Corea del Sur se impone - Semanario Brecha

Corea del Sur se impone

Sin proyección: “Okja” y “The Handmaiden”.

Hace unos quince años Internet rompió con las fronteras –y los caprichos– de la distribución y dio a conocer a cinéfilos de todo el mundo la obra producida, de forma más o menos independiente, en países remotos. Esto para Occidente significó además la revelación de un universo maravilloso: el cine asiático. Si bien antes alguna película llegaba, la variedad y cantidad de títulos a disposición a partir de ese momento se multiplicó como nunca antes. Podía verse a varios de los directores más creativos del mundo que se saltaban todos los lineamientos de la industria, experimentaban fusionando géneros y proponían formas que desafiaban los límites de lo imaginable. En particular el cine surcoreano reunía varias de las mejores características que podían encontrarse en el cine asiático: la contemplación poética y autoral china, el ludicismo propio del cine de acción de Hong Kong, y la demencia y la estilización detallista japonesa.

Se dio a conocer entonces una camada de jóvenes autores que fue generando reconocimiento mundial, ganando presencia en festivales, e incluso algunos fueron luego reclutados para filmar en Hollywood. Entre ellos, dos de los más importantes fueron Park Chan-wook (Simpathy for Mr Vengeance, Oldboy) y Bong Joon-ho (Memories of a Murder, The Host). Ambos estrenaron recientemente sus dos últimas películas, que además han sido de los éxitos comerciales surcoreanos más grandes y de los más vendidos fuera de su país.

Bong Joon-ho se hizo vegano durante un par de meses, a partir de los preparativos para el rodaje de Okja.1 Durante su investigación, la visita a un matadero industrial en Colorado fue lo suficientemente traumática como para disuadirlo de seguir comiendo carne por un tiempo. Ya al llegar al estacionamiento del frigorífico el olor lo invadió, una mezcla de excrementos, sangre y miedo animal; luego vio cómo las vacas se apiñaban esperando su turno para ser arreadas, ejecutadas, y para que cada centímetro cuadrado de su cuerpo fuese procesado, incluyendo sus heces. Esta experiencia se ve claramente reflejada en esta película, y si bien la idea del director no es convertir a la gente sino denunciar los métodos de procesamiento masivo de alimentos, es probable que más de uno decida dejar de comer carne luego de ver esta película.

Se trata básicamente de la historia de la amistad entre una niña y una cerda gigante, modificada genéticamente por una multinacional. Con un humor de a ratos delirante pero también con tramos realmente duros, es notable cómo la película oscila entre la comedia desacatada y el drama más intenso, al tiempo que pone el dedo en la llaga tocando una temática polémica. Entre otros notables apuntes, son expuestas las estrategias de comunicación de las grandes empresas, empecinadas en dar una imagen pública diametralmente opuesta a la realidad. La idea de producir carne “ecológica” puede sonar ridícula, pero cierto es que no suelen ser menos delirantes muchos discursos reales proferidos por multinacionales dispuestas a limpiar su imagen frente a la opinión pública.

Luego de un par de películas interesantes pero no sobresalientes (Thirst, Stoker), Park Chan-wook vuelve a un estado de gracia con The Handmaiden,2 una adaptación de época ambientada en los años treinta, durante la ocupación japonesa. Aunque la novela en la que se basa (Falsa identidad, de la escritora galesa Sarah Waters) se ambienta en la época victoriana, Park hizo suya la historia, respetando su estructura episódica y haciéndola calzar perfectamente en un universo propio. La trama enseguida nos coloca en esas situaciones incómodas tan propias del cine surcoreano; una joven analfabeta, criada en una casa de acogida de huérfanos y entrenada desde chica en el fino arte del robo y la estafa, se introduce en la mansión de una rica y joven heredera japonesa. El plan secreto, que despliega junto a otro farsante, es seducir a la muchacha, hundirla en la locura y arrebatarle todas sus riquezas.

Así se plantea un notable tour de force, con giros de guión que no paran de sorprender, una creciente tensión lésbica y una puesta en escena deslumbrante, con notables despliegues fotográficos y de escenografía. Es meritorio que este puntillismo estético no caiga en los excesos ampulosos propios del cine de inspiración victoriana, sino que, por el contrario, su ritmo no se ve afectado en absoluto y la anécdota, magnética desde el primer minuto, nos recuerda el incomparable talento narrativo del director.

 

  1. Bong Joon-ho, 2016.
  2. Park Chan-wook, 2016.

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