—Sos violinista y docente de esta iniciativa, ¿qué la impulsó?
—La inspiración y empuje de un genio, el violinista y pedagogo Jorge Risi, de quien fui alumna. Dirigió el Sodre, la Escuela Universitaria de Música, fue primer violín de la orquesta italiana de la Rae, recorrió el mundo tocando y ahora reside en México. Creó este proyecto dentro del Sodre, cuando era su director, con el nombre de Sodre Aquí, y luego, fuera de la institución, encontró la forma de darle continuidad alentado por la adhesión que fue recibiendo en el Interior. La forma fue un convenio entre la Universidad de la República, representada por la Escuela Universitaria de Música, y el Ministerio de Educación y Cultura, por el cual el ministerio lo financia y la escuela lo gestiona, con apoyo de la División Bienestar Estudiantil.
—Enseñan instrumentos sinfónicos de cuerda tierra adentro.
—Enseñamos violín, viola, violonchelo y contrabajo, en forma gratuita y a personas de todas las edades, en San José, Rosario, Carmelo, Melo, Rocha y Villa García, en Montevideo. La lista incluía a Bella Unión y Treinta y Tres, pero por limitaciones presupuestales –estamos funcionando con el mismo presupuesto desde 2009– tuvimos que cancelarlas.
—¿Cuántos docentes son?
—Once para los cuatro instrumentos y los seis destinos. De violonchelo tenemos dos renumerados y dos voluntarios, que a veces son tres; de contrabajo uno solo, lo cual es casi inviable, y el resto se reparte en los otros instrumentos. Luego del retiro de Risi nos manejamos con dirección colectiva y contamos con una productora.
—¿Cómo trabajan?
—El objetivo principal es descentralizar la enseñanza gratuita, y para toda edad, de estos instrumentos, mediante una metodología que enfatiza la práctica sobre la lectoescritura, y la integración de nuestros alumnos a un grupo musical, una camerata, que permite a cada uno tocar en grupo más allá de la apropiación técnica que haya conseguido. Hacemos música compartida, por eso en nuestros grupos conviven un padre con sus hijos, la vecina, una tía, en fin, ambiente familiar (ríe).
—En la práctica qué hacen.
—Pensamos que así como el bebé aprende a hablar gracias a un entorno que le trasmite naturalmente el lenguaje, las personas aprenden música tocando junto a otras distintos ritmos. No nos circunscribimos a la música clásica, vamos del folclore al rock, pasando por la música uruguaya y latinoamericana, y estimulamos la creatividad juvenil. Unos alumnos míos compusieron, por las suyas, versiones en rock y cumbia de un canon de Pachebell. Y utilizamos una pedagogía multinivel, respetuosa de las diferencias en las capacidades individuales de apropiación; por eso en nuestras presentaciones toca tanto quien presiona las cuerdas como quien sólo las pulsa.
—Iba a preguntarte, justo, cómo jóvenes del Interior disciplinan un oído aquerenciado a ritmos locales, a los efluvios “de salón” de las cuerdas.
—Tienen menos prejuicios que los adultos, viven la música holísticamente, como una sola cosa, si les gusta un instrumento, y los de cuerda llaman la atención, van a él sin cuestionarse. Son instrumentos que no suelen estar disponibles en sus entornos, entonces cuando comienzan a practicar uno lo rastrean en la web para escucharlo en otros formatos y versiones, o algún padre contrata a un alumno avanzado para que dé clases particulares al hijo que ya concurre a Grupos Sonantes, en fin, entra a jugar la vertiente social del programa, en términos de generar grupos autosustentables que no necesiten emigrar para hacer música junto a un coro, una banda, una orquesta.
—¿Las comunidades valoran el trabajo?
—Mucho, en Bella Unión no existía el contrabajo hasta que fuimos nosotros, y después los vendían en almacenes, zapaterías, tiendas de electrodomésticos, porque aparecieron jóvenes demandándolo.
—En términos de espacio-tiempo uruguayo, hablamos de anteayer.
—Sí, fue un bajón tener que cancelar Bella Unión, igual hasta 2012 estuvimos yendo, muchas veces con docentes voluntarios, e intentamos mantener contacto con los alumnos que quedaron allá, tan ávidos de continuar como nosotros. Cada tanto les damos teleconferencias y siempre los invitamos a nuestros encuentros y conciertos, como el que daremos el jueves 25, que reunirá a casi doscientos intérpretes de 6 a 60 años de edad y será dirigido por un joven de 23 que se formó con los Grupos Sonantes en Rosario, luego entró a la Escuela Universitaria de Música a estudiar dirección orquestal y forma parte de nuestro equipo.
—¿Cómo se llama?
—Javier Ferrón.
—¿Vos qué le diste al proyecto?
—(Sonríe.) En un momento, con quien era mi pareja y también trabajaba como docente de los Grupos Sonantes, nos fuimos a vivir a Rosario. Ahí experimenté realidades impresionantes, desde gurises que atravesaban a pie en invierno la ciudad para llegar a nuestros ensayos, hasta padres que se juntaban para armar “tortafriteadas” o venta de comestibles para comprarles instrumentos a sus hijos. Y una compañera de equipo, Florencia Sosa, inventó un dispositivo para enseñar violín a un niño ciego, Bruno, que vive en Bella Unión.
1. Sonando de película. Concierto que reu-nirá a 180 niños, jóvenes y adultos de Melo, Carmelo, Rosario, San José, Rocha, Bella Unión y Montevideo para interpretar, con violines, violas, violonchelos y contrabajos, músicas de películas de todos los tiempos. En el Auditorio Nelly Goitiño, jueves 25, 21 horas, entrada libre. Contacto al correo gruposonantes@gmail.com