Fue en enero de 1983. Estábamos en la redacción terminando la edición número 7 de El Dedo, cuando recibimos una llamada de César di Candia desde su casa de La Paloma alertándonos de que nos había enviado por Onda (claro, el mail ni existía) un material para la revista. Retiramos el sobre, y en su interior traía un solitario recorte de papel garrapateado a birome, con un aviso publicitario que nos venía al pelo para publicar en la página 2, donde siempre iba la parodia de un aviso.
Como Miguel Casalás trabajaba en la agencia de Rodríguez Stratta, donde se armaba la propaganda de películas, él fue el indicado para ilustrarla, mientras el resto del equipo completaba la genialidad de César con algunas perlitas más, tal como trabajábamos todo y todos en El Dedo. Y así fue el aviso.Ese n...
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