Finalmente fue Benoît Hamon quien venció en las primarias del Partido Socialista francés el domingo pasado (véase última edición de Brecha), y será candidato de esa fuerza política, hoy en el gobierno, en las elecciones presidenciales de abril-mayo de este año. Hamon derrotó al actual primer ministro, Manuel Valls, y apenas supo su victoria dijo que “ahora sí la izquierda asumirá la conducción del PS”, en alusión al giro a la derecha dado por su partido desde que asumió el presidente François Hollande. Su segundo gesto fue tender la mano a otros partidos de izquierda, como el Frente de Izquierda conducido por el ex socialista Jean-Luc Mélenchon, y los verdes, para “construir una alternativa” tanto frente a la derecha “tradicional”, que en abril presentará como candidato a François Fillon, como a la más extremista, liderada por la presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen. Los últimos sondeos no son favorables a los socialistas: quedarían excluidos de la segunda vuelta de la elección, en la que se enfrentarían Fillon y Le Pen, con ventaja para ésta tras los escándalos que afectaron al ex primer ministro de Nicolas Sarkozy.
Durante la campaña, Hamon y Valls defendieron posiciones opuestas. El vencedor se presentó como “defensor de una izquierda total que no renuncia a la utopía”, mientras el segundo, que se dice social-liberal y pretende cambiar el nombre del PS, dijo que su adversario representaba a “una izquierda que mira hacia el pasado y no es creíble”. Valls puso el acento en combatir a la extrema derecha “sacándole argumentos” (una opción que se tradujo, en realidad, en incorporar muchas de las propuestas de los ultras en materia de inmigración y de seguridad), al tiempo que Hamon defendió “políticas alternativas” tanto en lo relativo a inmigración y seguridad como en la línea económica del gobierno. De todas maneras, la interna fue incapaz de seducir al propio electorado socialista, cuya participación estuvo muy por debajo de ocasiones anteriores.