—¿Han tenido algún tipo de acercamiento con la Intendencia de Montevideo?
—Sí, estamos en contacto con las autoridades. De hecho, en marzo nos reunimos con la directora del Departamento de Cultura, María Inés Obaldía, y su equipo. Nos informaron que las jineteadas continuarían y se retomarían las actividades. También nos dijeron que mejoraron algunos elementos para evitar que los animales se lastimen tanto y que tomaron en cuenta el pedido que habíamos hecho de incluir más personal veterinario, porque, hasta el momento, había uno solo para todos los animales. Este año tendrán dos. Por supuesto, nuestro mayor interés era explicar por qué creemos que las jineteadas deben suspenderse. Ese era el motivo principal de la reunión.
—¿Qué otros cambios han logrado?
—Hace cuatro años logramos instaurar algo muy novedoso en las criollas de Montevideo: el observatorio. Nos dan permiso para ver las instalaciones, acompañados por las autoridades y el veterinario. Vemos cómo llegan las tropillas e inspeccionamos todo el lugar. Vemos dónde descansan los caballos, cuántos animales hay y el lugar donde viven las personas. También observamos el traslado de los animales. Esto es algo que no tiene ningún tipo de control: es el tropillero quien decide cuántos animales traer, a cuántos meter en ese camión, cuántas horas deben estar sin descanso, si vienen de Durazno, Río Negro o San José. Eso debería ser controlado como parte de la actividad. Este año nos permitieron seguir con el observatorio. Otra cosa que hacemos es pedirle a la intendencia, después de cada sesión, la cantidad de animales y personas que se lesionaron.
—¿Tienen los datos de 2019?
—Aún no los tenemos. Los vamos a pedir cuando finalice la Semana Criolla. Sabemos que murieron dos caballos y que el jinete que se cayó no murió, pero terminó hospitalizado. Sabemos que nuestra presencia y la presión sobre las autoridades ayudan a que la situación mejore un poco. En Montevideo las jineteadas se hacen una vez por año, pero en el interior del país es donde realmente deberemos enfocarnos: allí se hacen todos los fines de semana.
—¿Hicieron alguna petición específica para esta Semana Criolla?
—Para este año volvemos a pedir que se involucren las autoridades del INAU [Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay], porque entendemos que esta actividad debe ser prohibida para los menores de forma urgente. Esto de dejar que los niños se acostumbren al maltrato animal, lo acepten y vean a los animales como un entretenimiento es algo que debemos cortar desde ya. También pedimos que el INAU se pronuncie sobre otras actividades que se hacen en el resto del país. En el interior se hacen festivales todos los fines de semana, como el chancho enjabonado y el raid, en los que el abuso es constante. No hay ningún tipo de control, ni un veterinario ni nada. Queremos que el INAU se pronuncie sobre estas actividades crueles, en las que creemos que los niños no deben participar. También solicitamos que a los caballos se les haga un estudio de cortisol para medir su estrés. Nuestro trabajo como plataforma consiste en involucrarnos desde el punto de vista legal y científico para tener una argumentación real, tajante, para demostrar que hay maltrato y para que, así, las personas projineteadas ya no puedan argumentar que el animal no sufre. Con este estudio se muestra el estrés antes, durante y después. Sobre esto nos informaron que en esta Semana Criolla no habrá cambios en cuanto a la entrada de menores y que el análisis de cortisol queda a estudio. También estamos haciendo una petición online y juntando firmas para que la Junta Departamental de Montevideo prohíba las jineteadas mediante un decreto y derogue la ley 17.958, que dice que las jineteadas son un deporte nacional.
—¿Plantean suspender solo las jineteadas o todo el evento de la Semana Criolla?
