Derribando murmullos - Semanario Brecha

Derribando murmullos

Un perfil de Verónica Alonso

La diputada aspira a llegar al Senado, en una campaña similar a la que la llevó con presteza a la otra Cámara en 2009. Esta vez al autofinanciamiento propagandístico se le suma el apoyo de fieles vinculados a Misión Vida para las Naciones, del pastor Jorge Márquez. Su base electoral ya genera suspicacias en Alianza Nacional. El respeto que se ganó a partir de sus votos, su tortuosa relación con Francisco Gallinal, y su ardua búsqueda de una “pata wilsonista”, son tres aristas de este perfil, que inaugura la incursión de Derecho de Piso por las tiendas de los partidos fundacionales.

 

Es martes a la noche en Belvedere, y el club de bochas local está abarrotado de vecinos que asisten a una charla del “Guapo” Larrañaga, que está de gira por los municipios montevideanos. Adentro, el líder aliancista es flanqueado por Ana Lía Piñeyrúa, Pablo Abdala, Jorge Gandini y Verónica Alonso. Un concejal
inaugura la charla con planteos sobre alumbrado, limpieza y transporte, pero deviene en una arenga electoral de los cuatro diputados. Fuera del club unos 40 militantes rompen el silencio de un barrio que ya tiene los comercios cerrados y las paradas vacías. Al salir, Larrañaga recoge algunos cantos de adhesión. Gandini saluda a algunos vecinos. Otro tanto hacen Abdala y Piñeyrúa, que luego se alejan por las calles ya oscuras del barrio.
Verónica Alonso, sin embargo, tiene hinchada propia. Y 15 minutos después del acto sigue firmando autógrafos y posando para las fotos. La mayoría de los saludadores tienen camisetas estampadas con la foto de ella y Larrañaga, y banderas con los dos apellidos, al modo de una fórmula electoral. “Olé, olé, olé, olé… Verooo…Veroooo…”, se escucha al pulso de unos tachos de pintura utilizados como tambores. Son en su mayoría jóvenes del barrio Los Bulevares que responden a una suerte de coordinador, y llegaron en una camioneta que arrastra un cartel luminoso con la cara de ella y Larrañaga. En el dorso de unas tarjetas con fotos del dúo cada vecino puede escribir una propuesta.
Los cuatro diputados montevideanos que concurrieron al acto son parte de la lista 2014, en la cual todos serán candidatos a convencionales en las internas del pn. Luego, cada uno lanzará una lista departamental para “marcar votos” y así definir posiciones en la lista nacional. Hay una mecánica de los actos acordada en Alianza Nacional (an): dentro de los locales, toda la simbología corresponde a la 2014. Si algún miembro quiere llevar sus propias banderas y seguidores debe concentrarlos fuera del local. Y la financiación corre por cuenta de cada uno, no sale de la caja de la 2014. Así se ha hecho hasta ahora, y también en Belvedere. Allí, todo el despliegue en la calle corrió por cuenta de Alonso, explican sus colegas de lista.
Pero aunque creen que sus métodos son “legítimos”, según pudo saber Brecha, dentro de an no todos están de acuerdo con la estrategia de Alonso. Ven que ha lanzado una carrera de exposición personal, cuando todavía no es tiempo ni para desplegar banderas, ni gente propia, y cuando los recorridos por los municipios deberían darle protagonismo a los vecinos. Y hay más suspicacias: apuntan que la diputada utiliza una militancia no tan tradicional para el “wilsonismo”. Muchos de sus seguidores pertenecen a los hogares Beraca, dedicados a rehabilitar adictos a las drogas, como parte de la obra social de la Misión Vida para las Naciones, la Iglesia del pastor Jorge Márquez.
Alonso trabaja con Beraca en asentamientos de Punta de Rieles, Piedras Blancas, barrio Mausa y Cerro Norte, donde “sin ayuda del Estado” sostiene algunos merenderos, cuenta a Brecha. Ella dice que su vínculo con Beraca no tiene fines político-electorales. Los integrantes de esa comunidad se dejaron ver en Belvedere. Allí estaba uno de sus más fieles seguidores: “Gavo” Silveyra, yerno del pastor Márquez. Silveyra también aparece en afiches, junto a Alonso y Larrañaga.
