The Movie Movie fue un proyecto del año 2008, filmado por el documentalista norteamericano ganador del Oscar Errol Morris, autor de grandes obras como La delgada línea azul, Nieblas de guerra y Procedimiento estándar. Su idea para el documental era simple: recopilar entrevistas a ciertas personalidades de la cultura y la política internacional, en las que cada una de ellas elegía sus películas favoritas y las comentaba, hablando a cámara. Como remate, los mismos entrevistados recrearían alguna de las escenas. De esta manera, Mijaíl Gorvachov se extendería sobre El espejo, de Andréi Tarkovski, y Dr Strangelove, de Stanley Kubrick, y el entonces “hombre de negocios” Donald Trump, sobre Ciudadano Kane.
El proyecto fue abortado y quedó en un cajón, pero recientemente salió a la luz el fragmento en el que Trump analizaba su película favorita. El corto puede verse en Youtube (si se lo quiere ver subtitulado, se encuentra como “Donald Trump analiza Citizen Kane”). En él se muestra al hoy presidente electo hablando con soltura a cámara hace unos diez años y lanzando apuntes más bien básicos sobre la antológica ópera prima de Orson Welles. Pero Errol Morris como entrevistador es un viejo zorro, de esos que logran hacer sentir cómodos a sus interlocutores, de modo de que se suelten y, sin darse cuenta, evidencien en sus conversaciones sus costados más impresentables.
Sobre una escena determinante, Trump detalla: “La mesa es cada vez más grande y más grande, con él y su esposa cada vez más separados” y, reforzando su identificación con el protagonista Charles Foster Kane apunta: “Quizás yo pueda entender eso”. Finalmente, Trump describe la caída en desgracia del multimillonario, señalando que se trata de una “caída modesta”, es decir, “una caída personal y no financiera”.
Es curioso cómo la simple lectura
que hace una persona sobre una película puede decir tanto sobre su personalidad, y en este sentido el fragmento no tiene desperdicio alguno. Trump también señala, con acierto, que uno de los enigmas de la película es la palabra “Rosebud”, aquella que el personaje emite desde su lecho de muerte y que despertará la curiosidad de los periodistas que llevan a cabo la investigación sobre Kane. En las secuencias finales se evidencia que ese “Rosebud” era la inscripción que había en el trineo de Kane cuando era un niño, es decir que el hombre al que en su vida adulta nunca le faltó nada, en sus últimos estertores evocaba aquello que más anhelaba y que ni con todo el dinero del mundo pudo recuperar: su infancia perdida. La lectura es bastante directa, pero Trump le da vueltas y da clara muestra de sus propias limitaciones señalando que “mucha gente no entiende el significado de la palabra, y no estoy seguro de que alguien lo entienda”.
Pero lo más representativo está en el remate, cuando el documentalista hace su primera y última intervención, preguntándole desde fuera de cámaras: “¿Qué le dirías? (a Kane)”, Trump responde inmediatamente y sin dudar: “Consíguete otra mujer”. Los factores que determinan la crisis y la caída emocional de Charles Foster Kane pueden ser muchos, pero la mirada de Trump, profundamente misógina y falta de empatía, resuelve echarle la culpa a la esposa, a quien en rigor es más factible ver como una víctima de ese henchido cataclismo inhumano en el que se ha ido convirtiendo el protagonista. Pero para un vanidoso que ve a las mujeres como objetos para usar y desechar –los sucesivos matrimonios de Trump fueron con mujeres cada vez más jóvenes–, la respuesta
puede ser así de simple.