Uruguay tiene diversas formaciones musicales que son parte esencial de su tradición cultural: la cuerda de tamboriles, el coro y la batería de murga y, por cierto, el cuarteto de guitarras integrado en realidad por tres guitarras y un guitarrón. El cuarteto de guitarras se institucionalizó definitivamente tal vez a la luz de la repercusión popular que tuvo el gran Alfredo Zitarrosa, acompañado por maestros de la guitarra popular como Mario Núñez, Hilario Pérez y Julio Cobelli, pero dicha formación existía desde mucho antes, por ejemplo en el acompañamiento de la enorme Amalia de la Vega.
Con el devenir de las generaciones, ese esquema guitarrístico irresistible en el que las tres guitarras tejen sus armonías y el guitarrón se encarga de las frecuencias graves, como una suerte de remedo del contrabajo, se ha mantenido fiel a la tradición.
El Cuarteto Ricacosa, formado en 2006, es uno de los más reconocidos cultores de esa modalidad guitarrística entre los músicos jóvenes, contando ya con tres discos editados y una amplia labor en escenarios de nuestro país, Latinoamérica y Europa.
En 2008 editó con Ayuí su primer disco, Bien parejito, y en 2010 el segundo, Cimarrón, con el mismo sello. En ambos el grupo hizo una interesante amalgama de temas instrumentales y cantados, así como de composiciones propias y temas históricos del género tanguero y la canción de temática rural, en general de autores uruguayos.
Se esperaba entonces con expectativa su tercer disco, Gurí, editado en 2016 y presentado oficialmente el pasado 4 de noviembre en la Sala Zitarrosa.1
Ricacosa está formado por Matías Romero, Camilo Vega y Sebastián Rey en guitarras, siendo Rey también uno de sus dos vocalistas, y Martín Tejera en guitarrón y voz. Han logrado una fina amalgama de voces entre las tres guitarras y el guitarrón, y en Gurí esas guitarras suenan más afiatadas que nunca, fruto de años de tocar y tocar y conocerse a fondo. Hay un uso más sabio de la dinámica, generando muy bien climas que van desde el fortísimo al pianísimo y pasando por todas las posibilidades intermedias, dosificadas con invariable buen gusto.
Ricacosa no exhibe un virtuosismo llamativo en la intervención solista de una guitarra, su fuerte está en el trabajo conjunto. En este disco los temas instrumentales mantienen el nivel de los trabajos anteriores y son un auténtico placer y un verdadero tributo a los maestros que hace muchas décadas desarrollaron esta modalidad guitarrística.
En los temas cantados es donde se pueden señalar algunas salvedades. La mayoría son propios, con letras que apuntan a un público joven, incorporando términos del habla de hoy, aunque sean entonados con voz de malevo propia del tango de los años veinte del siglo pasado. Por momentos, ese anacronismo es divertido y llamativo. Con el correr de los temas, puede sonar más a caricatura que a una estética definitivamente contemporánea. El público –hay que decirlo– parece haber disfrutado de palabras de hoy entonadas como lo harían Gardel y Magaldi. En definitiva, una modalidad que el público dirá hasta dónde tiene larga vida.
Todos los temas son del cuarteto excepto la bellísima milonga “Mate amargo”, de Amalia de la Vega sobre poema de Tabaré Regules, interpretada por los dos cantantes con ejemplar respeto, y la no menos bella milonga “La fulana”, del gran Alberto Mastra en colaboración con Luis Caruso, que también es un punto fuerte del disco. Se destacan los instrumentales “Gurí”, con su cadencioso ritmo de “litoraleña” al mejor estilo de “Qué pena”, de Zitarrosa, y el tango “A Mario Núñez”. Los temas propios cantados no exhiben melodías demasiado atractivas ni letras memorables. Están, sí, muy buenas “La catinguda”, de Martín Tejera –esta sí con una muy linda letra–, y la tierna “Del sentido humano”, también de Tejera, dedicada al nacimiento de un hijo y cantada con absoluta sobriedad.
En resumen: Ricacosa suena mejor que nunca y sigue mostrando, aun con reparos, su gran aporte a una larguísima tradición bien oriental. n
Eduardo Rivero
Gurí. Cuarteto Ricacosa. Ayuí, 2016.