En esta entrevista, Brzezinski confiesa otra realidad: que los yihadistas no entraron desde Pakistán para liberar su patria de los ocupantes infieles soviéticos. Sino que seis meses antes de la entrada del Ejército Rojo a Afganistán, Estados Unidos puso en marcha la Operación Ciclón –el 3 de julio de 1979–, enviando a 30 mil mercenarios armados –incluso con misiles Stinger– a ese país para arrasarlo, difundir el terror, derrocar el gobierno marxista del doctor Nayibulá y tender una trampa a la Urss: convertir a Afganistán en su Vietnam. Y lo consiguieron. A su paso violaron a miles de mujeres, decapitaron a miles de hombres y provocaron la huida de cerca de 18 millones de personas de sus hogares. Casi nada. Caos que continúa hasta hoy.
Esta ha sido la piedra angular sobre la que se levanta el terrorismo “yihadista”, al que Samuel Huntington dio cobertura teórica con su libro El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Así, consiguieron dividir a los pobres y desheredados de Occidente y de Oriente, haciendo que se mataran en Afganistán, Irak, Yugoslavia, Yemen, Libia y Siria, confirmando la sentencia de Paul Valéry: “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para el provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran”.
Consiguieron neutralizar la oposición de millones de personas a las guerras y convertir en odio la empatía. Con el método nazi de “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”:
Los atentados del 11 de setiembre de 2001 no los cometieron los talibán afganos. La Cia en 2001 había implicado al gobierno de Arabia Saudita en la masacre. ¿Por qué, entonces, Estados Unidos invadió y ocupó Afganistán?
Las armas de destrucción masiva no las tenía Irak. El único país en Oriente Medio que las posee, y de forma ilegal, es Israel, y gracias a Estados Unidos y Francia.
Tampoco Estados Unidos necesitaba invadir a Irak para hacerse con su petróleo. Pero tenía varios motivos para demoler el Estado iraquí: eliminar un potencial enemigo de Israel y ocupar militarmente el corazón de Oriente Medio, convirtiéndose en el vecino de Irán, Arabia Saudita y Turquía.
Las cartas con carbunco (ántrax), que en Estados Unidos mataron a cinco personas en 2001, no las envió Saddam Hussein, como juraba Colin Powell, sino Bruce Ivins, biólogo de los laboratorios militares de Fort Derrick, Maryland, quien “se suicidó” en 2008.
Ocultaron la (posible) muerte de Bin Laden, agente de la Cia, hasta la pantomima organizada el 1 de mayo de 2011 por Obama, en el asalto hollywoodense de los Seal a un domicilio en Abbottabad, a pesar de que la ex primera ministra de Pakistán Benazir Bhutto ya había afirmado el 2 de noviembre de 2007 que el saudí había sido asesinado por un posible agente de M I6 (quizás en 2002). Benazir fue asesinada casi un mes después de esta revelación. Mantener “vivo” a Bin Laden durante ocho o nueve años le sirvió a Estados Unidos para aumentar el presupuesto del Pentágono (de 301.000 millones de dólares en 2001 a 720.000 millones en 2011), incrementar los contratos de armas de Boeing, Lockheed Martin, Raytheon, etcétera, y vender millones de aparatos de seguridad y cámaras de videovigilancia, montar cárceles ilegales por el mundo, legitimar y legalizar el uso de la tortura, practicar asesinatos selectivos y colectivos (llamados “daños colaterales”) y concederse el derecho exclusivo de invadir y bombardear al país que desee.
Una vez testeados en Afganistán, la Otan envió a estos “yihadistas” a Yugoslavia con el nombre de Ejército de Liberación de Kosovo; luego a Libia, y les puso el nombre de Ansar al-Sharia; y a Siria, donde primero los denominó “rebeldes” y luego les dio otros cinco o seis nombres diferentes. En esta corporación terrorista internacional, la Cia se encarga del entrenamiento, Arabia Saudita y Qatar son el “cajero automático” –como dijo el ministro alemán de Desarrollo, Gerd Müller–, y Turquía –miembro de la Otan– acoge, entrena y cura a los hombres del Estado Islámico. ¡Son los mismos países que forman la “coalición antiterrorista!
¿Cómo decenas de servicios de inteligencia y los ejércitos de cerca de 50 países, medio millón de efectivos de la Otan instalados en Irak y Afganistán, que han gastado miles de millones de dólares y euros en la “guerra mundial contra el terrorismo” durante 15 largos años, no han podido acabar con unos miles de hombres de Al Qaeda armados con espadas y dagas?
ASÍ FABRICARON AL ESTADO ISLÁMICO. Siria, finales del 2013. Los “neocon” aumentaban la presión sobre el presidente Obama para enviar tropas a Siria, y necesitaban un casus belli. El veto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad a una intervención militar, la ausencia de una alternativa política capaz de gobernar el país una vez derrocado o asesinado el presidente Al Asad, el temor a una situación caótica en la frontera de Israel, eran parte de los motivos de Obama para negarse. Sin embargo, el presidente y sus generales perdieron la batalla, y los sectores más belicistas del Pentágono y la Cia, al igual que Qatar, Arabia Saudita, Turquía y los medios de comunicación afines asaltaron la opinión pública con las imágenes de las decapitaciones y violaciones cometidas por un tal Estado Islámico. Una vez que el mundo aceptó que “hay que hacer algo”, y al no tener el permiso de la Onu para atacar Siria, el Pentágono, el bombero pirómano, diseñó una especial ingeniería militar:
- Trasladó en junio de 2014 a un sector del Estado Islámico de Siria a Irak, país bajo su control, dejando que ocupara tranquilamente el 40 por ciento de ese territorio, aterrorizando a cerca de 8 millones de personas, matando a miles de iraquíes, violando a las mujeres y niñas.
