Un amor en cada puerto - Semanario Brecha
CON DANIEL MELINGO, QUE SE PRESENTA HOY EN LA TRASTIENDA

Un amor en cada puerto

El músico argentino se encuentra en pleno desarrollo de un espectáculo que redimensiona el tango de la primera hora (el más incorrecto, previo al desarrollo del tango canción) con diferentes sonidos del mundo de ayer y hoy. Melingo, que supo integrar Los Abuelos de la Nada y formar parte de la banda que Charly García convocó para su famoso álbum Piano Bar, habló de su hoja de ruta artística y adelantó un interesante proyecto para este año.

Difusión

—¿Qué pasa con la diferencia entre artista, intérprete y compositor?

—Son maneras diferentes de comunicarse con la música. La música siempre tiene un estandarte en la mano, ella es la que dirige, nuestra patrona, la señora música. Y todo gira alrededor de ella. Somos funcionarios de la música, la idea siempre es dejarla lo mejor parada posible de la manera que sea, con las herramientas de cada intérprete, creador o artista. Cada vez que uno se acerca a la música, sus materiales de trabajo son diferentes, así que hay mucho para divertirse.

—Vos te desarrollás a través de un personaje que aparece en tus canciones: el Linyera.

—La búsqueda con el Linyera es el camino de la libertad. De alguna manera, despojarse de lo material, lo que no nos sirve, e ir a la esencia espiritual. Es un personaje muy querible, desde Diógenes en la antigua Grecia, que ya nos marcó. Es esa parte que tenemos dentro que siempre está buscando una salida y que está simbolizada en ese arquetipo.

—Escuché que estás trabajando en una ópera para expandir ese mundo creativo.

—Sí, hace años que estoy desarrollando este personaje, que me permite entablar un diálogo con mi público. Te puedo decir que mi último álbum, Oasis, lanzado en marzo de 2020, es la música de este espectáculo: una ópera de cámara audiovisual. Estamos agregando más música y pensando en su presentación el próximo 16 de setiembre en el Teatro 25 de Mayo, en Buenos Aires.

—¿De qué se trata esa apuesta estética?

—Hay actores, bailarines y una banda tocando. Desarrollamos el tema que pongo de manifiesto en Oasis. Se trata de un cuento. Todo empieza con el sueño que tiene el Linyera de una melodía, entonces luego va en busca del origen de esa melodía. El comienzo y el final de la historia están en el álbum. En el espectáculo va a darse a conocer un engrosamiento de esa narrativa con nueva música, que acompañará a la que ya existe.

—Vos recuperás una serie de tradiciones de la canción rioplatense que encuentran su concreción final en el tango.

—Mi trabajo oscila entre la fusión de distintas tradiciones, no solo rioplatenses. Lo último que estoy desarrollando se apoya en la tradición del tango y en la de la música rebética, que es la música marginal de Grecia, tocada con buzukis y baglamás [instrumentos de cuerda de la familia de los laúdes]. La intención o la dirección de esta nueva sonoridad es involucrar esta tradición centenaria. La música rebética es una música anarcoanalfabeta, originada en Esmirna (hoy parte de Turquía) en 1920, a raíz de movimientos migratorios y revoluciones. En esos años inmigraron los protagonistas de esos movimientos a la Grecia continental, escapando. Estos inmigrantes generaron en Salónica y en Atenas la música rebética, de características y temáticas que encuentro similares a las del inicio de nuestro tango.

—Es una música incorrecta, de puerto, del bajo…

—Es algo que sentimos nosotros con el tango. Nuestra red comunicacional son los puertos. En cada puerto por el que paso en mis giras por el mundo puedo encontrar esa relación, ese sentimiento. Por eso tomé la música rebética como inspiración.

—Como el fado…

—Como el blues.

—Hay una red grande de milongas por todo el mundo.

—Aun sin saber la procedencia del tango, igual existe un gran interés. En Helsinki, la capital de Finlandia, el himno nacional es un tango. Y sucede algo similar en Hamburgo, en Marsella. Todo a partir de esa mezcla cultural que sucede a través de los puertos.

—¿Y cómo llegaste a esa música griega que te marcó?

—A mí me toca familiarmente, por mis ancestros. Mis abuelos eran de Trieste, hijos de griegos y yugoeslavos. Lo relaciono entonces con mi árbol genealógico. El espectáculo se forma con estos condimentos de hibridación de culturas junto con los artistas que colaboran en este trabajo y que fueron transformados en personajes dentro de esta historia. Vinicio Capossela aparece como el Cafisho Cocoliche, Enrique Symns como el Adivino, o Fernando Noy, que es un personaje dual, como el Malevo o la Chamana. También está Andrés Calamaro como Siete Vidas; son una serie de alter egos que construí con el guionista Rodolfo Palacios. Luego le dimos forma a la puesta en escena con la dirección de Pichón Baldinú. Es un trabajo en conjunto de varias disciplinas.

—Supongo que es una arquitectura que necesita mucho esfuerzo mantener.

—Sí, porque está todo relacionado: la historia, los instrumentos, la música, los textos.

—Siempre manteniendo la incorrección.

—Como debe ser. La incorrección es parte de la vida. Sobre todo en las voces de los barrios bajos, que se cuecen entre lo foráneo y lo lugareño. Ahí se iniciaron muchas gestiones culturales. Por ejemplo, algo de la crítica que se puede encontrar en la murga uruguaya yo la intuyo también en la chirigota gaditana, y ahí tenés otro puerto más, el de Cádiz. Muchas veces desconocemos esta comunicación entre puertos, solo basta con raspar e investigar un poco.

—¿Y en los aeropuertos?

—Es una actualización de esto mismo. No por ser actual deja de ser tradicional. La tradición se va marcando con años de estar, y nosotros nos referimos a una tradición que tiene su anclaje en el pasado.

—¿Seguís investigando la tradición del tango? Es una selva interminable.

—Estoy muy enfocado en el tango anterior a los letristas. De hecho, traigo mucho a Ángel Villoldo, que me interesa mucho.

—Sus primeras canciones llegaban a ser pornográficas.

—Era una manera de abordar la música a partir de una sátira de la vida, pornográfica a veces, y festiva. Hasta que se aplicó el molde del tango canción en los años veinte. Antes de eso hay un salvajismo y una fertilidad hacia otro lado, hacia un lado más afro del tango. Ahí me gusta enfocar mi trabajo; en mi álbum Tangos Bajos trabajo en esa sonoridad rústica.

—¿Y de lo actual escuchás algo?

—Estoy atento a la nueva escena musical de este último tiempo. A la música urbana. Me resulta muy interesante la apertura hacia ciertos ritmos y estructuras, es una forma de enfrentar lo que se va a decir con la música. Estoy atento a los nuevos sonidos, a los nuevos artistas y también a los productores. De hecho, en la ópera estoy trabajando con un productor artístico asociado con estos nuevos artistas. Es una manera de hacer un puente con las nuevas generaciones que me parece necesario. Comprender qué se dice ahora y con qué elementos. Entonces me dejo influenciar por estas formas y estos materiales nuevos.

El sonido actual tiene mucho de reciclaje, se escuchan pocos sonidos orgánicos o acústicos. Esta idea del reciclaje del sonido me resulta muy interesante. Es algo que viene del sampler, de hace ya 20 años.

—Que empezó como algo experimental.

—Como todo, hasta el jardín del edén fue un experimento. Luego se va asentando y se transforma en lenguaje.

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