Al mismo tiempo - Semanario Brecha

Al mismo tiempo

Había contrabandeado poemas en letras de canciones, o era que esas letras eran leídas como poemas, al menos por muchos. Había editado ya algunos, pocos, en “56 canciones y un diálogo”, pero la publicación de “Intro” señala la mayor incursión explícita de Fernando Cabrera en la poesía. El libro, rojo, gráficamente exquisito, se acompaña de un dvd que registra un concierto casi íntimo en los míticos estudios ion de Buenos Aires. Fue editado por Ayuí y presentado hace pocos días en el teatro Solís.

—Empecemos por el principio, por el título del libro –Intro–, que tiene esa triple característica de ser a la vez una introducción a tu poesía, una antología de tu obra como cantautor para públicos no iniciados y el primer recital grabado en el que tocás vos solo con tu guitarra.

—La tercera característica no llegó a ser deliberada. Después de grabar me di cuenta de que sin querer había cumplido con ese pedido que me hacen desde hace años, sacar un disco yo solo con la guitarra. Respecto al título, bueno, la palabra “intro” forma parte de la jerga de los músicos, de los ensayos, de las partituras y es, obviamente, la abreviatura para “introducción”. Se le llama “intro” a la estructura del comienzo, que puede tener equis compases, mientras el tema todavía no empezó. Me gusta esa palabra, corrientemente uno la escribe en la partitura encerrada por un rectangulito. Evidentemente tiene muchas connotaciones y no me puse a pensar exactamente cuántas ni cuáles, pero me pareció que era bueno como título: es breve, se aplicaba a esas tres cosas que mencionabas y quizás a algunas más, y por eso es también útil, en el mejor sentido de la palabra.

—¿Y cómo te parece que funciona al revés, es decir, la poesía para los que no te conocen y el recital para quienes han acompañado el desarrollo de tu carrera?

–El recital es una especie de antología y hay una razón para haber incluido el dvd en el libro. Porque esto es importante: para mí este objeto es un libro, yo publiqué un libro, no un disco ni un dvd. Lo de incluir el recital en dvd es posterior y tiene más bien que ver con la posibilidad de mostrarle a alguien que nunca me escuchó qué es lo que hago de una manera sencilla. No está dirigido a los seguidores de toda la vida, aunque probablemente también lo disfruten. Es para poder decir “éste soy yo” a un ecuatoriano, un nigeriano o un noruego; así soy yo en vivo con la guitarra y esto es lo que he estado haciendo todos estos años. El dvd surge a partir de un ofrecimiento del documentalista argentino Ariel Hassan. Él ha hecho varias cosas interesantes, entre ellas un documental sobre Atahualpa Yupanqui muy en profundidad, en cuatro capítulos que duran más de una hora cada uno… Hassan también trabajó en el canal Encuentro e hizo más de cuarenta unitarios con un artista cada vez, un proyecto conducido por Lalo Mir. Este programa se hizo en el estudio ion, que es donde grabé el recital de Intro. Se usaba la infraestructura y tecnología del estudio para las tomas de sonido, el recital se hacía en una noche, con muy poco público, y Hassan contaba con la otra parte del equipamiento, es decir, todo lo referente a cámaras, incluso un aérea con grúa.

—El trabajo de cámara, edición y montaje es muy bueno…

—Y la iluminación, todo. Es un regalo que me cayó del cielo, gente generosa que me ofreció hacerlo. El equipamiento del estudio es de una calidad impresionante, pero también está la carga afectiva, porque por ahí han pasado músicos increíbles en los últimos cincuenta años. El técnico de sonido sigue siendo el que grababa a Troilo, a Piazzolla, a Vinícius, a Charly.

—También pasaron varios músicos uruguayos por ion.

—Sí, hubo un sello muy interesante que se llamó De la Planta, a principios de los años setenta, aunque duró dos años nomás. Lo había puesto Jorge Abuchalja, que hoy organiza los almuerzos de adm. Él siempre tuvo un talento empresarial muy grande y además tocaba en Los Delfines: creó ese sello y en un año y medio publicó un montón de cosas hermosas, con una gráfica increíble. En De la Planta salieron discos como Totem, Mateo solo bien se lame, Camerata… entre muchos otros. Ellos tenían un convenio con ion, por lo que todos esos discos se grabaron ahí, en una noche, era más barato. Totem se grabó así, en un rato, en doce horas, todo el primer disco de Totem que es increíble.

—Pero volviendo un poco a lo que decías antes, que considerás a Intro como libro. Y sin embargo, algunas declaraciones tuyas me hicieron pensar en un cierto gesto de pudor al publicar poesía.

