Dos días antes, en Orlando, Estados Unidos, otro hombre, también actuando solo, acribilla a balazos a decenas de personas que asistían a una fiesta gay en un pub. No se le conocían antecedentes como “terrorista” ni vínculos con grupos yihadistas, pero deja un mensaje que lo identifica como perteneciente a esa galaxia. Amaq, la agencia de prensa del EI, lo confirma: era de los nuestros, un soldado de los nuestros, dice. Pasa alrededor de un mes y una nueva masacre en Francia, la tercera en año y medio. El 14 de julio, fiesta nacional, un hombre a bordo de un camión casi que como sola arma arrolla todo a su paso: 84 muertos al azar, decenas de heridos graves. Del hombre se supo que era tunecino pero no se le conocían prácticas religiosas. Más bien lo contrario: se lo tenía como “libertino y ...
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