Parece que no, pero sí: los uruguayos somos complicados. Una aparente sencillez esconde a menudo rasgos de difícil definición y contradicciones que pueden dar pie a innumerables discusiones, así como a espectáculos humorísticos –también es verdad que sabemos reírnos de nuestros defectos– o a otros que recuerdan a los compatriotas que se fueron dejando atrás huellas dignas de ser mencionadas.
¡Ah, machos! Se va la segunda (El Galpón, sala Atahualpa), de Fernando Toja, Enrique Vidal, Daniel Paiva y Leonardo Preziosi, dirigida por el primero, sigue los pasos del tipo de personajes y las inefables observaciones que el agudísimo Roberto Fontanarrosa brindara a la gente del Circular a fines de los ochenta. A partir de uno de sus encuentros en el clásico café, el cuarteto –ahora formado por los propios Toja y Vidal, junto a Walter Etchandy y Domingo Lado– echa a andar un entramado de historias y “proclamas”. Entre bromas, discusiones y amagues de pelea, salen allí a relucir temas como la conducta de ciertos progenitores presenciando un partido de fútbol barrial en el que juegan sus pequeños hijos, la infidelidad de alguna esposa por ellos conocida, las recientes adaptaciones del lenguaje castellano que bordean o caen del todo en el ridículo, la reconstrucción de la atmósfera que reinaba en ese mismo café en los tiempos difíciles de la dictadura y, claro está, de los tiras, y otros puntos que permiten a la platea reír y, sin duda, reconocerse. El equipo a cargo de toda la cuestión elige denominarse Los Barones de Cádiz, y cabe afirmar que sus integrantes logran desde el vamos la atmósfera buscada a lo largo de una puesta a la que, quizás, podría objetársele la recurrente frontalidad de esos amigos que se sientan de cara a la platea, por más que resultaría imposible negar que, a fin de cuentas, son los mismos espectadores a quienes ellos consiguen hacer sentar alrededor de su mesa.
Bello país para vivir después de muerto (Circular, sala 2), escrita y dirigida por Marcel García, se desarrolla en el no muy lejano futuro del año 2031, frente al establecimiento donde los personajes se dedican a la fabricación de ataúdes. Dicha tarea abre camino para que las siluetas en juego no sólo hagan referencia a la muerte, sino para que también se ocupen de reflexionar acerca del país –el nuestro, claro, como lo adelantan los acordes del himno patrio que se escuchan al principio– y, en especial, acerca de aquellos llamados a permanecer en la memoria de una tierra donde, al mismo tiempo, resulta bastante difícil sobrevivir. La citada contradictoria conclusión da empero para sacar a colación nombres como los de Delmira Agustini, Horacio Quiroga, Baltasar Brum, Aparicio Saravia y Líber Arce, en una lista a las que se agregan los de los ciudadanos desaparecidos durante la dictadura, todo un ejercicio que García maneja con la preocupación del caso, en un texto al cual, desafortunadamente, no consigue insertarle un desarrollo dramático que justifique las atendibles ideas que intenta exponer. El elenco, integrado por Alain Blanco, Karina Molinaro, Marcelo Cabrera, Diego Devincenzi, Nuria Fló y Germán Weinberg, a pesar de la escasa carnadura de los papeles en juego, se esmera en lucir convincente.
Diez shots (La Gringa), escrita y dirigida por Juan Andrés Pedreyra, desde el título, efectúa una referencia a los consabidos disparos de revólver que pueden sobrevenir en el vestíbulo de un banco –entiéndase que uno de aquellos dedicados a operaciones financieras– donde, por diversas circunstancias, se han dado cita varios personajes cuyas peripecias se entrecruzan en la ocasión. Pedreyra, a partir de una idea ocurrente, más allá de algún innecesario resbalón en los terrenos de la escatología, se las ingenia para armar una puesta que fluye al compás de un ritmo que no decae, una virtud que se extiende a la serie de flashbacks que transcurren a un costado del escenario. Una docena (!) de jóvenes actores, entre los que se cuenta el responsable, se encarga de defender el asunto con incansable brío y la picardía necesaria. El equipo en pleno brinda pautas para pensar que no sería difícil verlos a todos comprometidos en un futuro título, vaya uno a saber de qué género.