No podría contar todos los pensamientos que se me han aproximado, la mano negra que tira de mi cuerpo en el sueño, como diciendo “soy una luz violeta, de nuevo/ soy una de ellas; estoy sola”.
Que me cuentan de nuevo la historia de la gravedad, de la tristeza; es quizás su ternura que renació –“soy una de ellas; estoy sola”– sosteniendo y alimentando sus encantos, esos que supo ocultarme a mí, esos que habito todos los días.
Ahora que fui empujada al silencio, apretada entre extraños que no quieren saber mi nombre, y “mi cuerpo, deseándote buena suerte”; espero ser perdonada por lo que cultivé en mi gigantesco jardín de hombres, rodeada por todos sus hermanos –son sus nombres dispares los que le dieron forma al tuyo–; qué tierna la manera en que el cuerpo creció, aferrándose a sí mismo como si fuese el océano, aferrándose al suyo como si fueran “restos salados erosionando los años de cuidadoso diseño/ de la ciudad de su juventud”.
Que sepa que perdono la arena que carga en sus pies, la mugre debajo de sus uñas, el pelo que lleva enredado alrededor de la muñeca.
Y es que puedo ver cómo lo que carga se suaviza, verde; cómo fue que su mente empezó a crecer con forma de pétalos, como lo hicieron las de sus hermanas –son esos los nombres que le dieron fuerza al suyo.
Que me cuente ella la historia de la gravedad, de la tristeza, “cómo fue que te viste en mí,/ tu hija mayor, dentro de tu vestido favorito”, floreciendo salvaje desde adentro. Como si fuesen sus huesos los que cantaran, no las aves que carga en sus brazos. Tal vez siempre fue ella el origen de la ternura. “Que se siente conmigo, sola. Que cante por qué renace con las historias de reinas, de cualquier cosa que tenga alas.”
Que me cuente ella la historia de la gravedad, de la ternura.
Que vuelva teja la etimología de los nombres, que se revierta en ellos, que se vuelva ángel.
Que me cuente ella la historia de la gravedad, de la ternura. Que pause cuando mencione los nombres, que se detenga para pronunciar cada una de sus letras. Que florezca mi propio pasado a partir de su lengua.
Que me deje usar su voz como guía.
Que me deje usar su voz como guía para crecer, sabiendo que “nunca hubo demasiado tiempo y nunca lo habrá”.
Originaria de Oahu, Hawai, Babette Cieskowski vive actualmente en Columbus, Ohio. Su trabajo fue editado en diferentes revistas estadounidenses y en la antología Poetas emergentes de Ohio, de la editorial Z.