Isidoro Ducasse, Jules Laforgue y Jules Supervielle son los hitos de la poesía franco-uruguaya, más importante que conocida entre nosotros y probablemente mucho menos estudiada aquí que en Europa, donde el carácter fundacional de Lautréamont no se discute y también se ha aceptado –¿cómo podría ser de otra manera?– el dictamen de Octavio Paz acerca de la influencia de Laforgue sobre Elliot y Pound.
Ducasse y Laforgue tienen en común no sólo un Montevideo vuelto paraíso perdido –Laforgue lo dejó a los 5 años, de modo que su nostalgia es casi toda creación del espíritu, y Ducasse sabe que el otro, Lautréamont, está en Montevideo– sino también la rara coincidencia de haber ido a dar a Tarbes, en los Pirineos, donde comenzó el exilio europeo. Pero allí, lugar natal de Gautier, ni siqui...
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