Como a varios otros músicos, a Jeff Beck lo conocí en el auto de mi padre. El recuerdo me lleva a mediados de 2004, suena una música de corte roquero, pero con cierto aire jazzero, una guitarra eléctrica lleva el liderazgo. En un momento, escucho que el instrumento hace algo que soy capaz de escribir con letras: meún meeeeuuu. Eso me quedó pegado en el oído porque era la primera vez que escuchaba una guitarra hacer un sonido plausible de ser vocalizado, de transformarse en onomatopeya. Esa guitarra estaba hablando. Después lo supe: era un pique –exactamente en el minuto 2.33– del tema «You Know What I Mean», del disco Blow by Blow (1975).
Como a todo adolescente, me resultaba inevitable generar idolatrías hacia cada novedad. Pero resultaba que Jeff Beck ya era un ídolo hacía años: era un dios de la guitarra. Con el tiempo aprendí acerca de los problemas que tiene la práctica de endiosar personas. La idea de dios supone algo eterno, algo que siempre ha sido, y si un guitarrista es un dios, de alguna manera, es porque siempre lo fue. Eso no nos permite concientizar sus procesos, reconocer que en efecto existieron y, para el caso de Jeff Beck, notar que la evolución fue constante a lo largo de su vida, siempre puliendo y profundizando sus ideas al punto de replantearse gran parte de lo que había hecho previamente.
En una entrevista que le hicieron en 2013 en Sky Arts,1 Jeff habla de sus influencias. Para cada ejemplo, agarra su guitarra y muestra cómo eso quedó impregnado en sus dedos. Eso demuestra cosas muy lindas: por un lado, que hay artistas que no necesitan fanfarronear y mitificar sus trabajos; que reconocen, y con amor, aquello que otros les aportaron. Por otro lado, comprueba que Beck no tenía vergüenza en mostrar que, para llegar a lo suyo, tuvo que imitar primero lo que más le interesaba y le gustaba. Es que Jeff tuvo referentes e ídolos y había sido –y seguía siendo– como cualquier otra persona.
Su primera gran banda fue The Yardbirds. Leí que suplantó a Eric Clapton, asumo que eso dice algo bueno. Me puse a escuchar el único disco de estudio que grabó con la banda, Roger the Engineer, de 1966. De nuevo quedé impactado porque, además de disfrutar de todo su despliegue de creatividad en la guitarra, me topé con «Over, Under, Sideways, Down», un tema en el que logra melodías que rozan el grito, tan o más vocales que esa primera música que llamó mi atención en el auto de mi viejo. Es que Jeff pintaba el blues como muchos otros, pero su paleta de colores era realmente distinta. Su guitarra era vocal, su tocada tenía un enfoque sónico.
En esa época ya estaban apareciendo otros en esa línea, como Jimi Hendrix, pero el ímpetu de Jeff, su potencia trazaban algo único, muy especial. En la teoría musical occidental la sistematización que hay sobre las notas –o alturas– y el ritmo es ampliamente mayor que la que hay sobre cualquier otro parámetro. Por ejemplo, la dinámica tiene sus distintos niveles y denominaciones, pero, a diferencia de las alturas y el ritmo, no cuenta con valores discretos cuantificables. Do es do, y tenemos hasta un valor frecuencial para esa nota en una determinada afinación. Ahora, ¿qué es una dinámica fuerte?, ¿cuál es su valor exacto? Lo mismo, y tal vez más drástico, sucede con la clasificación de los gestos en el instrumento. Ahí hay una especie de nebulosa, algo que para muchos es un problema; para mí, es justamente allí donde yace la posibilidad de transmitir cosas no imaginadas. Y es ahí donde entra la magia de Jeff, porque su foco estaba en esos lugares y con un gran nivel de conciencia. ¿Cómo lo hace?, se preguntaban en el pasado, nos seguimos preguntando. Jeff estaba muy seguro: trabajaba con su intuición hasta volverla tangible, material, concreta.
En la profundización de su estilo pasó primero por el blues-rock y por las primeras formas de rock pesado. En los setenta entró al mundo del jazz fusión, que estaba en auge. Quienes habían iniciado el estilo y estaban a la delantera eran músicos que venían del jazz. ¿Qué podía hacer un guitarrista roquero como Beck? A diferencia de muchos músicos de rock que intentaron hacerse pasar por jazzeros y se deshicieron de aquello que hacían muy bien, Jeff siguió siendo el mismo y se preguntó cómo lo suyo podía moverse en ese nuevo terreno. En retrospectiva, podemos entender que no fue en pos de algo netamente estético: era Beck descubriendo un espacio en el que podía expandir aún más aquello que venía desarrollando hacía tiempo.
Por los ochenta hizo un cambio radical: soltó la púa y empezó a desarrollar una nueva técnica con los dedos. Esta consistía en tocar las cuerdas con el pulgar, mientras que con sus otros dedos controlaba la palanca de vibrato y las perillas de volumen y tono de la guitarra. Lo radical está, sobre todo, en haber tomado esa decisión: deben ser muy pocas las personas dispuestas a replantearse toda su técnica, el sustento primordial de su trabajo, luego de años de una carrera consolidada y reconocida a gran escala. Jeff nos ayuda a vislumbrar algo interesante: concebimos el desarrollo de una técnica como una herramienta para llevar a cabo nuestras ideas, pero rara vez concebimos la técnica como una idea en sí misma. Para Beck, su manera de tocar la guitarra no era una herramienta, era parte de su concepto. No había separación. Por esto, a diferencia de lo que sucede con la mayoría de los instrumentistas, era notorio que mejoraba con los años. Uno puede afirmar que en 2005 tocaba mejor que en 1975. Además, en sus videos se nota que, a medida que pasaba el tiempo, disfrutaba cada vez más de lo que hacía. Para Jeff, envejecer era algo bueno.
Hizo un gran tour mundial hace unos meses y el 10 de enero falleció, a los 78 años. Los dioses no mueren, las personas, sí. Los dioses no viven una vida en busca de algo, y Jeff siempre estuvo en un proceso de búsqueda, hizo de todo para acercarse a eso que lo guiaba y así, aun en su radicalidad, logra sonar cercano, humano, nuestro. De los dioses yo no he aprendido mucho. De Jeff Beck, sí.2
1. Disponible aquí.
2. Para entrar en contacto con el trabajo de Jeff Beck, recomiendo comenzar por esta lista de temas: «Over, Under, Sideways, Down» (Roger the Engineer, 1966), «Beck’s Bolero» (Truth, 1968), «You Know What I Mean» (Blow by Blow, 1975), «Blue Wind» (Wired, 1976), «Guitar Shop» (Jeff Beck’s Guitar Shop, 1989), «Blast From the East» (Who Else!, 1999), «Cause We’ve Ended as lovers» (Live at Ronnie Scott’s, 2007).