Es un disco1 que sorprende porque revela un buen cantautor en Pablo Fagúndez, desnudando su sensibilidad y un más que interesante eclecticismo para abordar la balada urbana, el tango, el jazz y diversas vertientes latinas. Fagúndez ha perseguido desde hace muchos años la bohemia y el sueño de ser un músico trashumante, recorriendo Europa, África y Estados Unidos con el grupo Caspian Hat Dance, hasta volver a su Uruguay natal donde ha realizado un montón de presentaciones y tiene en carpeta otro montón más.
En determinados contactos de prensa promocionando este álbum, Fagúndez ha planteado que busca “un nuevo formato de canción urbana”. Muy posiblemente sea un objetivo demasiado ambicioso y no alcanzado totalmente, aunque sin dudas consigue un producto más que atendible.
Este es un disco muy variado, entretenido, y donde no parece importar la aplicación a rajatabla de “fórmulas de mercado”, sino lisa y llanamente aquello que le viene en gana al autor e intérprete de todos los temas conforme van pasando los surcos. Sin duda Fagúndez ha realizado un enorme esfuerzo para plasmar este disco, rodeándose de un numeroso equipo de músicos invitados y grabando en varios estudios de Montevideo –Sondor, Sonus, Interludio, Usina Cultural Palermo, Malquebien–, y hasta en el estudio Random Robots, de Ámsterdam.
Pablo canta acompañándose en general del contrabajo acústico, un hecho bastante inusual en la música popular uruguaya (el legendario Daniel “Lobito” Lagarde también lo hace). Su voz tiene una leve ronquerita que la hace especialmente atractiva, y se mueve como pez en el agua en temas de su autoría que tienen una buena carga melódica y una poética nada desdeñable. Su forma de vocalizar y de interpretar la letra por momentos recuerda al gran Gastón Ciarlo, “Dino”, sin que signifique en modo alguno un intento de imitación. Es, simplemente, una bienvenida referencia.
Los arreglos son acordes a las bondades de las composiciones, contando con un nutrido núcleo de instrumentistas donde hay de todo: guitarra, teclados, percusión, bronces, maderas, acordeón y, por supuesto, el contrabajo acústico del propio Fagúndez, quien también interpreta guitarra, guitarrón, bajo eléctrico, platillos y bombo.
Se destacan especialmente en este disco temas como “Un puente”, una buena balada que luego deriva en chacarera-malambo con un precioso texto y un excelente acordeón; “Terca”, con su aire de tango; el instrumental “Ina”, una balada-jazz con muy buenas intervenciones de trompeta (Robin Kahl), piano (Fernando Natham) y guitarra tocada “octavada” en el clásico estilo del gran Wes Montgomery (Federico Costa); el tango estilo guardia vieja “Afilador”, con un clarinete preponderante y una atmósfera muy Cuarteto Ricacosa, y la murga-canción “La ventana”, uno de los momentos del disco donde la influencia de Dino se manifiesta más claramente. Este disco y este intérprete sorprenden por su imaginación y su sensibilidad, que invitan a estar muy atentos a futuros trabajos que, sin ninguna duda, seguirán llegando.
- Humo. Pablo Fagúndez, 2016.