Construyendo millones - Semanario Brecha

Construyendo millones

MINECRAFT, EL ÚLTIMO boom en videojuegos infantiles que ya ha captado más de 16 millones de usuarios en todo el mundo, en estos días pasó a manos del gigante Microsoft.

Minecraft

Tanta fue la fiebre generalizada, tal el despropósito, que Microsoft invirtió nada menos que 2.500 millones de dólares para la compra de Mojang, el estudio sueco que apenas reúne a unas 40 personas y que desarrolló el juego hasta convertirlo en un éxito mundial sin precedentes. Lo curioso del negocio es que en 2013 Minecraft recaudó “apenas” 250 millones de euros, lo que lleva a preguntarse por qué Microsoft desembolsó semejante cifra para capitalizar la invención.
Minecraft es un juego de construcción en el que el jugador maneja un personaje visto desde la primera persona. Así, se mueve en un mundo muy peculiar: como si se tratara de un juego de ladrillos de Lego, el ambiente está compuesto de bloques cúbicos de diferentes colores y aspectos. Esta característica no sólo es deliberada sino que además se encuentra totalmente enfatizada: los objetos, los árboles, todas las cosas que aparecen, incluyendo los fondos, están hechas con este carácter rudimentario y pixelado: los personajes tienen la cabeza perfectamente cúbica, también los animales que los circundan, y hasta el sol es un cuadrado suspendido en el cielo. Esta estética da la idea de un juego de los primeros años noventa, pero en realidad reúne varios componentes de los juegos casuales de hoy.
Hay tres modalidades distintas para jugar: “supervivencia”, “extremo” y “creativo”. En el modo “supervivencia” uno debe construir casas y búnkeres para sobrevivir a un ambiente hostil. Es que en este mundo un día dura 20 minutos, y cuando cae la noche aparecen toda clase de monstruos que comienzan a atacar al jugador. Así, antes de que eso ocurra hay que explorar y obtener materiales, y combinarlos para hacerse de objetos. Por ejemplo, se necesitan dos palos y tres adoquines para hacer una piqueta, o tres palos y tres cuerdas para un arco, y hay que apurarse para construir un sitio donde cobijarse antes de que las alimañas ataquen. En el modo “extremo” la dinámica es la misma, con la variante de que la dificultad aumenta y el personaje cuenta con un solo corazoncito de energía, que perece ante cualquier daño recibido. Pero quizá sea el modo “creativo” el más popular entre niños y el que permite un mayor desarrollo. El personaje simplemente puede hacer lo que quiere, tiene materiales ilimitados, no se lastima ni muere, puede volar y extender sus construcciones hasta donde quiera. Aquí es donde el juego deja de orientar la acción y permite al jugador expresarse más, incentivándolo a crear mundos con infinitas variables.
Seguramente la gran diferencia entre un Lego común y esta última modalidad es que además de apilar ladrillos y construir, uno tiene la posibilidad de generar dispositivos, a partir de lo que se llaman los “circuitos redstone”. Sobre este punto, la información disponible en Internet es enciclopédica, aspecto que demuestra todo lo que esconde un juego en apariencia tan sencillo. Un circuito redstone combinado con los materiales adecuados permite generar dispositivos simples, como puertas automáticas o interruptores de luz, pero también ascensores, granjas autosuficientes y hasta computadoras en el mismo juego. Si uno da un vistazo a lo que se ha escrito sobre este tema en Internet comprenderá cómo Minecraft, con sus reglas intrínsecas, puede adquirir la complejidad de un tratado de ingeniería.

Y es muy llamativa la fascinación que el juego genera en los niños. En un artículo para The New Yorker, Michael Agger expresó su asombro al ver que sus dos hijos pasaban buena parte de la tarde haciendo cavar a sus personajes en busca de remolachas, para poder hacer con ellas una poderosa sopa restauradora de la salud. Las modalidades multijugador permiten la supervivencia en equipos, enfrentarse a otros o generar mundos privados compartidos. Y como descubrirán muchos padres azorados, los niños combinan el juego con búsquedas en Internet, con videos subidos a Youtube en los que los jugadores exhiben sus hazañas y sus construcciones, o explican cómo generar tales o cuales artefactos. Los canales en Youtube dedicados a Minecraft cuentan con millones de espectadores.

Quizá lo más chocante para los gamers tradicionales es que no exista un personaje, una historia clara, que no haya tutoriales que expliquen qué hacer, que los gráficos parezcan estar tan poco trabajados y que, aun con todos estas aparentes “carencias”, genere tal fascinación. Pero como ya han demostrado juegos brillantes, como Plantas versus Zombis o el uruguayo Kingdom Rush, buena parte del éxito radica precisamente en hacer algo sencillo de aprender, pero al mismo tiempo cada vez más complejo. Y como puede verse, los niños no necesariamente buscan gráficos excelentes, animaciones deslumbrantes o grandes artificios. A veces sólo alcanza con apelar a la naturaleza más básica y elemental de un juego, el simple hecho de promover una interacción con otros, y de apuntar a la creatividad a partir de este vínculo.

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