—Entendemos que es un evento cultural. Apoyamos el folclore y la cultura de nuestro país. Entendemos también que hay que mostrar la diversidad y las diferentes formas de vivir en el interior y celebrarlo. Pero nos oponemos a que haya animales de por medio y a que se los maltrate. Siempre proponemos que la Semana Criolla siga, con danza, arte, música, comida, artesanía y todos los elementos representativos de nuestra cultura, pero saque la parte de maltratar a los animales. Más que nada, nuestra meta es terminar con las jineteadas en Montevideo, aunque esto sigue en el interior. Estamos empezando una campaña fuerte, investigando y exponiendo un poco más lo que pasa allí. La plataforma está integrada por 32 organizaciones y está en todo el país. Pero el interior es bravo: nuestros compañeros han sido agredidos y amenazados.
—¿Qué tipo de amenazas han recibido?
—A las personas, directamente. Si alguno de nuestros activistas se atreve a acercarse a decir algo, les dicen: «Salí de acá, que te voy a matar». Incluso en los raids, que son carreras de larga duración, en las que a veces los caballos mueren y en las que ha habido accidentes terribles. Tenemos documentación, filmaciones. Es un entorno bastante agresivo, en el que se fomenta todo tipo de apuestas, cosas ilegales, y en el que hay cero control.
—¿Están trabajando con algún legislador?
—Hemos presentado varios proyectos de ley. Uno muy interesante busca que se tipifique como delito el maltrato animal, porque hoy en día eso no está en el Código Penal. Uno puede matar a un perro a palazos y, a lo sumo, recibir una multa. Nosotros presentamos este proyecto de ley con la Asociación Animalista Libera, justamente para que en el Código Penal estén el maltrato, el abandono, la violación y la muerte de animales en todas sus categorías. Les hemos presentado el proyecto a varios legisladores de todos los partidos.
—Se han presentado dos proyectos de ley para controlar las jaurías. Desde su punto de vista, ¿cuál sería la solución o el principio de la solución para ese problema?
—La castración es fundamental. Debe ser masiva y gratuita, y debe hacerla el Estado. El Instituto Nacional de Bienestar Animal está trabajando en el tema. Hasta el momento no se está haciendo ni la tercera parte de las castraciones prometidas. Es muy importante también responsabilizar a quienes tienen animales. Por eso creemos que tiene que haber más que multas: tiene que ser algo fuerte, para que la gente realmente reaccione y se tome en serio la responsabilidad de tener un animal. También pedimos que se fomente la adopción y se regule o directamente se prohíba la venta de animales, que es todo un mercado ilegal y tremendo, en el que hay mucho abuso y abandono. Pero falta voluntad política para avanzar en estas cosas. Nadie descubrió nada nuevo: son todos planes que se han concretado en otros países latinoamericanos y han funcionado con mucho éxito.
—Cuando se prohíben, muchas actividades terminan haciéndose a escondidas, con peores consecuencias. Ustedes plantean que se prohíban las jineteadas.
—Nosotros propusimos que se prohibieran las carreras de galgos en Uruguay, lo que se logró mediante un decreto presidencial. Y sí, se dijo mucho que iba a haber clandestinidad, pero no sucedió. Los vecinos están atentos y si ven que hay carreras, llaman al 911. En ese caso, las autoridades deben ir al lugar, desarmar todo y multar. También hubo incautaciones. O sea que no: prohibir nos da un margen legal para actuar. Va a pasar, creemos, con las jineteadas. Es difícil, porque están tan arraigadas que tenemos que trabajar en un plan educativo para cambiar estas cabezas, para que se entienda que el animal no es nuestro, no es nuestra propiedad, por lo que no podemos hacer con él lo que queramos.
—¿Están realmente tan arraigadas en la cultura o tiene más incidencia el poder que las gremiales rurales ejercen en las autoridades políticas?
—Pasó con Christian di Candia. Cuando en 2019 murieron dos caballos, dijo: «Basta. Hay que cancelar esto. No puede ser», y se le vino todo el mundo encima. Sí, hay mucho dinero atrás de esto y mueve a mucha gente. También está el poder de los medios, que mueven la cultura y deciden qué se debe popularizar y qué no. Es todo un tema de poder y de plata.