Si bien las aventuras de Walter White y Jesse Pinkman terminaron para siempre, los fanáticos y la crítica hicieron de Breaking Bad una serie de culto, cuyo último episodio, emitido el 29 de setiembre en 2013, dejó una importante huella en la historia de la televisión. La paulatina mutación de los personajes –particularmente la transformación de aquel sumiso profesor de química en un inescrupuloso fabricante de metanfetaminas– fue uno de los mayores aciertos de la serie creada por Vince Gilligan. El impecable sentido de la estética –en cuanto a la utilización de una gama específica de colores– y las locaciones son partes fundamentales en el universo de la serie, propiciando envolventes atmósferas, en general verosímiles.
Situada en un vecindario tradicional de Albuquerque, en el estado de Nuevo México, la casa donde vivía el ficticio Walter White junto a su esposa y sus hijos se ha vuelto una atracción para turistas. Muchos aficionados nunca olvidarán el momento en que un frustrado Walter desquita su ira con una pizza, lanzándola sobre el tejado. Lo cierto es que esa casa está actualmente ocupada por una familia normal que a diario encuentra pizzas colgando de su techo. La situación llamó tanto la atención que llevó al mismísimo Gilligan a pedir públicamente a quienes lo hicieron o planean hacerlo que paren con eso: “Déjenme decirles: no hay nada de original, divertido o bueno en lanzar una pizza sobre el techo de esta señora. Simplemente no es gracioso. Se ha hecho antes. No son los primeros”.
La casa de Jesse Pinkman, el personaje interpretado por Aaron Paul, ha sido puesta a la venta por sus propietarios por el “módico” precio de 1,6 millones de dólares. La residencia, que cuenta con aproximadamente 325 metros cuadrados de extensión y dos plantas, tiene cuatro dormitorios y está situada en el típico suburbio hollywoodense. La agencia de bienes raíces que se encarga de la venta, aprovechando la popularidad de la serie, creó el sitio web www.breakingbadhouse.com, donde los interesados pueden conocer las características de la construcción, del vecindario y las opciones para “Vivir como Jesse”. Incluso señala en la descripción los capítulos en los que aparece la edificación y aclara que “el laboratorio de metanfetaminas no está incluido” en el paquete.
Pero no es necesario visitar Albuquerque para sentirse en el escenario de Breaking Bad. En Estambul, Turquía, abrió Walter’s Coffee Roastary (“La tostadora de café de Walter”), que consiste en la recreación de uno de los laboratorios donde Walter y Jesse cocinaban metanfetamina. Por razones legales, los propietarios de la cafetería no pueden vincularse directamente a la serie, por lo que alegan haberse inspirado en un laboratorio químico cualquiera, con adornos como pipetas, mecheros, probetas y demás utensilios. Pero se pueden detectar referencias directas, como los mamelucos de color amarillo en los empleados y una tabla periódica gigante en la pared. Incluso en determinadas horas del día rompen unas láminas azules que reposan en bandejas rectangulares, simulando ser los propios cristales de metanfetamina, aunque no sean más que caramelo.
Y como no podía ser de otra manera, parece que la metanfetamina está en todos lados y se multiplicó como panes. Cada vez que aparecen noticias sobre laboratorios clandestinos se los suele relacionar con la serie de televisión, y hasta se habla de “inspiración” y “estilo”. Tal vez lo más terrible sea la aparición del cuerpo semidisuelto de un estudiante francés en una tarrina de plástico, tal como Walt y Jesse se deshicieron de su primera víctima. Por otro lado, una clínica de rehabilitación en Albuquerque regaló una serie de becas llamadas Breaking Addiction. ¿Habrá lugar para los adictos a la serie?