A fuerza de repetir - Semanario Brecha

A fuerza de repetir

Aunque los resultados del Monitor Educativo 2015 sean considerados alentadores, desde Secundaria admitieron que es hora de revisar el instrumento de la repetición y dar lugar a nuevos formatos escolares para lidiar con la extraedad y el rezago. Por otro lado, una encuesta de bienvenida pinta a los chiquilines en lo que son, lo que quieren y lo que esperan.

Foto: Pedro Pandolfo

Futbolista. Esa fue la respuesta de la mayoría los liceales de primer año preguntados sobre qué quieren ser cuando sean grandes. Luego recién aparecieron otros clásicos, como veterinario, médico o profesor. “Me gustaría dedicarme a la política y llegar a ser presidenta”, lanzaba otra de las consultadas en la Encuesta de Bienvenida 2016 realizada en mayo a 36.373 estudiantes. Y luego un desfile vocacional: “Quiero ser primero abogado, después ingeniero o poeta escritor”, “Quisiera ser una gran futbolista y diseñadora de ropa”, “Me gustaría ser biólogo marino, un bailarín o psicólogo”.

Los datos también mostraron que a los chiquilines les interesa sobre todo escuchar música (en su mayoría música tropical) y participar en las redes sociales. A la mayoría le interesa el cine como expresión artística y un 30 por ciento confesó que no lee habitualmente, mientras que otro 29 por ciento sigue cuentos de terror o novelas fantásticas. Lo que más valoran del docente es “que sea claro en su explicación” y “que se preocupe por que aprendas”, incluso más que sea divertido o “que se preocupe por ti”. En su mayoría estudian solos, tratan de memorizar y recurren a sus madres como primer recurso frente a dudas en los deberes.

Un 54,6 por ciento tiene expectativas de llegar a la universidad, casi un 30 por ciento de terminar el liceo o la Utu, y un 15,6 por ciento aspira a terminar tercero de liceo. “Me gustó completar esta encuesta, sirve para que los profesores me ayuden con base en lo que quiero y me gusta”, resumió uno de los adolescentes.

PROMOVIDOS. Pero los que se llevaron toda la atención esta semana fueron los “alentadores” resultados del Monitor Educativo Liceal 2015. Que la promoción de estudiantes aumentó por cuarto año consecutivo (un 6 por ciento entre 2011 y 2015) fue el destacado. También que las notas de pasaje de curso han mejorado y la mitad de los promovidos lo hace con calificaciones de seis o siete. Y que a pesar de que durante 2015 se registró una leve caída de la matrícula en el ciclo básico (según el Ine se redujo la población en edad de asistir al liceo, además de cierto “traspaso” a la educación técnico profesional y a la educación privada), en 2016 la matrícula se incrementó y hoy se atiende a 236.245 estudiantes, 6.584 más que el año pasado.

El Monitor también mostró que hay 34 liceos más que en 2005, y en simultáneo se redujo la cantidad de estudiantes por grupo, lo que en teoría debería mejorar las condiciones de aprendizaje: en promedio pasaron de 30 estudiantes a 26 por clase.

El informe anual de tendencias educativas también arrojó otras cifras menos auspiciosas: en lo que tiene que ver con el fenómeno de la “extraedad”, uno de cada cuatro liceales tiene 18 años o más. Y uno de cada tres estudiantes comienza primer año de liceo con más edad de la que corresponde. Además, 41,4 por ciento de los estudiantes de los liceos diurnos tiene al menos un año de extraedad y la mitad de ellos acumula dos o más años de rezago. Es un fenómeno “heredado” que arrastran desde la escuela, señalaron las autoridades el lunes pasado, pero también “generado” en secundaria.

En pocas palabras, el riesgo de que los chicos abandonen el liceo crece sensiblemente si no promueven el curso, y más aun cuando se combinan la repetición y la extraedad. En cambio, los que pasan de año difícilmente dejan de anotarse al año siguiente.

Margarita Romero, directora de Planeamiento Educativo del Consejo de Enseñanza Secundaria (Ces), aseguró que mirando estos resultados del Monitor se vuelve una meta urgente revisar los planes y programas, enfatizar el trabajo con los estudiantes extraedad y avanzar en la renovación curricular. “¿No será hora de analizar el instrumento de la repetición?”, se preguntó al final del lunes.

REPETIDOS. “Son mejoras relativas y modestas con respecto a situaciones que están muy estructuralmente instaladas en el sistema educativo uruguayo”, dijo a Brecha Pablo Martinis, director de la carrera en ciencias de la educación de la Facultad de Humanidades. Y agregó: “Lo que rescato es la voluntad de poner en discusión la estructura. Discutir la repetición es discutir la estructura misma”. Para el pedagogo es importante que la autocrítica venga de las propias autoridades del Ces.

