En las afueras de una de las miles de mezquitas que se levantan en la ciudad turca de Estambul, Yusra al Hasne y Ahmad Diyab, esposa e hijo de Jihad Diyab, el ex preso en Guantánamo ahora refugiado en Uruguay, esperan nuestro encuentro. Suena el teléfono a las doce en punto y un primo cercano a la familia nos dice que ya nos divisaron, que esperemos. No hace falta ninguna señal para que nos reconozcan. Nosotros somos los únicos distintos.
Yusra lleva un burka al estilo afgano. Con mucha dulzura extiende su mano, que se esconde bajo unos guantes negros, tan negros como el resto de su atuendo. “Salam aleikum”, tras el velo se oye la voz de alguien joven. Ahmad, el hijo menor de la pareja, quien no llegó a conocer a su padre, nos saluda de lejos, al igual que su primo. Hechas las presentaciones, nos sentamos en uno de los bancos del lugar. El templo es enorme y la concurrencia también.
Yusra, que nació en Siria, se comunica perfectamente con el traductor que nos acompaña, habla un árabe estándar con un ligero toque levantino que denota que es una mujer educada. El árabe estándar es la lengua culta moderna, un poco más sencilla que el árabe literario, que Yusra también conoce. Cuenta que hace dos años vive con su familia en Estambul, en calidad de refugiada. Antes estuvo en Líbano, pero cuando su abogado le informó que Jihad sería trasladado a Uruguay le aconsejó venir a Turquía para facilitar la reunificación familiar. Esto pasó varios meses antes de la liberación de su marido, pero desde entonces las cosas se han ido complicando y hasta el momento el reencuentro no ha sido posible.
La pareja tiene tres hijos: dos hijas mayores y un varón de 14 años. Un cuarto hijo, varón, murió durante un bombardeo en Siria el 9 de mayo de 2013, cuando Diyab aún estaba preso. En la actualidad comparten casa con otras familias sirias, tienen estatus de refugiados, pero el gobierno turco no les brinda apoyo económico, por lo que han tenido que valerse fundamentalmente de la solidaridad de amigos y de la familia para sobrevivir. En un principio la madre de Yusra viajó con ellos a Estambul, pero al cabo de un tiempo, al ver que la situación era compleja y que el encuentro con Jihad no sería tan pronto como esperaban, decidió volver a Siria. Ellos también pensaron en el retorno, pero el recrudecimiento de los bombardeos en aquel país los dejó definitivamente sin hogar.
“La pesadilla”, como la llama ella, comenzó para esta familia una madrugada de abril de 2002, cuando la policía irrumpió en su hogar para llevarse a Jihad. La pareja, que inició su vida juntos en Siria mientras ella estudiaba la sharia (ley coránica) y él hacía el servicio militar, se había instalado en Pakistán hacía un año y medio. Jihad trabajaba en el área del transporte y Yusra vivía su cuarto embarazo mientras se encargaba de tres pequeños niños, la menor apenas tenía un año y cuatro meses.
“Teníamos una vida normal, vivíamos con nuestros hijos… Cuando lo detuvieron en Pakistán estaba trabajando con transportes. Había una guerra en Afganistán, donde vivíamos, y nos fuimos a Pakistán. Ahí trabajaba. Ahí lo detuvieron. No tenía ningún problema hasta entonces.”
Al principio creyeron que la detención se debía a que estaban viviendo de manera irregular, pensaron que estarían obligados a regularizar su residencia, y que como castigo Jihad pasaría sólo algunos meses en prisión.
—¿La policía pakistaní fue la que irrumpió en su hogar?
—Sí, la pakistaní. Bueno, no lo puedo saber, quizás fueran estadounidenses, supongo que habría estadounidenses entre ellos.
Pero a medida que pasaban los días y Yusra no tenía noticias de Jihad, entendió que algo más grave estaba pasando. La noticia le llegó mediante la Media Luna Roja (organización similar a la Cruz Roja, que actúa en Oriente Medio) algunos meses después: su marido estaba preso en Guantánamo acusado de operar para Al Qaeda falsificando documentación.
