles del texto hace que el montaje se torne redundante y que el ritmo pretendidamente ágil por momentos se estanque. Hay una lucha entre la exposición y el protagonismo del texto y la necesidad de darle vida escénica.
Más allá de los aspectos técnicos, la presentación de este universo infantil en modo de parodia grotesca expone conceptualmente ciertas denuncias sobre los peligros de una alimentación excesivamente sintética, las formas vinculares de cariño que se establecen a través del consumo, el hiperestímulo, los baches en las herramientas de integración y, desde el mundo adulto, las condiciones de trabajo alejadas del ideal y las dificultades al mantener un emprendimiento empresarial con los vínculos familiares rotos. El elenco, conformado por Mathías de León, Ximena Echeverría, Sofía Ferreira, Nicolás Muñoz, Facundo Rojo, Germán Weinberg, Jessica Yaniero y Mariana Queijó, responde a las líneas de dirección mientras intenta acompañar la dinámica que ensambla sus discursos con el lenguaje audiovisual que los envuelve y acompaña. Con Castillo Inflado, Acevedo Quevedo sigue profundizando en sus búsquedas estéticas y formales mientras se afianza como una voz autoral reconocible que transita líneas de creación que cruzan el arte escénico con el audiovisual.