La rabiosa actualidad del último libro de Slavoj Žižek, la misma que lo vuelve un texto demasiado atado a su tiempo –este presente que se convierte en pasado reciente y luego en historia–, lejos de convertirse en una falla o un problema, le otorga al enmarañado análisis del ensayista esloveno un aire de cercanía asfixiante, como si al rasgar la tela más palpable de nuestra realidad cotidiana nos estuviera enrostrando no sólo nuestra condición efímera de sujetos, sino, además y sobre todo, la inestable cualidad del mundo que habitamos.
El carácter (falsamente) iconoclasta del divagar analítico de Žižek –el mismo que le permite saltar de la situación económica de Corea del Norte al entramado de Wikileaks, de las virtudes de la película Abraham Lincoln, cazador de vampiros (Timur Bekmambetov, 2012) al sustento ideológico del colectivo ruso de punk feminista Pussy Riot, de la mano de Jacques Lacan, Karl Marx, Alain Badiou y Franco Bifo Berardi, entre otros– va conformando, en Problemas en el paraíso. Del fin de la historia al fin del capitalismo, una lectura más que atendible sobre las relaciones de poder en la sociedad capitalista y su necesaria, pero imposible, conversión en un sistema más justo y humanitario, como puede serlo… el comunismo. Expresado así, todo parece una gran broma, de la que el propio Slavoj Žižek es consciente: no en vano le dedica varias páginas de su libro a desmontar el vínculo institucional, económico y político entre sociedad y poder bajo la égida Iósif Stalin, previo pasaje por los mecanismos discursivos de Vladímir Ilich Uliánov, también conocido como Lenin. La conclusión de Žižek es profundamente descorazonadora, al tiempo que cae de rodillas ante el triunfo radical de la máquina perfecta (la cursiva es mía) del capitalismo: “Hoy en día el comunismo no es el nombre de una solución sino el nombre de un problema, el problema del bien común en todas sus dimensiones: el bien común de la naturaleza como la sustancia de nuestra vida, el problema del bien común de nuestra biogenética, el problema de nuestros bienes comunes culturales (la ‘propiedad intelectual’), y por último, pero no menos importante, el bien común como espacio universal de la humanidad del que nadie debería ser excluido”.
Dividido en cuatro secciones claramente delimitadas –“Diagnosis”, en la que traza una serie de coordenadas elementales del capitalismo a nivel global; “Cardiognosis”, donde disecciona el entramado ideológico del sistema capitalista, que aceptamos como el propio hecho de respirar; “Prognosis”, que trata de todo lo que nos espera si las cosas siguen este rumbo, y, finalmente, la “Epignosis”, en la que se esbozan “las formas subjetivas y organizativas apropiadas para la nueva fase de nuestra lucha emancipadora”–, Problemas en el paraíso… posee la cualidad de enrostrarnos la fatalidad adormecedora de nuestra condición de humanidad en manos de corporaciones, gobiernos y flujos económicos profundamente inhumanos, alentando la idea de que el cambio social es posible. Difícil, muy difícil, pero posible.
Por último, quiero destacar dos momentos centrales del libro que ofician de auténticos ejes temático-analíticos para que Slavoj Žižek arribe a su tesis: 1) la lectura que realiza de los funerales del líder sudafricano Nelson Mandela, en diciembre de 2013, especialmente a partir de la trasmisión televisiva del acto, donde el intérprete para sordos Thamsanqa Jantjie se dedicó a gesticular cualquier tipo de signos bajo un aparente ataque esquizofrénico, y 2) la detallada glosa de la película El Caballero Oscuro: la leyenda renace (Christopher Nolan, 2012), en la que el autor encuentra un modelo para explicar la vinculación entre orden, progreso, comunicación, poder, economía y sociedad. “El Caballero Oscuro es de hecho una nueva versión de dos westerns clásicos de John Ford (Fuerte Apache y El hombre que mató a Liberty Valance) que enseña que, a fin de civilizar el salvaje Oeste hay que ‘publicar la leyenda’ y hacer caso omiso de la verdad; en resumen, que nuestra civilización tiene que fundarse en una mentira: hay que romper las reglas para defender el sistema.”