- Organizó una potente campaña de propaganda sobre la crueldad del Estado Islámico. Semejante a la que se hizo con las lapidaciones de los talibán a las mujeres afganas para así poder “liberar” a aquel país. ¡Hasta la eurodiputada Emma Bonino cayó en la trampa, encabezando la lucha contra el burka, mirando el dedo en vez de la luna!
- Afirmó que, al ubicarse el cuartel general de los terroristas en Siria, debían atacar ese país.
- Obama cesó de forma fulminante al primer ministro iraquí Nuri al Maliki, por oponerse al uso del territorio iraquí para atacar a Siria.
Objetivo conseguido: Estados Unidos por fin pudo bombardear, ilegalmente, a Siria el 23 de setiembre de 2014, sin tocar a los “yihadistas” de Irak. Gracias al Estado Islámico, y por primera vez en su historia, hoy Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania cuentan con bases militares en Siria, desde donde podrán controlar toda Eurasia. Siria deja de ser (tras la intervención de la Otan en Libia en 2011) el único país del Mediterráneo libre de bases militares de Estados Unidos y sus aliados.
Y lo sorprendente: desde esa fecha hasta julio de 2017, el Estado Islámico mantiene ocupado el norte de Irak sin que decenas de miles de soldados de Estados Unidos hayan hecho absolutamente nada. Al final, el ejército iraquí y las milicias extranjeras chiitas liberaron a Mosul, eso sí, cometiendo terribles crímenes de guerra contra los civiles.
LA ESTRATEGIA DEL “IMPERIO DEL CAOS”. El terrorismo “yihadista” cumple cuatro principales funciones para Estados Unidos: militarizar la atmósfera en las relaciones internacionales, en perjuicio de la diplomacia; arrebatar las conquistas sociales, instalando estados policiales (tras los atentados de Boston, de París e incluso el de Orlando) y una vigilancia a nivel mundial; ocultar las decisiones vitales a los ciudadanos; hacer de buldózer, allanando el camino para la invasión de sus tropas en determinados países, y provocar caos, no como medio sino como un objetivo en sí.
Si durante la Guerra Fría Washington cambiaba los regímenes en Asia, África y América Latina mediante golpes de Estado, hoy para arrodillar a los pueblos indomables recurre a bombardeos, escuadrones de la muerte y sanciones económicas, para matarlos, debilitarlos, dejarlos sin hospitales, agua potable y alimentos, con el fin de que no levanten cabeza durante generaciones. Así, convierte a poderosos estados en fallidos para moverse sin trabas por sus territorios sin gobierno.
Estados Unidos, que desde 1991 es la única superpotencia mundial, ha sido incapaz de hacerse con el control de los países invadidos, debido al surgimiento de otros actores y alianzas regionales que reivindican su lugar en el nuevo mundo. Y como el perro del hortelano, ha decidido sabotear la creación de un orden multipolar que intenta gestarse, provocando el caos: debilita a los Brics conspirando contra Dilma Rousseff y Lula en Brasil; impide una integración económica en Eurasia, propuesta por Rusia a Alemania y archivada con la guerra en Ucrania; mina el proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda y una integración geoeconómica de Asia-Pacífico que cubriría dos tercios de la población mundial, en cambio crea alianzas militares como la “Otan sunita” y organizaciones terroristas con el fin de hundir a Oriente Medio en largas guerras religiosas.
Su anuncio de que ha diseñado un plan para el “cambio de régimen” en Irán –un inmenso y poblado país–, ante la dificultad de una agresión militar, significa que pondrá en marcha una política de desestabilización del país mediante atentados y tensiones étnico-religiosas. La misma política que puede aplicar contra Corea del Norte, Venezuela o Bolivia, y otros de su lista del “eje del mal”, para perpetuar su absolutista hegemonía global. Que intentase derrocar a su aliado Erdogan es el colmo de la intolerancia.
Antes de los trágicos atentados en Cataluña, el Estado Islámico atacó la aldea afgana de Mirza Olang. Llenó varias fosas comunes con al menos 54 cadáveres de mujeres y hombres, y tres niños decapitados. También se llevó a unas 40 mujeres y niñas para violarlas.
Conclusión: que el “yihadismo” no es fruto de la exclusión de los musulmanes. Ni siquiera se trata de la lógica de los vasos comunicantes y el regreso de los “terroristas que hemos criado en Oriente”. “Vuestra causa es noble y Dios está con vosotros”, dijo Zbigniew Brzezinski a sus criaturas, los yihadistas.
(Esta columna fue publicada en el blog Punto y Seguido, de Público.es, Brecha la reproduce con autorización de la autora.)