—Esto lo vengo escribiendo hace muchos años, puliendo, juntando, dejé afuera algunos poemas, incluí otros. No sé si me da pudor, más bien creo que no. Ya me animé una vez en el 92, si bien ahí los poemas estaban un poco camuflados porque el libro daba a entender que era de canciones. Se llamó 56 canciones y un diálogo y ya ahí meché algunos poemas. Antes, incluso, cuando saqué mi primer disco solista en el 84, El viento en la cara –un long play, como se decía, un vinilo diseñado por Maca, precioso–, ya adentro traía, del mismo tamaño del long play, que era 33 por 33 centímetros, cuatro hojas que, de los dos lados, tenían poemas míos y las letras de las canciones del disco entremezcladas. Así que a los veintipocos años ya me había animado a mostrar esa cara de “mirá que también escribo esto”. Es una cosa que hago de alguna manera para el público que tengo. De vez en cuando les muestro lo que escribo a ver qué les parece. No soy un poeta de oficio, ni tengo el caudal de producción para publicar regularmente. Escribo de vez en cuando, como un aficionado. Tal vez de ahí venga eso, la impresión de pudor.

—Para vos está clara, entonces, la distinción. No considerás entonces que tu letrística pueda ser leída como poesía…

—En realidad creo que yo considero que casi todas las cosas pueden leerse como poesía. Esa es una vieja duda que no sé…

—Es una vieja duda que nunca se termina de saldar…

—Es un tema de vehículos, en definitiva. No estamos hablando de esencia, sino de soporte. Porque puede haber poesía en alguna de mis canciones, tal vez no en todas. Me parece que la cosa es así: tal vez en alguna de mis canciones haya fragmentos que sean poéticos. Tres versos. O dos estrofas. O de tanto en tanto una canción entera cuyo lenguaje pueda considerarse poético. Yo he trabajado mucho con el lenguaje y también le he errado mucho. La canción popular se supone que trabaja con lo coloquial, sin rebusques, sin el intento de innovar radicalmente. Lo popular se supone que trabaja con el habla, con lo más inmediato, con lo que todo el mundo pueda comprender. No un regodeo para los pocos que están acostumbrados a la poesía. Yo hago canción popular, no sé si siempre ajustada a esto que estoy diciendo pero me he preocupado en los últimos años por simplificar y tratar de tender a ese lenguaje de la canción.

—Pero es una falsa dicotomía contraponer lo popular a lo poético. Lo poético no siempre está en lo rebuscado o en lo críptico aunque es verdad que se requiere una conciencia del lenguaje y sus posibilidades. Pero eso está mucho en el habla popular. Yo creo que en tus canciones hay muchos recursos que son de la poesía, tanto formales como lingüísticos…

—Hay un gusto innato en mí por jugar con las palabras, por darles un giro, buscar los significados, eso está presente y estoy seguro que está allí hasta cuando escribo un correo electrónico. Que cada palabra tenga un rol claro, o no, para el caso de que uno se proponga que no lo tenga. Combinarlas entre ellas. Hay un trabajo formal, cómo no, me preocupa lo formal en la canción.

—¿Cuando te ponés a escribir sabés a priori si lo que vas a hacer será poesía o será canción?

—Y no. Me doy cuenta al rato. O promediando. No sé bien el mecanismo porque no es claro.

—Bob Dylan, uno de los cantautores más acosados por este asunto decía “a todo lo que puedo cantar le digo canción, a todo lo que no puedo cantar le digo poesía”. Todos los años se da la misma discusión cuando se acerca el Nobel de literatura, algunos académicos ponen el grito en el cielo, otros lo defienden…

—Se merecería el Nobel. Dylan ha hecho más por la literatura del siglo xx que muchos literatos.

—Hace poco hice un trabajo sobre antologías poéticas uruguayas del siglo xx y en la mayoría de los casos, con la excepción de Washington Benavides, los entrevistados, todos antólogos, consideraban que la distinción entre poeta y cantautor, entre poesía y letra de canción, era tajante. Y sin embargo Benavides estaba más que dispuesto a considerar a gente como Eduardo Darnauchans y Osiris Rodríguez Castillo entre los poetas uruguayos. Parece que, a diferencia de otros países, acá la separación que se hace es mucho más radical, con lo que en Uruguay al menos la discusión no está ni remotamente saldada.

—Pero también podemos preguntarnos si es una discusión que valga la pena o si se trata de un debate bizantino al que le podemos dedicar muchas horas sin llegar a nada. Para mí lo central es encontrar lo poético en todas las cosas: en una película, en un aviso publicitario, en el título de un diario. La poesía aparece y se va. Es una ocurrencia fugaz. Una frase de alguien, dicha al azar, a veces encierra una muy buena metáfora. Me parece que la discusión excede a Dylan o a Serrat, excede incluso a las canciones propiamente dichas. En todos lados puede haber una idea interesante o una frase emocionante, bien construida. Siempre estamos al borde de la visita de la poesía, así que tal vez no valga la pena discutir tanto. La entrevista va a quedar aburrida, además. Hablemos de otras cosas.

