Se llama Alexandre Bissonnette, tiene 27 años, es estudiante de ciencias políticas en la Universidad Laval, de Quebec, Canadá, admirador de Donald Trump, partidario de la “israelización” de los territorios palestinos ocupados, nacionalista y supremacista blanco, amante de la caza y de las armas, y mató a seis personas en una mezquita de su ciudad, el domingo pasado. Entró a los tiros y asesinó al azar: a dos hermanos guineanos, dos argelinos, un tunecino, un marroquí, todos con doble nacionalidad canadiense. Estaban orando en el Centro Islámico de Sainte Foy. Bissonnette los mató sin más y se entregó a la policía. “Era el típico nerd solitario”, comentó un estudiante de su universidad. Los militantes de izquierda y de grupos humanitarios de su barrio y de su facultad lo conocían por su virulencia. El ataque sucedió el mismo fin de semana que Trump promulgó el decreto que suspende la llegada a Estados Unidos de refugiados de todo origen y de ciudadanos de siete países mayoritariamente musulmanes. Bissonnette fue acusado de seis cargos de asesinato con premeditación, cinco de intento de asesinato (se trata de los heridos graves de la balacera) y podría serlo de terrorismo. A fines de febrero será la primera audiencia de su juicio. El primer ministro de la provincia francoparlante canadiense, Justin Trudeau, reafirmó que su país mantendrá las puertas abiertas a los refugiados y a los inmigrantes, “como lo ha hecho en el pasado más lejano”, cuando recibió a decenas de miles de vietnamitas y camboyanos, “y el más reciente”, con los sirios que escapan de la guerra. Canadá tiene unos 36 millones de habitantes, y más de un millón son musulmanes. “A esos musulmanes canadienses les digo: esta es su casa”, afirmó Trudeau al hablar ante la Cámara de los Comunes, en Ottawa, el lunes 30.
El ataque a la mezquita de Quebec no es el primero que sufre la comunidad musulmana canadiense, pero sí, de lejos, el más violento, y uno de los más mortíferos contra los fieles del islam en Occidente en los últimos años.