Según Martinis, el trabajar siguiendo a los alumnos repetidores o con extraedad con dispositivos específicos (como Uruguay Estudia o Aulas Comunitarias) conlleva el riesgo de acentuar cierta segregación del chico y terminar por excluirlo, cuando lo que se pretende es precisamente lo contrario. Además, la relación educativa supone la trasmisión de un contenido desde el docente al chico, pero para que eso ocurra es necesario “un adulto que esté realmente disponible para reconocer con quién está trabajando, es probable que si uno corre de un salón a otro no construya estos lazos. Del otro lado, si un estudiante tiene en una misma mañana clases con cuatro o cinco adultos distintos, es poco probable que se establezca ese víncu-
lo. Hay que pensar dónde está fracasando el dispositivo de enseñanza”.

“Todo tiene que ver con el encuentro, es difícil que circule el conocimiento si no hay un previo reconocimiento del otro. Y ahí hay que preguntarles cómo hacen los que logran resultados”, agregó. Según Martinis, la clave está precisamente en ir a buscar y escuchar a aquellos docentes que están llevando adelante experiencias diferentes, “aquellos que construyen alternativas a un sistema que es expulsivo” y que casi nunca aparecen en los ámbitos representativos docentes.

Por otro lado, Pedro Ravela, ex director ejecutivo del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) y coordinador del primer informe sobre el estado de la educación en Uruguay (2014), coincide en que los resultados presentados por Secundaria son muy alentadores, pero advierte que falta ver qué pasa con los aprendizajes, y eso se verá recién a fin de año con evaluaciones como las pruebas Pisa. “La mejora en la promoción sería una buena noticia si los rendimientos mejoran a la par, si bajaran diríamos que estamos promoviendo pero al costo de que aprendan menos”, advirtió a Brecha.

Según Ravela, la discusión sobre el instrumento de la repetición “es una larga historia de fracasos”. Para el investigador es una pérdida por donde se lo mire: está demostrado estadísticamente que los repetidores siguen rezagados y nunca terminan de recuperarse, los obligan a cursar todo el año de nuevo cuando es imposible que no hayan aprendido nada de lo que se les enseñó durante el curso, además está demostrado que influye negativamente en términos de identidad personal y académica que el estudiante quede desligado de su generación… Y los argumentos siguen.

“El problema de fondo es que seguimos enseñando cosas que no sirven para los estudiantes”, dice Ravela. Las mejoras en la promoción –y de la mano, las dificultades– se dan hoy en las materias que se enseñan tradicionalmente en el liceo, orientadas sobre todo a la universidad y a que el estudiante memorice y repita: “Hay cierta obsolescencia en lo que les estamos enseñando. El esfuerzo está en tratar de que los jóvenes logren cosas cuando en realidad no tiene sentido aprenderlas” (véase recuadro).

Según Ravela, para presentar alternativas a la repetición hay que detenerse a pensar en dos cosas: qué es lo que realmente es importante que aprendan, y recién entonces comenzar a pensar las formas y los mecanismos para el apoyo y el acompañamiento temprano de esos chiquilines, antes de que el rezago se acumule.

  1. Los datos fueron presentados el lunes 20 de junio en el liceo número 17 y pueden verse en www.ces.edu.uy
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Utilidades

Matemática es nuevamente la asignatura menos salvada por los liceales. Física, química y ciencias físicas le siguen como las materias con menor nivel de aprobación. En el otro extremo aparecen educación sonora y musical, educación física e informática, con porcentajes de aprobación del 80 por ciento.

“No creo que nuestros liceales sean excelentes atletas y malos matemáticos, sino que el profesor de educación física sabe que tiene que tener una cierta adecuación y flexibilidad con las posibilidades de cada chiquilín”, explicó Pedro Ravela a Brecha, mientras que en las ciencias duras el profesor no tiene más remedio que reprobar si no se consigue el resultado exacto.

Esa adaptación en lo que se considera aceptable es muy necesaria, dice Ravela. “No le pido a un chico que físicamente no puede hacer la rueda de carro o el paro de manos que lo haga igual. En cambio el profesor de matemática pretende que todos sepan dividir entre tres cifras cuando ya casi nadie trabaja sin calculadora, o que usen complejas ecuaciones cuando muchas veces no es visible su utilidad real en la vida diaria del chico”, o directamente “exige que todos comprendan el mismo nivel de abstracción, cuando en realidad la matemática pura le interesa a sólo un 5 o 10 por ciento de los estudiantes”.

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