—Es altamente probable que no lleguemos a una conclusión, pero mientras discutimos vamos pensando. Porque vos mismo decís que cuando empezás a escribir no sabés si el resultado va a ser un poema o una canción, pero que en algún momento lo sabés, y eso es por algo. ¿Qué es ese algo que te indica que agarraste para un lado o para el otro?

—El ritmo. La regularidad o la irregularidad de los versos. Si es regular tiene más chance de ser una canción. Si cada verso tiene la misma cantidad de sílabas, si hay una acentuación regular, se te arma sola la melodía. La melodía viene con el verso. Ahora, a veces me pasa que los versos se vuelven más irregulares. Uno tiene doce sílabas, el siguiente tiene siete y el otro diez. Las acentuaciones son irregulares. O hay una rima que aparece tres versos después. Entonces es difícil que eso pueda ser una canción porque tengo que hacer una música rarísima, que cambia todo el tiempo. Si ustedes se fijan, en una canción siempre hay una pequeña célula melódica a la que podés recurrir a lo largo de toda ella. Si en cambio todos los versos son distintos, la melodía va a ser complejísima, tenés que inventar una melodía para cada línea y la canción quedaría muy densa, rarísima.

—El poema tiene además un tempo diferente, arranca, acelera, frena…

—El poema se mueve solo y chau. Y a mí me gusta eso. Cuando me doy cuenta de que me metí en algo así sigo en esa línea formalmente más libre o busco una cosa formal pero relacionado a eso que ya tengo, a esos versos medio irregulares que me aparecieron. Por ahí regularizo la irregularidad repitiéndola y hago una segunda estrofa que tiene exactamente la misma métrica extraña que la primera.

—Es un poco gracioso que un libro de poesía titulado Intro tenga una voluntad introductoria bastante desconcertante. Quiero decir, no es un libro que te reciba con los brazos abiertos…

—Bueno, no sé qué decirte. Ni siquiera sé si eso es una crítica o un halago.

—En mi opinión hay una carga de extrañeza importante, tanto desde el punto de vista formal como lingüístico o temático. Creo que es un libro que no se rinde a la primera lectura y en ese sentido no es tan diferente a tus canciones.

—Si es así me alegro, porque siempre la intención al escribir es que el lector pueda volver un poco después y se encuentre con otro texto. La poesía permite eso más que ningún otro género y uno apuesta a compactar en pocas palabras muchas ideas. Hay un trabajo de compresión y la intención es que exista esa posibilidad de que exploten muchas ideas a un mismo tiempo; de ahí el trabajo con las figuras poéticas, como la metáfora.

—¿Hay algún poeta que identifiques como una voz afín a la tuya? No me refiero tanto a influencias sino más bien a esas genealogías que a veces se forman inesperadamente.

—No me doy cuenta. Tal vez hace unos años hubiera podido responder mejor esa pregunta. Actualmente estoy un poco alejado de determinado tipo de lecturas. Antiguamente yo buscaba a los autores y los seguía. Ahora leo un poco lo que cae en mis manos. Lo mismo me pasa con el cine e incluso con la música.

Y POR EL SUR EL RÍO DE LA PLATA.

—Te escuché decir en la radio que leías más bien ensayos, de temas como el tango…

—El tango es una vieja afición, de la infancia, te diría. Siempre tuve una actitud de estudio con el tango, de gran curiosidad e investigación, sus ramas, sus épocas. Me interesa el tango, pero es más amplio el asunto porque me interesa más bien la música del Río de la Plata en su conjunto, a la que el tango pertenece. Esta zona del mundo ha dado una música que se diferencia de lo que se hace, por ejemplo, en el norte argentino, o en Brasil. Es acá, en la cuenca del Plata. Me gusta muchísimo la música de esta región, de lo que hay registro, claro, que no abarca más que cien o ciento veinte años. El tango me parece riquísimo, sobre todo en lo musical, no es tanto lo letrístico lo que me atrae de él. No termino jamás de conocerlo. Y me da un poco de pena lo poco que se lo conoce acá, la poca bola que le dan las nuevas generaciones de músicos. Nadie sabe quién es De Caro o Arolas, nadie conoce bien la obra de Troilo. Sin embargo todos están al día de lo que pasa sobre todo en el mundo anglosajón. Manejan montañas de información. Ahora, les preguntás si alguna vez escucharon la orquesta de Di Sarli o de Pugliese y no tienen la menor idea. No distinguen, no saben cómo está orquestado, cómo tocaban esos instrumentistas, cómo eran las composiciones, de dónde vienen, y sobre todo el brutal valor que yo le atribuyo al hecho de ser originales. Es invento nuestro como sociedad. El tango, esa forma de tocar, esas armonías, ese ritmo. Un invento del Río de la Plata. Igual que la milonga, la cifra, el estilo, la vidalita. Eso es algo que me interesa y me entretiene. Escucho, estudio, compro libros, investigo, pero sin otro fin que pasar el tiempo y revolver en esa vieja conciencia de tratar de ser de donde se es. Asumir la responsabilidad que tengo de elaborar un producto artístico que yo sé que tiene una pequeña llegada en esta sociedad, sentirse responsable de ser un eslabón: y para eso tenés que estudiar para atrás, todo lo que pasó antes que vos, cosa que muy pocos hacen. Hay que echarle a todo eso un vistazo. Porque además esto pasó hace muy poco. Fue ayer. No estamos hablando de hace trescientos años.