En an perciben que Alonso ya está en una campaña similar a la de las últimas elecciones, caracterizada por un fuerte despliegue promocional que la catapultó con 35 años a la Cámara de Representantes, con financiamiento propio. Ahora Alonso apuesta a un premio mayor: el Senado. En 2014 de cada tres lugares en las listas uno tiene que ser femenino, y sus correligionarios la ven como número puesto.
NO ES DE BUSCHENTAL. Casi en la otra punta de la ciudad, Verónica Alonso recibe a Brecha en su casa de Carrasco. Detrás de un muro con cerca electrificada (hace poco fue víctima de un robo), se erige una casa moderna de dos plantas, con estética minimalista y jardín al frente. Abundan las líneas rectas y los grandes ventanales. El blanco inmaculado de los muebles es interrumpido por una escalera de madera rústica que conduce a un segundo piso, similar a un loft.
“Yo no soy de Carrasco”, aclara cuando se la consulta sobre el perfil oligárquico que pesa sobre buena parte del Partido Nacional. “El barrio que me vio nacer es el Prado. Y ni siquiera el Prado de Buschental. Es el de Capitán Basedas”, cerca de la cancha de Estocolmo. Procura eludir un sayo oligárquico; según ella, una construcción abonada por la izquierda. Dice ser prueba viviente de lo contrario: “Voté mucho mejor en todas las zonas complicadas de avenida Italia al norte, que en Carrasco o Pocitos”.
Su escuela y parte del liceo transcurrieron en el Prado. Fue alumna del Sagrada Familia, pero terminó secundaria en el liceo 28 de Pocitos. Para ese entonces se había mudado a Avenida del Libertador y Valparaíso, donde vivió hasta que se casó. En 1992 entró en la Udelar a estudiar relaciones internacionales. Allí comenzó una militancia en la Corriente Gremial Universitaria (cgu) de la Facultad de Derecho, donde hoy los blancos siguen teniendo fuerza. Nunca participó de las ocupaciones de la época, porque creía que perjudicaban a los alumnos “de más bajos recursos”. La huelga “alargó” sus estudios, por lo que se cambió a la ort, donde terminó recibiéndose.
La familia fue siempre muy activa en el pn y de allí viene su gusto por la política. El abuelo, José Eudocio Alonso, fue director de la Colonia Santín Carlos Rossi. Su padre, Jorge, fue dirigente de Canelones y ocupó la secretaría general de la Intendencia, en acuerdo con Tabaré Hackenbruch. De raíz wilsonista, su padre (preso 12 días durante la dictadura) era de esos blancos como hueso de bagual con un sentimiento profundamente anticolorado, que ella dice no heredar. En los almuerzos de familia se insistía con que a Wilson le habían robado la elección del 71. Había –cuenta– un fuerte rechazo al régimen militar, pero también a la “sedición” tupamara.
—¿Cómo viste el gobierno de Lacalle desde la perspectiva de una familia wilsonista?
—A pesar de que se bajó la inflación, la pobreza, capaz que se hubiera podido reforzar el proyecto social y popular de Wilson, que no estaba en el Herrerismo, que siempre fue más liberal. Yo también soy liberal y comparto la concepción que Lacalle [aquel] mostró con respecto a las empresas públicas. Un país tiene que buscar la manera de ser más eficiente y una de las alternativas es la asociación con privados.
—¿Y qué sentís que tenés de wilsonista?
—Es una buena pregunta… –hace una pausa–. El énfasis en el proyecto social de Wilson, que quizás el partido lo tuvo pero no con el énfasis que hay que tener. También la grandeza de dar gobernabilidad en la transición democrática. Hoy eso hace falta. Dar la mano al gobierno, más allá de las diferencias y los costos personales que eso implique.
—¿Pero en lo concreto, en lo programático, qué rescatás?
—Podemos analizar punto por punto el programa de “Mi compromiso con usted”, pero cada idea es hija de su tiempo. Yo puedo hablar desde lo general, y parece muy abstracto hablar del proyecto social que Wilson hubiera querido para el país. Quizás lo programático se choca con la realidad hoy. Cuando se discutió el icir algunos dijeron que eso era lo que Wilson quería con la reforma agraria que elaboró en la cide, pero hay cosas que cambian con el tiempo. Hoy sería impracticable.

