Seguramente detenerse ante un reportaje a Camille Paglia sea tanto ceder a la curiosidad como un efecto pos 8 de marzo. Es probable que ambas cosas alentaran la iniciativa de la periodista Molly Fisher que publicó en la New York Magazine su encuentro con la famosa “provocadora de los noventa” (así la anuncia) precisamente la víspera del día internacional de la mujer. Camille Paglia se hizo famosa por un libro, Sexual Personae, que fue su tesis de doctorado en Yale con la tutoría de Harold Bloom y por sus agresivas posturas antifeministas. El libro era inteligente y erudito y recorría, como bien avisaba un subtítulo, el Arte y decadencia desde Nefertiti a Emily Dickinson en la cultura occidental. Por aquí circularon otros libros suyos menos eruditos y más panfletarios, siempre inteligentes, pero tal vez su nombre quedó atado al de Susan Sontag. Sontag fue uno de sus blancos favoritos y de algún modo su obsesión. Paglia se definía por contraposición a la europeizada y libresca Sontag, como una hija del rock and roll de los sesenta, una ítaloamericana sensual y apasionada y un producto de la tecnología. Es curioso, porque Sontag está muerta y Paglia tiene 69 años ya, pero en este reportaje vuelve a nombrarla para reivindicar su anónimo trabajo en la Universidad para las Artes, un trabajo verdadero que, dice, Sontag nunca hubiese hecho.
El retrato que vengo dando no miente, pero acaso deja fuera por qué concita tanto interés. Las personas malvadas e inteligentes y que no tienen escrúpulos ni pelos en la lengua suelen ser divertidas. Es así, injustamente. Y Camille Paglia fue un ejemplar de incorrección política inspirado y precoz. Ahora, aunque menos activa, lo sigue siendo. Por eso cuando la periodista le pregunta cómo se siente al ser citada y aprobada por algunos de los más recalcitrantes reaccionarios de la escena norteamericana, puede responder que “Demasiados homosexuales hombres han perdido ese ingenio cáustico y cruel por el que eran famosos en la era pre Stonewall”.
Paglia jugó siempre a escandalizar al progresismo liberal norteamericano haciendo de sus referentes sus bêtes noires y sus punching balls. En ese lugar puso antes a feministas notorias como Gloria Steinem y, ahora, a Hillary Clinton. Era natural hacerla hablar de Trump. Aunque Paglia estaba por Bernie Sanders, “un auténtico izquierdista de los de antes”, declaró que no la sorprendió el triunfo de Trump y acusó a los liberales de creer que todos sus votantes son racistas, misóginos y sexistas.
Es precisamente la idea de Trump, lo que revela a la periodista que hay algo trumponiano en Paglia, algo que en ambos casos parece explicar esa popularidad un poco vergonzante que reciben. Y que se explica en la excitación vicaria que se siente ante alguien que es capaz de decir cualquier cosa. Descubre la adhesión nerviosa que provocan los que se animan a decir animaladas. Los temerarios del lenguaje. Ricardo Piglia, hablando del colombiano Fernando Vallejo, decía que hoy se da la celebración de los que putean y niegan, y creo posible pensar en más de un ejemplo autóctono de los indignados maldecidores que cosechan “me gusta” a montones en Facebook con ese simple método. Curioso, ¿no? Un síntoma de algo que seguramente no nos queremos explicar, pero que tiene sus razones. Y sus efectos.