La autora inglesa Abril de Angelis ha sido representada en varias ocasiones en Uruguay. En 2017, la Comedia Nacional montó Bichos de teatro, obra dirigida por Lucía Sommer. En aquel entonces la dramaturga visitó Montevideo para dar una charla sobre su texto y el rol de la mujer en el teatro. En 2018, la Comedia Nacional también puso en escena After Electra, con la dirección de Mario Ferreira. El feminismo, la maternidad y los vínculos familiares rondan sus textos, enmarcados en un tono de comedia. Estos temas vuelven a verse reflejados en Jumpy. La puesta en escena marca el regreso a las tablas de la actriz Paola Venditto, en un rol que rige la escena y le permite transitar por una diversidad de estados, que compone con la soltura de siempre. Venditto representa a Julia, una madre en la crisis de los 50 que debe acompañar y enfrentar a su hija adolescente Luli (Luana Bovino) en su despertar sexual y su rebeldía.
El director Lucio Hernández (Variaciones Meyerhold, Tom Pain) regresa al Teatro Circular, la casa que lo formó, y demuestra que conoce cada uno de sus rincones. Logra una comunión entre el elenco joven y el elenco más experimentado, y un diálogo fuerte y verosímil. Trabaja la musicalidad que acompaña los diferentes momentos de los personajes con canciones interpretadas en vivo por la Jumpy Band, conformada por Luana Bovino, Julia Cabrera, Thiago Hernández y Sebastián Martinelli. Esa frescura y esa comunión acompañan las situaciones por las que transita la familia de Luli, mientras ella crece y se encamina a su independencia. De Angelis centra la mirada en el universo femenino, especialmente en las emociones de una madre que debe enfrentar varias situaciones de ruptura a la vez: la pérdida del trabajo, la madurez de una hija que le escupe la parte más dura de su rebeldía, la crisis de su pareja y el intento por defender y transmitir sus antiguos ideales feministas a las nuevas generaciones.
El director logra un equilibrio entre los momentos colectivos y los espacios introspectivos de los personajes, y mantiene una dinámica precisa entre las escenas para construir los momentos de humor –de los cuales hay muchos– y los estados más reflexivos que el texto propone. Hay dos rumbos paralelos entre dos mujeres que emprenden nuevos caminos: la madre, cuyos cimientos tiemblan mientras debe aprender a soltar, y la hija, que bajo esa mirada sobreprotectora intenta marcar su camino en solitario. Ambas actrices tienen una química única en el escenario, que hace posible que estas tensiones, entre cariñosas y ríspidas, se sostengan durante todo el montaje. El de Venditto, sin embargo, es el personaje eje de la puesta en escena, pues es quien lleva adelante el relato. A partir de sus estados se nos transmite el devenir de los demás personajes. En su gestualidad y su natural prestancia en la escena logra componer las sutiles contradicciones de su personaje: una madre educadora especializada en adolescentes problemáticos que, en su propia casa, lidia con un presente que parece no poder dominar, una feminista que supo ser militante y ve (pero no comprende) que su lucha hoy es entendida desde otros puntos de vista o apropiada de otras formas.
El texto desliza problemáticas actuales que afectan a las mujeres, como los miedos surgidos de una inseguridad que siempre las acompaña en los espacios públicos, la relevancia de la educación sexual y la responsabilidad que atañe al cuerpo. También desliza de manera continua referencias a la necesidad de liberación y a las oportunidades que parecen diferir según el género. Pero, más allá de estos temas, que sobrevuelan la anécdota, el ojo está puesto en la relación madre-hija y en el efecto que esta tiene en la familia. Todo es tratado desde un punto de vista fresco y sin perder los momentos de humor que nacen de las propias contradicciones. El elenco se completa con la participación de actores de trayectoria como Gustavo Bianchi, Robert Moré, Leticia Cacciatore y Denise Daragnès (en un rol que aporta los momentos más desopilantes de la puesta en escena), y actores de las nuevas generaciones como Cabrera, Hernández (que ejecuta los instrumentos en vivo) y Martinelli. Jumpy es una mirada actual sobre las generaciones y la convivencia en una obra que realza el poder actoral y está presentándose en la Sala 1 del Teatro Circular, uno de esos lugares de la ciudad a los que siempre es bueno volver.