ENGAÑADA POR UN TITULAR. Desde que dejó la cgu no se sintió identificada con ningún grupo del partido. Estaba en la búsqueda de “la pata wilsonista” –con la que declara identificarse–, y se acercó a Correntada Wilsonista (cw), de Francisco Gallinal. No se abocó a la militancia cuerpo a cuerpo, sino para aportar “desde el punto de vista técnico”. Luego de un pasaje por el Instituto Manuel Oribe, del Herrerismo, se sumó el Instituto Aportes, de cw, en una asesoría vinculada a los estudios internacionales.
El trille político partidario recién llegó cuando decidió candidatearse a diputada en 2009. La campaña fue recordada dentro de an por su fuerte inversión publicitaria. Se llegó a manejar que invirtió cerca de medio millón de dólares en publicidad y que contaba con la ayuda de su esposo, Marcel Gerwer, un operador inmobiliario. Ella explicó que obtuvo recursos de la venta de un apartamento en Punta del Este que estaba a su nombre (Brecha, 15-V-09).
Con exigua militancia estudiantil o en la juventud del partido, y sin intervención notoria en las grandes ligas, Alonso admite que le “cobraron” el hecho de ser una recién llegada a la política que sustituyó historial político con publicidad. Ese fue su derecho de piso: “Cuando algunos hacen el racconto dicen que participaban junto a Wilson en aquellos tiempos de ebullición. Yo era joven en ese entonces y como no tuve una militancia tan activa me lo han hecho notar, pero hago oídos sordos a los rumores”.
Alonso dice autofinanciar sus campañas porque no le quiere deber nada a nadie más que a la gente que la votó. Por ello, se reconoce una privilegiada en la política: “Ojalá otros tuvieran la misma posición y posibilidad. Le haría bien a la actividad política. Los que no están en condiciones de sacar lista, por razones de tiempo, dedicación o dinero, dependen de que el dirigente de arriba los lleve. Entonces eso los condiciona ante el jefe del partido o ante el que les facilitó la financiación de la campaña”.
Llegó a Diputados en 2010 por la agrupación 333, una subdivisión de la lista 33 de la cw. Pero después de tres años, hoy cae en la cuenta de que el wilsonismo de Correntada lo encontró “sólo en el nombre”. “Con el tiempo encontré una bolsa vacía de wilsonismo. El título puede ser atractivo, pero cuando uno está ahí y siente que ni la práctica, ni las actitudes corresponden a la identidad de Wilson… El wilsonismo es un tema de actitudes, y no de intereses individualistas, ni búsqueda de protagonismos con temas de agenda”, dice.
Aunque evita relatar el episodio si no se le pregunta, esas actitudes invocan a Gallinal. Mientras Alonso estaba de viaje por Israel, el senador presentó una carta al Directorio blanco y a la Corte Electoral modificando la lista 333 y dejándola afuera. La carta tenía firmas falsificadas. Alonso denunció el caso ante la Comisión de Etica del pn y ante el Directorio, que anuló el trámite. Estuvo a punto de hacer la denuncia penal. Lo pensó mucho, pero la familia y el partido la convencieron de que eso hubiera hecho un daño mayor al pn.
—¿Qué rol le asignás a Gallinal en tu carrera política?
Queda en silencio, con una sonrisa entre nerviosa y cómplice. Alonso junta coraje, y responde:
—Sirvió para aprender lo que no hay que hacer.

