En los últimos años se vino imponiendo en Uruguay la modalidad de biografía musical que consiste esencialmente en entrevistas con el músico biografiado. Es una forma mucho menos sacrificada que la biografía “objetiva” (porque en la biografía-entrevista lo grueso del texto corre por cuenta del entrevistado y el escritor se exime de la responsabilidad por la mayoría de los datos), y el defecto principal (la parcialidad) se compensa con su valor como fuente primaria. Una vez que la principal voz narradora es la del biografiado, éste puede otorgarse una fracción de las regalías autorales. El recuerdo vivido no es garantía de “verdad”, pero a veces el escritor (el que entrevista y organiza el texto) se ocupa también de investigar, corroborar o complementar las informaciones, multiplicando así el valor de la obra. Fue el caso, por ejemplo, del excelente libro de Numa Moraes y Alfredo Escande (2011) sobre el primero, y es nuevamente el caso de este lanzamiento.
Rada es una de las figuras más relevantes de la música uruguaya, y Fernando Peláez fue el autor de uno de los más importantes trabajos de investigación e historiografía de la línea que Rada integró (De las cuevas al Solís, sobre el rock uruguayo hasta 1975). La combinación no podía dar algo menos que excelente.
La vida de Rada es compleja: muchos grupos, muchas actividades, muchos países. Es posible que una biografía detallada y crítica suya no se haga jamás. Pero aquí está su recuerdo, que organiza un poco los tiempos, da cuenta de los grandes mojones (El Kinto, “Las manzanas”, Totem, Opa, el período en Buenos Aires, el gran éxito de “Cha-cha, muchacha” y de los espectáculos para niños), y además afina, especifica, ahonda en o explica un poco episodios menos documentados o recordados (sus trabajos juveniles en Carnaval y como cómico televisivo, su participación en el grupo de Pedro Ferreira y en los Hot Blowers, su vínculo con Los Shakers, el viaje a Italia, SOS, La Banda, la temporada mexicana, y mucho más).
Pese a que Rada es la voz dominante, Peláez hizo mucho más que los deberes básicos: agregó fragmentos de entrevistas pertinentes que ya tenía hechas con testigos diversos, realizó otras nuevas, recopiló citas de material publicado en otros lugares, sintetizó con su propia voz algunos momentos del relato, o intervino para realizar conexiones, síntesis y matizadas opiniones. Armó una textura bastante similar a la de De las cuevas al Solís, es decir, ese enfoque tipo “cine documental” en el que juegan entrevistas, “narración” y material de archivo, donde lo artístico siempre es el hecho central pero sin privarse de un anecdotario sabroso o de desviarse del relato para hacer reflexiones diversas. La trayectoria de Rada nunca parece ser un carril abstraído del resto del mundo, sino que siempre está firmemente anclada en cada etapa de las historias (musicales y generales) uruguaya y argentina, y en la evolución cultural global: lo particular y lo general se iluminan mutuamente, los “datos importantes” espesan el jugo de las pequeñas anécdotas, que a su vez dan vida al gran relato. Redondo. Y además, Peláez se tomó el trabajo de poner abundantes notas al pie en las que detalla las fuentes de cada cita y aporta tres o cuatro líneas de referencia sobre cuanto personaje aparece nombrado en el libro. Esas notas sobran para quienes conocen mucho de música rioplatense, pero están pensadas como para que nadie que hable castellano quede afuera.
Todo aquel que convivió con Rada tiene una colección interminable de anécdotas, muchas de ellas escatológicas, políticamente incorrectas, ácidas, o totalmente surrealistas. Ese anecdotario casi no aparece aquí, y quedará a la espera de algún folclorista del siglo XXI (los hermanos Grimm merecerían resucitar para emprender la tarea). Rada suele ser muy cauto cuando concede entrevistas y se expone al gran público: a veces relata las cosas graciosas de una manera hasta cándida, cuidadosa de no herir susceptibilidades y no suscitar equívocos. Pero esto no implica que el texto no tenga gracia. Más allá de las “participaciones” especiales de voces relevantes, como Litto Nebbia, Cacho de la Cruz, Spinetta, Charly García, Urbano, Useta, Daniel Ripoll, Jaime Roos, Alfonso López Domínguez, Chichito Cabral, Luis Cerávolo, Coriún Aharonián, Hugo Fattoruso, Lobo Núñez, Ricardo Nolé, Andrés Arnicho y otros, la voz predominante, la de Rada, es una voz sumamente cálida y, más allá de lo que se cuenta, vale el cómo se cuenta, su prosa particular. En ella se destacan, entre otras virtudes, una manera muy franca de hablar de varios momentos en que fue muy pobre –pero sin recargarlos de melodramatismo o rencor–, y un profundo amor por la música y por los músicos. Hay páginas y páginas, desperdigadas por el libro, en las que Rada se dedica a enumerar, en cada etapa, la inmensa variedad de estilos y tendencias que lo fascinaban y en los que incursionó, citando, comentando, elogiando (y es aquí que nos lamentamos de que eso sea palabra impresa, sin el audio de sus cantarolas e imitaciones vocales). Rada parece ser perfectamente consciente de la dimensión y la rareza de sus talentos, e incluso suele referirse a sí mismo en tercera persona, y sin embargo –quizá por ello mismo– parece desprovisto de cualquier vanidad o ansia de competencia. Y dedica aun más páginas a agradecer el aporte de quienes colaboraron en su música, y a resaltar las virtudes de los músicos con los que convivió y pudo aprender. La impresión es de una enorme voracidad musical, capacidad de disfrutar, entender y emocionarse con la música, y que no parece haber cesado, aun a los 70 años de edad. Eso ayuda a explicar a Rada. “Ayuda”, nomás, porque un talento así nunca es totalmente entendible. Y máxime que su enfoque suele ser muy intuitivo, no demasiado autoconsciente de los mecanismos de su propia creación: parecería que su sensación es de que se trata de algo fácil, como respirar.
Como si no bastara el nivel del texto, la edición es muy linda, con excelente papel satinado, muy buen diseño, cuidadosa, y enriquecida por unas fotos magníficas de Rodrigo López, que proceden todas de una limitada cantidad de sesiones con el propio Rada. La tapa remite a la del disco Tutu, de Davis, enfatizando el negror. En todo caso, uno de los únicos defectos del libro es la ausencia de fotos de archivo: hubiera sido bueno enriquecer el relato con imágenes de época, tapas de los discos, afiches. El otro defecto es la ausencia de un índice remisivo (una vez que se nombran tantos músicos, discos y canciones, poder ubicarlos sin tener que leer todo el texto de corrido hubiera multiplicado el valor del volumen, y ese ahorro no condice con el nivel de la edición).
Por lo demás, esta es una de las mejores biografías disponibles de un músico uruguayo, y es la biografía de uno de los mejores músicos uruguayos. Vaya combinación. Otro golazo de Fernando Peláez, un merecido tributo a la carrera de Rada, y un regalo para todos los interesados en la cultura uruguaya.