Jorge Luis Borges amaba los atlas y las enciclopedias, y esos gustos que una vez creyó íntimos, hoy son atributos sacralizados de su fama. Sobre esa (otra) ironía escribió famosa y magistralmente en “Borges y yo”. Hoy es verdad que aquellos gustos pueden además dibujar su figura de escritor, dar cuenta de su alcance universal y de su condición sudamericana (explicarlo a partir del mapa y la geografía) así como de la versatilidad de su universo simbólico (su enciclopedismo) capaz de visitar zonas y registros tan disímiles como la cábala y la gauchesca, los misterios de la traducción y los del policial, el oriente y el occidente, la biblioteca y la llanura, capaz por todo eso de imaginar el vasto mundo simultáneo en un sótano de Buenos Aires. En ese inventario ancho y numeroso, el Uruguay, que prefirió llamar siempre Banda Oriental, fue un lugar selecto y querido, por mérito de simple cercanía y del arbitrario afecto. Dos razones que son en verdad una: el Uruguay quedó asociado a su infancia, al aprendizaje de distinguir “el sabor de lo que es igual y un poco distinto”, el recuerdo de la luz de las mañanas en Montevideo, el orgullo trivial pero
inolvidable de nadar en las aguas pesadas del río Uruguay. A todo eso Borges sumó la confesión irónica de que seguramente fue engendrado en esta Banda y que muchos sostienen que esa instancia debería primar sobre el lugar de nacimiento. Ese lugar de origen eran unos campos en el departamento de Río Negro adonde sus padres y unos tíos vinieron a pasar sus vacaciones: las dos mujeres quedaron entonces embarazadas. Nació Borges (sietemesino, para más datos) y nació Esther Haedo, su prima que luego iba a casarse con Enrique Amorim.
En asimétrica correspondencia, el Uruguay, que supo reconocer a Borges en Borges un poco antes que el resto del mundo, se ha quedado algo rezagado en materia de reconocimiento y nuevas lecturas. En este año de celebraciones, la Revista Variaciones Borges –asentada ahora en Estados Unidos: el Borges Center en la Universidad de Pittsburgh– llama a escribir para un próximo número bajo el tentador mandato de Borges y la cultura popular y, en Buenos Aires, a la exposición de manuscritos en la Biblioteca Nacional (abierta hasta diciembre) se suma ahora una en el Centro Cultural Kirchner sobre los variados asuntos que le interesaron. Las actividades en Uruguay han sido tenues. Para descontar, para empatar, o simplemente para pensarlo y vivir su legado, una iniciativa de Pablo Silva Olazábal propone un encuentro internacional a realizarse precisamente en Fray Bentos, donde además de nacer Borges, vivió uno de sus más singulares personajes, Funes el memorioso. La ciudad recordará al escritor en un congreso internacional que lleva convenientemente un nombre “atlético”: “Borges, una geografía imaginaria”, y que va a contar con ponencias de estudiosos y especialistas en su obra, como la profesora Lisa Block de Behar y el especialista estadounidense y director del Borges Center, Daniel Balderston, que acaba de publicar How Borges wrote sobre el estudio de sus manuscritos. El encuentro reunirá a expositores de Argentina, Brasil y Uruguay. El subtítulo imaginado es muy bueno: “Un homenaje reflexivo desde la Banda Oriental”. Se piensa extender las actividades a varias disciplinas. Habrá una exposición de caricaturas, Borges a la orilla del mundo (en la terminal) con curaduría de Marcos Ybarra y participación de artistas y caricaturistas de las dos orillas del Plata; la presencia teatral y cinematográfica, con la representación en el teatro Young de La memoria de Borges con dirección de Álvaro Ahunchain sobre texto de Hugo Burel y la actuación de Roberto Jones como Borges (hace años hizo de Borges joven en un documental de la Bbc). Héctor Numa Moraes estrenará tres canciones sobre poemas de Borges y Gloria Demassi (que es fraybentina) leerá sus poemas. En Fray Bentos, el 25 y 26 de noviembre. Y la entrada es libre.