Sobre una pareja y su ruptura trata esta pieza que escribe, dirige y actúa Domingo Milesi (Mugre –2011–, Lo que los otros piensan –2016–). El tema es ya un leitmotiv de la narración. Sin embargo, lo original de esta puesta comienza a colarse a través de sus búsquedas dramatúrgicas y estéticas. Milesi trabaja con minucia las herramientas escénicas para contar su historia e integrar los elementos para que estos sean parte viva de la trama que se cuenta. Con gran inspiración cinematográfica, compone encuadres perfectos que contienen a sus personajes, en planteos escenográficos visualmente bellos y atrapantes. En Lo que los otros piensan, Milesi creó un “teatro de carretera”, inspirado en las road movies, con un montaje escenográfico y un cuidadoso diseño de iluminación que transportaba al espectador a aquellas imágenes del cine. En este caso, diseña las dos plantas de una casa por medio de pequeños cuadros-ventanas que le permiten contar el devenir de esta pareja a lo largo de diez años de relación. La acción se sitúa en la década del 90 (el diseño escenográfico está a cargo de Leandro Garzina y la iluminación, a cargo de Paula Martell).
Para lograr una conexión actoral que le permitiera investigar sobre un vínculo de pareja verosímil, Milesi intercambió ideas a lo largo de un año con la actriz Sofía Espinosa (Clandestina, Antígona oriental), con quien trabajó anteriormente. El motor de su búsqueda fue preguntarse acerca de los vínculos y sus cambios en el tiempo. Por ello eligió situar la escena en la década del 90, cuando no existía tanta conexión virtual. En ese contexto histórico, sitúa personajes alejados de las etiquetas y con convicciones y decisiones (sobre la pareja, la construcción del género, la convivencia, la maternidad) de vanguardia para la época, en la que parecen no encajar.
Milesi narra la historia en un ir y venir fluido y circular, plagado de flashbacks, que permiten comprender el estado de la pareja en su momento presente. Con giros de texto que sorprenden sin ser forzados, va dando profundidad a los diálogos y a los personajes, que en el inicio parecen ser parte de un cliché (ella, verborrágica y representante de la neurosis femenina; él, pasivo y aparentemente apático). Lo interesante es que, de manera sutil a través de los saltos de la historia, estos personajes se complejizan y demuestran toda su humanidad. Milesi construye, también desde el humor, un hombre sensible, afectado ante la inminente ruptura. Espinosa compone a una mujer empoderada, segura de sus decisiones y alejada del deber ser femenino.
Suenan las estrofas de Quién te cantará, de Mocedades; afloran varias referencias musicales de los noventa, que se articulan con el drama interno de los personajes. Hay también varias alusiones cinematográficas (Kramer versus Kramer y La dama y el vagabundo, por ejemplo), que delinean el contexto; una temporalidad que se encuentra reforzada por una cuidada estética retro en la escenografía. Existe una muy lograda construcción del universo propio de estos personajes, de su refugio-casa. El programa de mano representa la cama como espacio simbólico de la unión y la separación de la pareja. El director crea una mirada sensible sobre un motor narrativo de todas las épocas, con personajes que, en su rareza, tienen mucho para decir, y demuestra nuevamente que sabe manejar con maestría los tiempos de la escena y sus posibilidades creativas.