El asunto tiene su ingenio: no en vano fue escrito por el inglés Peter Shaffer, quien supo hacer de las suyas a propósito de la genialidad de Mozart en Amadeus, así como de los alcances de la psiquiatría en Equus. En ambos títulos se proponen situaciones diferentes a partir de hechos o personajes realmente significativos. En la presente comedia, la mayor parte de la acción transcurre en la oscuridad causada por un repentino apagón en un edificio de apartamentos.
La platea es provocada por un texto que, como el título sugiere, elige el color negro para teñir enredos que comprenden a ocho siluetas muy dispares: el joven dueño de casa (Gustavo Casco), su novia (Cecilia Yáñez), la chica que, al parecer, dejó y reaparece sin previo aviso (Tefi Crocce), una vecina solterona (Isabel Schipani), el padre de la novia (Sergio Pereira), un vecino más que peculiar (Alejandro Martínez), el requerido electricista llamado a reparar el desperfecto (Jorge del Valle) y un esperado magnate de remota procedencia europea, capaz de solucionar otros problemas (el mismo Del Valle cumpliendo caracterización diferente). Corre por cuenta de Shaffer la lograda definición de cada uno de los involucrados. El director Roberto Andrade aprovecha la diversidad de los personajes por medio de un elenco que, con gran compromiso escénico, consigue extraerle el jugo a cada papel.
Apoyado por la iluminadora Claudia Sánchez y el escenógrafo Gerardo Bugarín, Andrade se encarga, además, de otorgarle el ritmo adecuado a la trama, de modo que las diferentes secuencias de luz y sombra irrumpan en los momentos indicados. No es fácil mover con verosimilitud a sus actores en una supuesta oscuridad, que no es real. Vale la pena contemplar a cada uno reaccionando y moviéndose en un espacio que, se supone, resulta propicio para que la gente tropiece a cada instante en una época en la que todavía no existían las indiscretas luces de los teléfonos celulares. El ingenio hace de las suyas, a pesar de un final algo apresurado, al que le falta contundencia. Los enredos amorosos se entrecruzan con las frases de gente autoritaria, las dificultades financieras, las tilinguerías de los más desinformados, las confusiones de identidades y, en algún caso especial, los inevitables efectos de la bebida.Black Comedy, el apagón es una comedia muy efectiva, que convierte a cada espectador en un testigo capaz de ver y apreciar con claridad –valga la expresión– lo que un conjunto heterogéneo de hombres y mujeres efectúan cuando toman conciencia de que no son visibles. Es un punto en verdad original, tan valedero para alimentar una ficción como para, una vez terminado el espectáculo, hacer pensar a la concurrencia en cómo somos cuando nadie nos ve.