Se trata de un requerimiento impuesto por el gobierno a todos los varones que incurran en el adulterio, o para aquellos que pretendan tener sexo sin estar casados. Para cumplir con el trámite se requiere acudir a la oficina de un mulá (miembro del clero chiita), ya que es necesario blanquear el vínculo –heterosexual, obviamente–, por mínimo que sea, ante la mirada de Dios. En los hechos, los civiles efectivamente recurren a estos contratos para evitar tener problemas con las autoridades, y hasta los hoteles se los exigen a las parejas que allí acuden.
Eso sí, mientras un hombre casado puede recurrir a un sigheh todas las veces que se le cante, las mujeres tienen que estar divorciadas o ser viudas, ya que una mujer casada debe ser fiel a su marido. Además la ley chiita presupone que las muchachas llegan al matrimonio vírgenes, por lo que el contrato está vedado para una mujer soltera. Y es que muchas familias religiosas consideran la virginidad de las hijas como un atributo de su integridad; se trata de preservar el namús, el honor familiar, y para las chicas perder su virginidad antes del matrimonio puede suponer un desastre de magnitudes. Es lógico en consecuencia que las operaciones de reconstitución del himen sean una constante ante la llegada de las nupcias.
Por supuesto, una imposición de este calibre pone a muchas personas en la clandestinidad. Una encuesta difundida por Fox News dio a conocer que la amplia mayoría de los jóvenes iraníes tienen sexo antes del casamiento. De unos 140 mil estudiantes entrevistados, 80 por ciento de las chicas afirman haber tenido sexo sin estar casadas, incluso 17 por ciento aseguran haber tenido relaciones con personas de su mismo sexo. Esta situación no está bien vista por el gobierno, que para disminuir la tendencia impuso la obligatoriedad del sigheh.
La antropóloga iraní Ziba Mir-Hoseini señala que, lejos de ser una práctica celebratoria, las mujeres nunca comentan haber firmado el sigheh, ya que lo consideran indigno. Mientras los ayatolás aseguran que es algo bueno para ambos sexos, los movimientos feministas señalan que es un privilegio de los hombres ricos, y que las mujeres que toman parte en la práctica suelen ser, además de divorciadas o viudas, pobres. Para colmo, sólo el hombre puede rescindir el contrato o extenderlo, por voluntad propia y unilateralmente.
Algunos analistas han señalado que el sigheh está siendo utilizado como cobertura legal para la prostitución; evocando un extendido dicho persa, “le han colocado un sombrero religioso”. Como la prostitución es delito y las mujeres que la ejercen son hostigadas por la policía, muchas de ellas piden a sus clientes que lo tramiten, para evitarse problemas y posibles represalias.
Según un mulá entrevistado por el diario español El Mundo, el sigheh no es un invento del presente, sino que se recurría a él en tiempos del profeta Mahoma para cuidar a las mujeres que habían perdido a sus maridos en las guerras. “¿Cómo ocuparse de ellas si no es a través de un contrato temporal?”, comentó. Los contratos por lo general implican el pago de una dote por parte del “marido”, y su vigencia puede ir desde los 15 minutos a los 99 años.
Como los gobiernos siempre pueden inmiscuirse un poco más en la vida privada de las personas, también está establecido que los maridos deben informar a sus esposas del contrato y del vínculo extramatrimonial. El mulá entrevistado dijo no estar de acuerdo con este aspecto, apuntando que “la jurisprudencia islámica no lo contempla así, pero el gobierno del país cree que el sigheh es la causa de muchos divorcios y quiere poner fin a la alta tasa de rupturas”. Otra conclusión que refuerza convicciones acerca de los brillantes razonamientos que suelen hacer los fanáticos en el poder.