El viaje en cuestión alude al trayecto que separa a un refinado restaurante de la campiña francesa del establecimiento del mismo ramo que instala frente a éste una familia india recién llegada a suelos europeos. Como era de esperar, la hostilidad y la agresión se hacen presentes ni bien los asiáticos irrumpen en un paisaje que hasta poco antes desconocía el significado de la palabra competencia y donde al parecer la única preocupación de los locatarios era conquistar una nueva estrella en las páginas dedicadas a enumerar lugares de comida que ofrece la famosa Guía Michelin. La historia, cabe aclarar, se inicia con los difíciles últimos momentos de los futuros emigrantes en su terreno natal, una etapa que sin embargo no echa por tierra las esperanzas de continuar viviendo en otro sitio haciendo honor a todas sus tradiciones. Tal lo que intentan en plena Francia, donde se topan con la vecina de enfrente que de inmediato, molesta por la música que emiten los asiáticos, los denuncia por ruidos molestos, primera queja de una lista que pronto convierte a los “culpables” en elementos dispuestos a tomar venganza con respecto a varios y determinados ataques que involucran la presencia de las autoridades municipales de la región.
Los altibajos de la relación de los obligados colegas culinarios provienen de una novela de Richard C Morais que el sueco Lasse Hallström se encarga de desarrollar a lo largo de las sucesivas ojeadas que dedica a las antecocinas de los rivales. El asunto da pie para una, en principio, sabrosa composición de Helen Mirren como impertérrita propietaria del restaurante original y una bastante colorida pintura de los flamantes vecinos que encabeza el veterano Om Puri. Al rato, el empeño que Hallström pone en funcionamiento para que un relato con tintes creíbles se transforme en una fábula de buena vecindad de corte internacional elimina la verosimilitud en un desarrollo que bien podría explicar cómo hacen los indios para atraer a sus primeros clientes y, más aun, cuáles serían las condiciones para que en un paraje tan singular sobrevivan dos grandes establecimientos que requieren el trabajo de un número importante de empleados. Al realizador –y a productores tan hábiles para los negocios como Steven Spielberg y la televisiva Oprah Winfrey– no le importan demasiado exigencias de ese tipo cuando un generoso presupuesto le da rienda suelta para filmar en India y Francia con todos los despliegues del caso y los consabidos tramos de color local que consiguen que buena parte de los espectadores se sienta saboreando los mejores momentos de un documental turístico. Es una lástima, porque la idea original daba para inmiscuirse en otros terrenos que, aunque no descartasen los infaltables romances, trajeran consigo obstáculos raciales o lo que fuese de peso justificado. Pero a Hallström le gustan más los productos prolijos y relucientes, como las canciones del grupo Abba que se escuchaban en su primer filme. Así que aquí todo es prolijo y reluciente. Y también olvidable.
The Hundred-Foot Journey. Estados Unidos/Reino Unido, 2014.
http://youtu.be/TcBHaodWabc