Festival Temporada Alta de Girona (Sala Verdi). La puesta de Está escrita en sus campos, concebida, dirigida e interpretada por el mexicano Francisco Barreiro, proviene del grupo de teatro Lagartijas Tiradas al Sol y gira en torno a una disertación alternada con actuación del propio Barreiro en ambas disciplinas, a propósito del narcotráfico en su país. Un fenómeno que el presente texto analiza a través de sus implicancias delictivas, políticas, económicas, humanas y, al mismo tiempo, históricas, haciendo especial hincapié en el hecho innegable que se reitera una y otra vez: los principales culpables encuentran siempre la manera de evadir el castigo, mientras anónimos chivos expiatorios se ponen por delante para que todo siga como está. El trabajo de Barreiro –algo extendido– incorpora mapas, proyecciones y hasta números musicales que recrean la figura de Tiger, algo más que un rapero evocado, con seriedad y equilibrados tonos, más allá de su discutible teatralidad. Una versión del cuento “Informe para una academia”, de Franz Kafka, dirigida por Xavier Ricart e Iván Benet, interpretada por este último, se integró asimismo a la programación, dando así cabida a la reflexión que provoca la transformación de un mono en ser humano a través de la visión del singular autor. La ocasión, si bien sirvió para conocer la ductilidad de Benet en una cambiante caracterización, no pareció aprovechar en profundidad las alusiones de un texto que exige la inclusión de factores como la sorpresa y la ferocidad, a los que la puesta no acudió, al tiempo que elegía transitar por los terrenos menos riesgosos del relato apenas dramatizado.
Paciencia y pan criollo (La Gringa), escrita y dirigida por Pepe Vázquez e interpretada por él mismo y Emilio Pigot, rehúye autodefinirse como una muestra de stand-up, ya que al permitirse el primero sentarse en más de una ocasión, el espectáculo se transforma en una especie de sit-down comedy. Incorpora recuerdos y comentarios de Pepe y del personaje que interpreta ante la atenta vigilancia de Pigot, encargado de evitar que el disertante se salga de sus calces. Por cierto que los recuerdos del evocador no dejan de incluir a su Treinta y Tres natal, pero por allí asoman también comentarios y reflexiones que traen a colación festejables detalles acerca de los uruguayos en general y el idioma que manejan en ciertos medios, entre varias otras cosas que cobran especial vida por el don de comunicación, la simpatía y la gracia que el comediante maneja con pasmosa naturalidad.
Cuentos para radio (Victoria), del uruguayo Carlos Briganti, narrados por Juan José Zeballos bajo la dirección de Ruben Rodríguez, busca reconstruir en el teatro la atmósfera de una emisora en la que alguien lee diferentes historias a los oyentes. El puñado de relatos elegidos combina descripciones, humor y alguna sorpresa, sin olvidar aquellos tramos en que los trozos dialogados le dan pie al relator para desdoblarse en un par de personajes. La buena voz, la impecable dicción y la afinada intención de Zeballos, bien guiado por Rodríguez, ayudan a disimular el buscado estatismo de una propuesta que, en más de una ocasión, parece pedir que el cuentista levante los ojos para mirar a sus auditores y así subrayar el hecho que despierta la atención de éstos. Las pausas musicales, por cierto, fueron grabadas por el mismo Zeballos, un pianista de marca mayor que deja en el aire la pregunta de qué pasaría si los cuentos en cuestión fuesen pronunciados por el intérprete sentado a un piano sobre el cual descansase, a su vez, el micrófono de la emisora.