—Tu último disco de estudio se llama Bardo, lo que también juega con el tema de la poesía y la canción…

—Tiene otra connotación, la de “hacer bardo”, pero veo que volvemos al tema del poeta y el cantor… Pero también con lo que venimos hablando de la región y el lugar adonde se pertenece. Uruguay es un sitio en que la canción es altamente poética. No es de ahora. No es solamente Darnauchans. No, desde que arrancó. Aníbal Sampayo, Marcos Velázquez, Anselmo Grau, Ruben Lena, Víctor Lima, Zitarrosa. Leés las canciones de ellos en el papel y son poesía. Hay un cuidado formal, hay mucha inspiración poética en la canción uruguaya. Después vienen Lazaroff, Darnauchans… Mateo es poético. Si será poético. Es algo que está en el aire en Uruguay. No es raro que mis canciones tengan un perfil poético. Si es mi herencia…

—¿Y a qué puede deberse que esto sea así en Uruguay?

—No pasa sólo con la música. Uruguay es un país de creadores. Yo tengo una teoría, pero no sé, porque después me agarran los sociólogos y me matan… Yo creo que se debe a la prevalencia que tuvo la clase media durante todo el siglo xx uruguayo. La enorme cantidad de familias que podían consumir cultura, mandar a sus hijos a estudiar música, comprar el piano o la guitarra. Muchas bibliotecas, muchas discotecas. Una clase media a la que la ilustración le importaba, una escuela pública que proporcionaba excelente educación.
Imaginate la primera vez que la gente escuchó a Zitarrosa en la radio. Y eso era lo popular, lo masivo. Él logró, entre otras cosas, hacer exitosos en la ciudad repertorios que eran eminentemente rurales. Lo mismo pasó con Los Olimareños. Y para mí eso es un milagro.

—¿Creés que a partir de Intro vas a publicar poesía regularmente?

—Sí, una vez cada veinte años. Así que el próximo libro sale en el 32. Voy a dejar todo preparadito, apilado en la mesa de luz, por las dudas. Mi ritmo de trabajo no es muy intenso, al menos no respecto a la poesía. No soy Washington Benavides.

—¿En qué estás trabajando ahora?

—Estoy con un disco nuevo que ya empecé a grabar, está bastante avanzado pero va a salir el año que viene. También estoy haciendo la música para una película argentina que se llama Por un tiempo y que dirige Gustavo Garzón. Es el debut de él como director, no sé si lo ubican como actor, trabajó bastante en telenovelas. Uno de los productores de la película es Daniel Hendler, que creo que también supone un debut, esta vez como productor. Además estoy preparando un arreglo para un homenaje a Larbanois-Carrero: va a salir un disco en el que distintos artistas interpretamos canciones de ellos. Y estoy por irme a Buenos Aires, a presentar Intro en el Ateneo, que ahora cambió de nombre y se llama ND Teatro.

—Para terminar y volver a la molesta dicotomía cantor-poeta: en Book of Longing, su primer libro de poemas en veinte años, Leonard Cohen escribió uno titulado “Thousands”, que dice así: “De los miles/ que son o quieren ser conocidos/ como poetas/ tal vez uno o dos/ son genuinos/ y el resto son impostores/ vagando alrededor de los recintos sagrados/ tratando de lucir auténticos./ De más está decir/ que yo soy uno de los impostores/ y esta es mi historia”. En Intro se incluye un poema titulado “Soñé que era poeta” que tiene que ver con todo este asunto que nos ha entretenido tanto y también me parece que es una guiñada al propio libro…

—Es más bien un guiño a mis amigos poetas y editores. Grandes militantes, siervos de la poesía. No lo había visto como vos decís, que dialoga con el libro mismo, pero puede ser.

—Curiosamente, es uno de los poemas que más se acerca a una canción… yo le encuentro aire de milonga.

—Es muy canción sí, más fluido, con rima.

—¿Estás ansioso por saber que dirá la crítica especializada en poesía sobre Intro?

—La verdad que no. ¡Ese es mi único temor! Pero bueno, me someto, qué le voy a hacer.

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