Frente a tal movimiento, inédito en este país en la última década y media, las autoridades juegan al desgaste, al enfriamiento de los movilizados, aprovechando su carencia de unidad, pero confirmando, a la vez, la ausencia de una política de Estado con sensibilidad social.
El punto central de la concentración es la plaza del Cabildo, a 200 metros del palacio de gobierno, uno de los barrios más míseros entre los muchos de Asunción, a orillas del río Paraguay, del que lo separa una costanera recién asfaltada que, sin terraplenes ni compuertas, permite que se produzcan peligrosas inundaciones cada vez que bajan las crecidas desde el Amazonas.
La movilización es clara expresión del hartazgo ciudadano ante el deterioro del país en todos los rubros, situación parecida a la de 2008, cuando ganó las elecciones la Alianza Patriótica por el Cambio, con Fernando Lugo a la cabeza, con la diferencia de que el factor inorgánico que se manifiesta ahora tiene de positivo la mayor participación, pero el riesgo de semejarse a una fuerte ola que, al culminar su arremetida, se disuelve en el repliegue.
Mientras esto ocurre en Asunción, la Conferencia Episcopal Paraguaya, que parece salir de una larga siesta conventual, denuncia que las fuerzas de tareas conjuntas Ejército-Policía reprime a las familias campesinas más humildes en el norte del país.
Los cooperativistas rechazan el pago del Iva por cada crédito otorgado a los socios, a lo que obliga una ley creada esta semana. Con siete millones de habitantes, Paraguay tendría más de dos millones de socios entre unas 350 cooperativas activas, fenómeno que se ha producido en los últimos 15 años como respuesta a la elevada usura de los bancos.
Los campesinos exigen a su vez la condonación de la deuda que miles de productores pequeños y medianos han contraído en años con el Banco Nacional de Fomento, que alcanzaría 500 millones de dólares, según el Ministerio de Ganadería y Agricultura. Los comerciantes protestan contra el proyecto de construir un metrobus en la principal arteria de la capital.
Hay finalmente clara coincidencia entre los movilizados en estigmatizar la corrupción que campea en los órganos del poder público y privado, denunciado días atrás por Estados Unidos, en un curioso enunciado de lavado de dinero, fracaso en el combate al narcotráfico y otros delitos, todo en contradicción con el apoyo de la Casa Blanca a la política paraguaya de acelerado endeudamiento externo.