Pasadas las 9 de la mañana, las figuras ministeriales, de gestos parcos y expectantes, irrumpieron en la cancha del gimnasio municipal de Pueblo Centenario. Mientras ocupaban sus lugares, un encomiado locutor –asistido por una pista de música funcional– vitoreaba los nombres de los secretarios de Estado, cual si se tratara de un equipo deportivo maltrecho y necesitado de aliento. Frente al estrado, cientos de personas se amuchaban en las sillas de madera, espantando el calor con cualquier objeto que hiciera las veces de abanico. Cundía, entre el sopor, cierto clima de tensión. La casualidad quiso que el lugar reservado para Tabaré Vázquez en la larga mesa dispuesta para los jerarcas quedara posicionado justo debajo del aro de básquet. Y la metáfora fue perfecta: durante las casi dos horas ...
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