Enterada de la situación, pidió ayuda a la embajada siria y organizó su salida del país lo más pronto que pudo. Siete meses después de caer preso Jihad, su familia partió de Pakistán rumbo a Siria.
“Antes de que lo detuvieran la vida era muy fácil. Pero cuando volví a Siria me retuvieron en el aeropuerto. Me tuvieron detenida casi un mes, me separaron de mis hijos, me preguntaron por Jihad, con quién se fue, por qué lo detuvieron los servicios secretos pakistaníes, por qué estaba en Guantánamo… Es decir, tuve muchos problemas con el gobierno sirio.”
Desde entonces la vida no volvió a ser igual para la familia: no sólo las autoridades los trataban como a terroristas sino que la presión social se hizo cada vez más fuerte, aunque sobre su marido sólo tenían acusaciones, y sobre ella meras sospechas, posiblemente aumentadas por su rigurosa práctica religiosa y su pasaje por países como Afganistán y Pakistán.
“Desde que volví, una línea roja se trazó entre el gobierno sirio y yo. Se acabó: soy la esposa de Jihad y somos terroristas. Desde que volví a Siria el gobierno me siguió los pasos. Tenía prohibido viajar, mis hijos sufrían mucho en el colegio por todos los problemas, por lo de Guantánamo. La gente nos miraba… Era muy diferente” a cuando Jihad no estaba preso.
En 2008 la policía siria regresó a buscarla, fue detenida, acusada de terrorismo, y enfrentó un juicio de tres años donde finalmente probó su inocencia. Durante ese tiempo estuvo en prisión preventiva y cuando fue absuelta decidió cambiar nuevamente de país. La vida en Siria ya no era posible.
“Me encarcelaron mientras el proceso seguía en el juzgado antiterrorista. Al final el juez dijo que me liberaran. El proceso duró tres años, pero luego el juez dijo: que salga en libertad, no ha hecho nada.” Cuando salió, “la revolución” ya se había iniciado.
Líbano fue su nuevo destino. Fue allí que su abogado le informó que su marido iba a ser puesto en libertad y que pronto podrían reencontrarse. Le recomendó mudarse a Turquía para facilitar la reunificación familiar. Al trasladarse comenzó otra dura etapa. Una espera que, de a poco, fue volviéndose agonía.
LA ETAPA ORIENTAL. Yusra asegura que mes a mes le han prometido que la reunificación familiar tendrá lugar, pero ese día no llega. Supone que la demora tiene que ver con que Estados Unidos no lo permite. Cree que es este país el que toma las decisiones sobre el destino de los ex presos de Guantánamo, y no los países de acogida.
—¿Cuáles son los problemas que te impiden viajar a Uruguay?
—Nosotros no tenemos ningún problema. Desde que el abogado, unos seis meses antes de que liberaran a Jihad, nos llamara y nos dijera: “Si dios quiere viajarán a Uruguay”, tengo todo listo. Luego llegó Jihad a Uruguay y yo estaba contenta con la idea de ir allí y encontrarme con mi marido. Pero sólo fueron promesas: tal vez este mes, tal vez el mes que viene, y siguen siendo promesas. Nos han mentido mucho. Ya no me fío de ninguna promesa.
Yusra cuenta que fue muy desesperanzador cuando este año su abogado le confirmó una entrevista con parte del cuerpo diplomático en el consulado honorario de Uruguay en Estambul; remarca que fue durante el Ramadán. Y afirma que alguien del cuerpo diplomático uruguayo en Teherán (en la capital iraní está el consulado distrital, del que depende administrativamente el consulado en Turquía) llegó a la ciudad y les comunicó que tenía los visados listos para entregárselos. Pero al llegar a la puerta junto a sus tres hijos la custodia no les permitió el ingreso, y desde dentro le pidieron que llamara otro día. Su versión contradice la que dio el canciller Rodolfo Nin en conferencia de prensa el 7 de setiembre. Allí aseguró que Yusra no se presentó a un encuentro fijado para el 6 de junio y que “con posterioridad”, “una persona” llamó en su nombre al consulado para decir que en los próximos 15 días no podría concurrir debido al Ramadán (que había iniciado precisamente el 6). Y que ante la propuesta de fijar nueva fecha para la entrevista, la persona declinó el ofrecimiento e informó que Jihad Diyab solucionaría el tema desde Montevideo.