EL RESPETO DE LOS VOTOS. Cuando Lacalle se bajó de toda candidatura porque no “entendía a la sociedad, ni la sociedad lo entendía a él”, Alonso –narra– empezó un período de reflexión sobre a quién quería apoyar. Concluyó que (por experiencia legislativa y ejecutiva en la Intendencia de Paysandú) el que está en mejores condiciones de enfrentar al fa es Larrañaga. Su destino entonces fue Alianza Nacional. “Es un hombre que me genera confianza, te marca algo seguro.” Valora que no es “tan viejo” como Vázquez y no “muy joven”, como Lacalle Pou, a quien proyecta para 2020. “[Larrañaga] Asegura la gobernabilidad y se desdibuja en la división entre progresistas y conservadores”, apunta.
Alonso se ve en la frontera ideológica entre el Herrerismo y el wilsonismo. Se define pragmática: “Las diferencias están en la impronta de la gestión, quizá Alianza es más popular y el Herrerismo tenga una mirada más liberal”. No es partidaria de los programas de gobierno, “porque nadie los lee”. En cambio le gusta hacer énfasis en cinco o seis temas grandes. Su discurso transita por los mismos caminos trillados por la oposición. En seguridad, ensaya desde la elección pasada el discurso “tolerancia cero”. “En mi casa me robaron hace 20 días y no estaba adentro. Empezamos a justificar la delincuencia con que no nos lastimaron. Quienes delinquen ven que las consecuencias no son graves.” Su postura a favor de bajar la edad de imputabilidad (definida mientras formaba parte de cw) la aleja de Larrañaga, que ya se pronunció en contra. “Lo hablé con él, y Alianza no va a cambiar su postura ni yo la mía. La libertad primero que nada.” En el tema educación se ve quizás su lado más liberal, insiste en la idea de financiar con fondos públicos liceos de gestión privada y “buenas prácticas educativas”, siguiendo el modelo del liceo Jubilar. En estos dos temas marcará los déficits de gestión, aunque tendrá una posición proclive a continuar las políticas económicas o respecto a otros instrumentos, como el Mides. “Ni loca saco la ayuda social del Mides, pero daría la medicina para que esas personas salgan caminando solas…, el hábito de salir a buscar trabajo por sí mismas. Sin el hábito no tienen ni libertad ni dignidad para trabajar.”
Alonso aspira al Senado, aunque también presentará listas a la diputación tanto en Montevideo como en el Interior. Y con un lugar para una mujer en el Senado garantizado por ley, algún peso pesado caerá: “Si el peso pesado es una bolsa vacía con título de gran honorable, y no marca votos, realmente está bueno que se baje”. Sobran las referencias sobre el destinatario del mensaje.
Mientras emergen las similitudes con su anterior campaña, admite que “siempre están esos comentarios” que le adjudican ser sólo un gran despliegue de imagen: “Me respetaron por los votos. Podés comprar un cartel o una bandera pero el voto legitima al dirigente político. Es la legitimidad para poder actuar con más fortaleza, y derribar el murmullo de que Verónica Alonso es sólo una campaña publicitaria. Eso se cae por sí mismo y en cada instancia hay que renovar la legitimidad. Eso es lo que va a pasar en junio y en octubre, cuando vamos a salir a marcar”. Marcar en Belvedere, en Los Bulevares, en Cerro Norte, o en los barrios más remotos de Montevideo y el país.

Religión y política
Yo te lo advertí

Desde el liceo Sagrada Familia recibió formación católica. Tomó la comunión aunque nunca se confirmó. “Nunca fui defensora de la Iglesia como institución. Creo en Dios pero nunca fui practicante.” Hace 14 años se convirtió al judaísmo, después de conocer a su esposo. Fue una decisión propia, para marcarle un camino a sus hijos en cuanto a lo que es ser judío, “no desde lo religioso, sino desde la práctica de la mitzvah, que es hacer el bien”. Estudió casi dos años y se convirtió. La formación religiosa sí condiciona su actividad política, y dice no poder votar aquello que va en contra de sus creencias. Votó, por convicción, en contra de la despenalización del aborto.
—¿Cómo viviste el fracaso del pre referéndum por el aborto?
—Yo advertí en la interna del partido que era un riesgo entrar en esa instancia. No lo hice público por respeto a los que trabajaban en eso. Nunca hice campaña, porque entiendo que la vida no se plebiscita. Y además entendía que si llegamos a un gobierno del pn con la intención de derogar la ley, íbamos a tener un pronunciamiento popular contrario a cuestas que no podíamos desconocer. Entonces era riesgoso y negativo.

Contraseñas

Entre risas dice que “hay gente que me dice que soy un embole. No tomo alcohol, no fumo y nunca probé marihuana. Tampoco estigmatizo a quien lo haga”. Dice no tener amigos cercanos que consuman. Su hobby es andar en bici y correr, actividades que alterna con ejercicios en el Lawn Tenis de Carrasco.
Lecturas. Está leyendo, Como el Uruguay no había, del politólogo Juan Carlos Doyenart, que “habla de cómo se fueron construyendo algunos mitos de la sociedad uruguaya”. Le gustan los libros de historia y la investigación periodística. No se engancha con las novelas.
Música. “No soy muy musiquera.” Preferentemente: The Police, Sting, y U2; aunque sus hijas, Camila de 10 años, Delfina de 7, y Violeta de 9 meses, la hacen escuchar cumbia, “Gangnam Style” y One Direction, cuyo recital ya está agendado como actividad madre-hijas.
Imágenes. “Me encanta el cine.” Lo último que vio fue Hijo de Dios, que cuenta el atentado de la amia desde la perspectiva de un terrorista palestino. Woody Allen es su director favorito: “Cuanto más vieja, más le entiendo la cabeza. De joven no tanto”, dice. Del neoyorquino rescata Matchpoint y Roma con amor. Televisión no mira nada salvo algún informativo de última edición, Santo y seña, Código país y Bendita Tevé.

Artículos relacionados