La semana pasada hubo atentados masivos en Irak (otro más: decenas de muertos), en Estados Unidos (otro más: 13 muertos en una dependencia de la marina en Washington, asesinados por un francotirador: “hay una epidemia de violencia en nuestra sociedad, provocada por las armas; no hay sociedad avanzada en el mundo que se enfrente a la violencia armada a la que se enfrenta Estados Unidos”, dijo el presidente Barack Obama). Y hubo sobre todo una masacre en Nairobi, la capital de Kenia, en la que al menos 77 personas fueron acribilladas en el centro comercial Westgate. Hay también 180 heridos y varios desaparecidos que permanecerían como rehenes de los atacantes. Entre los muertos hay dos peruanos, franceses, ingleses, sudafricanos, holandeses, chinos, canadienses. Figura también el poeta de origen ghanés Kofi Awoonor, ex presidente del Consejo de Estado y ex embajador de su país en Cuba, Brasil y las Naciones Unidas. Awoonor, de 78 años, que había viajado a Nairobi para participar en un festival literario, era un militante anticolonialista de larga data.
Los asesinos, que entraron al centro comercial en la noche del sábado vestidos de negro y disparando contra todo lo que veían, son del grupo Al Shabab (“La juventud”), una organización surgida en la vecina Somalia, país en guerra desde hace veinte años, en el que entre 2008 y 2011 controló casi dos tercios del territorio y donde aplicó a rajatabla la sharia, la ley islámica. El grupo, integrado por entre 5 mil y 8 mil combatientes, nació como milicia de los tribunales islámicos que se hicieron con el poder en Somalia en 2006, prometiendo “restaurar el orden y la seguridad” en un país desmoronado desde 1991. Cuando llegaron al poder, los shebab contaron con el apoyo del empresariado somalí y financiación exterior. Pero el grupo se inspira en la versión saudita (wahabí) del islam, cuando la mayoría de los somalíes son sufíes. En los últimos años fueron muchos los templos sufíes destruidos por los shebab.
El hecho de que la organización –ligada a Al Qaeda desde 2011– haya atacado en Kenia es debido a que ese país es uno de los principales de las fuerzas que la Unión Africana (ua) envió a Somalia para combatirlos. Los 17 mil soldados de la ua lograron desplazar a los integristas de las principales ciudades que controlaban, y éstos han prometido golpear a los países que alimentan la misión “donde más les duela”. En 2010 atacaron en Kampala, la capital de Uganda, matando a casi ochenta personas que veían por televisión la final del Mundial en un local comercial. También llevaron a cabo otros atentados en Kenia y en Burundi.