—¿Entienden que la traba la pone el gobierno uruguayo?
—No lo sabemos. Puede ser el gobierno de Uruguay, pero no sabemos nada. Nosotros esperamos que se cumplan las promesas que le hicieron a ella, pero todas las promesas resultan ser mentira –quien así responde es el primo de Yusra, que prefirió no ser identificado en la entrevista–. Estamos totalmente preparados para el viaje a Uruguay, pero no lo aceptan, no aceptan darnos el visado, desde el principio. Quién lo anula, no lo sabemos. Puede que sea Uruguay, puede que sea Estados Unidos.
“Yo hice una invitación para Jihad, cuando él estaba en Venezuela, ante un notario, y la enviamos a la embajada turca en Caracas, pero como estaba detenido no podía ir a la embajada a recibir la invitación”, cuenta Yusra, sobre lo que parece más un acto simbólico, dado que su condición de refugiada y su situación económica le harían muy difícil respaldar ese documento.
“Supongo que Estados Unidos es el responsable de todas las decisiones”, opina ella. “Si Estados Unidos dice que Jihad vaya a Turquía o a Qatar, pues Jihad podrá ir. Pero si Estados Unidos no lo acepta, Jihad no irá a ninguna parte”, agrega, y confiesa que piensa que Uruguay mantiene un acuerdo confidencial con este país, algo que el propio Jihad ha afirmado en sucesivas entrevistas.
“Uruguay es peor que Guantánamo”, expresa Yursa, quien aclara que esto es lo que le trasmite su marido. Pero al insistir en que explique esta expresión es su primo quien responde: “Porque en la cárcel está claro que no puede ver a sus hijos. Pero estando fuera eso es más difícil humanamente. No puede ser que esté fuera, libre, y sin embargo no pueda ver a sus hijos. Estando preso es normal”.
La familia se enteró esta misma mañana de que Jihad detuvo su huelga de hambre y de que un país donde podrían encontrarse le daría asilo. Dicen que lo leyeron en la BBC, pero que si bien han tenido contacto posteriormente, Jihad no sabe de qué país se trata. De todas formas, estarían dispuestos a irse donde fuera necesario con tal de concretar el reencuentro y unir a la familia. Prefieren que ese país no sea Uruguay, ya que según les ha informado Jihad, su situación es muy precaria, con muy pocas comodidades, incluso pasando frío.
Antes de despedirnos, Yusra dice:
—Quiero decir a todo el mundo que mi marido es inocente. Lo detuvieron los servicios secretos pakistaníes, y es inocente. Lo aislaron de sus hijos durante 14 años. Para nosotros, según lo aceptable en el islam, no se puede alejar a las personas de sus progenitores, eso es grave. Él era libre, lo encarceló Estados Unidos y desde entonces es terrorista. ¿Por qué? Su hija más pequeña tenía un año y cuatro meses cuando se lo llevaron. Y mi otro hijo (refiriéndose al que murió en Siria) siempre preguntaba: ‘¿Cuándo sale papá, para verlo?’. Lo mataron sin que hubiera visto a su padre. Y eso es todo. Cuando alguien acaba en Guantánamo todo el mundo dice que es terrorista. Y Jihad no es terrorista. Tiene buen corazón. Es una buena persona. Vivía con su mujer, con sus hijos, como cualquiera. Mi hijo algunos días se pregunta… piensa en qué salvajadas le hicieron. Estados Unidos siembra el terrorismo en la mente de los hijos. Es un bloqueo. Este niño crece en la enemistad hacia América. No encuentro ningún motivo para detener a Jihad, ningún derecho. Me quitan a mi marido, me tienen separada 14 años, sin verlo, y ahora que está en Uruguay no lo veo tampoco; y si no tiene padre ni madre ni a nadie en Uruguay… ¿por qué está en Uruguay? ¿Hasta cuándo se quedará la pesadilla de Guantánamo en nuestras vidas? Queremos que acabe esta pesadilla.