Probablemente después de leer esta nota usted pierda la capacidad de asombrarse. Pero como el cinismo parece no tener ni tope ni medida, pronto, seguramente, habrá una nueva noticia que le demostrará que en realidad no la había perdido del todo, lo que será, de todas las maneras posibles, una mala noticia.
Sucedió en Londres. En agosto de 2014 se presentó ante el Tower Hamlets Council la solicitud de un permiso de reciclaje de un edificio victoriano con la finalidad de transformarlo en un museo. El documento presentado proponía realizarle diversas reformas estructurales para transformarlo en el “Museo de la historia de las mujeres”. La solicitud prometía crear una institución de primera clase que “contaría la historia del East End londinense a través de los ojos, las voces, las experiencias y las acciones” de las mujeres y su contribución a la historia de Gran Bretaña. Para apoyar su solicitud, el documento incluía fotos de luchadoras por el derecho al voto femenino y activistas por la equiparación de los salarios de hombres y mujeres.
El permiso de construcción fue otorgado en enero de este año y el museo se inauguró el martes pasado. El problema es que lo que abrió sus puertas esta semana no es el museo de la historia de las mujeres, sino el de Jack el Destripador.
Mark Palmer-Edgecumbe, responsable del proyecto, explicó de esta manera cómo pasaron de la idea de celebrar las luchas de las mujeres a la de erigir uno sobre el asesino serial que mató y mutiló a un número indeterminado de ellas en 1888: “Planeábamos hacer un museo de la historia social de la mujer, pero a medida que el proyecto fue desarrollándose, decidimos que un ángulo más interesante era hacerlo desde la perspectiva de las víctimas de Jack el Destripador. No estamos celebrando sus crímenes, sino señalando por qué y cómo, en principio, las mujeres llegaron a esa situación”.
En la página web del Jack the Ripper Museum puede leerse: “El museo echa una mirada a la historia de las mujeres de la época victoriana en el East End y analiza por qué tantas mujeres no tenían otra elección que dedicarse a la prostitución”. Sin embargo, una descripción de la “colección” no apunta precisamente a analizar nada. La descripción de sus contenidos es la siguiente: “El Museo Jack el Destripador, situado en una histórica casa victoriana en el corazón de Whitechapel, cuenta la historia completa de los asesinatos. Retrocede en el tiempo al Londres de 1888, la mejor ciudad del mundo, donde los crímenes sin resolver más famosos de todos los tiempos tuvieron lugar. Mientras explora el museo, usted descubrirá todo lo que se puede saber acerca de las vidas de las víctimas, los principales sospechosos de los asesinatos, las investigaciones de la policía y la vida diaria de los habitantes del East End en 1888. Una vez que tenga todas las pistas, ¿podrá usted resolver el misterio de Jack el Destripador?”. La reacción en las redes sociales y la prensa fue inmediata. En Twitter, Will Black escribió: “Si el Museo Jack the Ripper es ‘sobre la mujer’, entonces tengo que mover American Psycho al estante de antropología feminista”. Y es que, a juzgar por el logo del museo, “la perspectiva de las víctimas” es la de un charco de sangre bajo los pies de Jack.
Becky Warnock, quien inició una petición para que se revoquen los permisos, escribió en The Independent: “La aplicación original a la que el Tower Hamlets Council dio su aprobación dice: ‘El museo reconocerá y celebrará a las mujeres del East End que han marcado la historia, contando cómo ellas han sido instrumentales a los cambios sociales. Analizará la experiencia social, política y doméstica desde el período victoriano a nuestros días’. Pero lo que corona ese edificio es la silueta de un hombre victoriano con un charco de sangre a sus pies y un cartel invitando a la gente a ‘visitar la morgue y ver las fotos de la autopsia y los informes sobre las mujeres asesinadas’. Uno puede, incluso, llevarse a su casa un vaso, con la silueta estampada, para recordar la experiencia”. Y comentando la explicación del “cambio de rumbo” por parte del responsable del museo, Warnock escribió: “Esa actitud de culpar a las víctimas está increíblemente fuera de lugar. De pronto, las víctimas de asesinato ‘llegaron a esa situación’, presumiblemente por ser prostitutas y/o mujeres que andaban en la calle por la noche. Y porque ‘llegaron a esa situación’ supongo que está bien que miremos embobados los detalles macabros de sus muertes en un museo específicamente diseñado para ello: al fin y al cabo, sólo eran prostitutas”.
Como si todo esto no fuera suficiente, el asunto tiene otra vuelta de tuerca. Porque Mark Palmer-Edgecumbe era, hasta no hace mucho, el encargado del área de Diversidad e Inclusión de Google para Europa, Oriente Medio y África, y sigue siendo uno de los profesionales que más conferencias da sobre el tema, incluso ante las Naciones Unidas.