Bukele, esa tentación adictiva* - Semanario Brecha
Los modelos de seguridad violentos que se extienden en el continente

Bukele, esa tentación adictiva*

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Más allá de cierta ambigüedad, las declaraciones del presidente Yamandú Orsi sobre el ejemplo del gobierno de Nayib Bukele me invitaron a rever y analizar los enfoques de seguridad que hace mucho tiempo analizamos en el área programática del Frente Amplio y en los gobiernos que integramos. El punitivismo es un recurso de baja estofa en partidos políticos, pero se alimenta y realimenta un sentimiento primario de mucha gente.

Cabe recordar que al ministro Carlos Negro le cayeron con todo cuando puso otro «ejemplo». En su caso, sí lo catalogó de no exitoso y fracasado. Fue el modelo que Richard Nixon bautizó «guerra contra las drogas» y que terminó siendo una guerra contra las personas. Jóvenes, campesinos, mujeres. Pobres, casi analfabetos, sin horizonte ni de laburo ni de ningún tipo. Como los que están en nuestras cárceles, como bien describió el doctor Jorge Díaz. En ese contexto, el Ministerio del Interior está realizando rondas de consultas a una infinidad de actores sobre la política de seguridad. Incluidos varios académicos.

Las derechas, que siempre acusan de ingenuidad y romanticismo a las izquierdas («frutillitas», Zubía dixit), se han dedicado hace añares a una polifonía monótona. Desde la sanción de la Ley de Seguridad Ciudadana en 1995 hasta la Ley de Urgente Consideración de 2020, el non plus ultra de la seguridad ciudadana es aumentar penas y crear delitos. ¿Qué se ha logrado? Tener nuestras cárceles abarrotadas, deshumanizadas. ¿Seguras? El mayor índice de homicidios está en cárceles, dominio absoluto del Estado. Además, algún día los presos salen en libertad. Justamente, el Primer Comando de la Capital de San Pablo se organizó en los penales brasileños luego de la matanza de Carandiru, donde fueron asesinados 62 reclusos, y hoy es una organización de carácter transnacional.

PAREDÓN Y DESPUÉS

El gobernador bolsonarista de Río de Janeiro, Cláudio Castro, venía respaldando la concepción de que «bandido bom é bandido morto». Luego vino el baño de sangre en las favelas Complexo do Alemão y Complexo da Penha: al menos 124 asesinatos. Al igual que los 83 muertos de Donald Trump torpedeando lanchas en el Caribe, nunca sabremos si son o no narcos. Menos sabremos de pruebas y decomisos, y mucho menos de un juicio justo. Nada. La detención de jóvenes pobres por parte de Bukele sigue la misma fórmula. ¿Es exitosa? ¿Solo porque hay aplausos? ¿Y después?

Las maras y los criminales son muy violentos. Nadie lo duda, y nadie duda tampoco en que hay que aplicar la fuerza de la ley. Que haya justicia equitativa y no haya impunidad también es de consenso. Erradicar la corrupción es vital. El desafío sigue siendo cómo aplicarlas sin menoscabar la democracia. Son generaciones en que se ha acumulado mucha rabia, que han optado por realizar una distribución salvaje del producto bruto interno. Siguiendo las reglas del mercado.

ALGUNAS EXPERIENCIAS PILOTO

¿Hasta cuándo se admitirá arrasar derechos en nombre de la seguridad? Sabemos a dónde conduce. No hay necesidad de ir a México, Guatemala, El Salvador o Perú.

Es fácil promover odio, venganza y mano dura. Lo difícil es volver. Hay líneas que, si se cruzan, lejos de aventar el miedo, lo cristalizan. Las maras son una evidencia de eso.

El canje de seguridad por autoritarismo lo vivimos en Uruguay. Tres años y medio con medidas prontas de seguridad de Jorge Pacheco Areco. Pero no alcanzó. Vinieron el estado de guerra interno y la Ley de Seguridad del Estado, confiriendo potestades a la justicia militar y suspendiendo todas las garantías. Wilson Ferreira admitiría que «no fue un pecado votar [esas leyes], fue un gravísimo error»: «Y cometimos un gravísimo error: votamos el estado de guerra interno. ¡Ah, pero cómo nos pesa! ¡Cómo pesa en la conciencia de muchos de nosotros! […] Fuimos estafados. No supimos ver que detrás de la idea de restaurar el orden se escondía el propósito de imponer un “orden” distinto, un “orden” sin libertades, sin derechos, sin pueblo».

BUKELE TEMPORADA TRES

Juan Pablo Luna, Alejandra Luneke y Juan Andrés Guzmán publicaron un libro que se presentó en la última feria del libro: Democracias violentas.1 La obra recopila artículos y reportajes sobre criminología de varios expertos, entre ellos, José Miguel Cruz, doctor en Ciencias Políticas y director de investigación del Centro Kimberly Green de la Universidad Internacional de Florida, un centro dedicado a la investigación sobre América Latina y el Caribe. Cruz ha dicho: «Un factor que explica gran parte del éxito de Bukele, y del que rara vez se habla, es que negoció con los líderes de las pandillas. Bukele reprime las bases, las encarcela, pero al mismo tiempo negocia con las altas esferas e incluso las trata bien. Gracias a este pacto, las pandillas no desataron una guerra contra el Estado. Bukele ha negado que se haya llevado a cabo esta negociación […]».

Este académico hizo trabajo de campo. Conoce las maras. En una entrevista con Tercera Dosis (2-II-24) dijo: «En el caso de los pandilleros, muchos están tan acostumbrados a vivir con la violencia que aumentar los costos ofreciendo más violencia tiene muy poco poder disuasorio. Esa amenaza funciona con personas que crecieron en entornos no violentos y tuvieron una familia que los cuidó y protegió, donde, por supuesto, pudo haber problemas, pero no estuvieron expuestas a la violencia de forma brutal y crónica. Recuerdo una conversación que tuve con un pandillero. Le pregunté: “¿Por qué sigues haciendo esto, sabiendo que podrías morir o, en el mejor de los casos, terminar en la cárcel?”. Y me dijo algo que se me quedó grabado: “En casa, mi padrastro me pegaba, hacía lo que quería conmigo y, desde pequeño, no podía responder, no podía defenderme. Pero hoy, en las pandillas y en la calle, puedo vengarme, puedo hacer lo que quiera, puedo responder de la misma manera”. Por eso la mano dura no funciona. No solo porque les dio a las pandillas oportunidades de organizarse al encarcelar a muchos jóvenes, sino porque legitimó una respuesta estatal brutal que afectó a muchos jóvenes que no tenían nada que ver con las pandillas. La mano dura normalizó la respuesta violenta entre los jóvenes». Quienes creen que, para evitar el horror que ha vivido El Salvador, los países deben aplicar el modelo de Bukele deberían escuchar lo que Cruz ha aprendido tras más de 30 años investigando las pandillas.

* Adicción viene del latín addictus, palabra usada para referirse a una persona obligada por deuda o por sentencia judicial a ser esclava. De ahí aquellos que son esclavos de una sustancia y, deslumbrados por su efecto energizante o adormecedor, establecen con ella una relación de dependencia y caen en el infierno de la abstinencia cuando les falta su dosis.

  1. El doctor en Ciencia Política Juan Pablo Luna estará nuevamente en Montevideo el 16 de diciembre en una jornada organizada por Siembra para comentar los contenidos de ese libro. ↩︎

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