Hay películas en las que abundan las escenas abstractas, cautivantes y hermosas, con tramos que no sólo no sabemos qué representan en una primera instancia, sino que además parecieran valerse del lenguaje propio de un alienígena, una enigmática concatenación de imágenes en movimiento sin sentido aparente. Por supuesto, en el cine experimental es bastante común ver esta clase de secuencias surreales, así como en los videoclips, pero es más bien extraño encontrarse con estos despliegues en un cine dotado de personajes y una historia. En ese registro podríamos recordar los tramos de luces y lisergia sideral sobre el final de 2001. Odisea del espacio, de Kubrick; otro viaje similar en Enter the Void, de Gaspar Noé, varios en El árbol de la vida, de Terence Malick, y en The Fountain, de Aronofsky, para nombrar varios particularmente envolventes y bien logrados.
Desde que empieza esta película1 entramos de lleno en este terreno, onírico, incomprensible y al mismo tiempo fascinante. Varios tramos presentados no parecieran acontecer en este mundo (hay escenas en las que los personajes se mueven sobre un fondo completamente blanco, o completamente negro), y el espectador se ve obligado a hacer un esfuerzo de interpretación para entender el qué, el dónde, el cómo. Pero de a poco la película nos irá dando elementos como para que puedan atarse cabos, comprenderse una anécdota básica y entrar a considerar algunos de los acontecimientos que se suceden; por supuesto, un segundo visionado de la película será ideal para caer en cuenta de los muchos detalles que la primera vez se pasaron por alto. Y vale la pena señalar que, a diferencia de mucho cine cercano a los sueños (David Lynch, Leos Caráx), aquí la historia es perfectamente lineal, con un desarrollo que, sobre el final, podrá hacerse mucho más claro.
El guión está basado en una novela del escritor neerlandés Michel Faber, pero en esta adaptación del británico Jonathan Glazer (Sexy Beast, Reencarnación) se ahorran totalmente los elementos contextualizadores que expliquen, por ejemplo, quién demonios es la protagonista (Scarlett Johansson) ni por qué hace lo que hace. Sólo podremos saber que se dedica a salir en su auto por las calles de Escocia buscando víctimas masculinas para llevarlas a su casa y, luego de hacerlas entrar en una suerte de trance sexual, sumergirlas en un mar de lodo negro. La novela indica que se trata de una extraterrestre, pero aquí el espectador podrá llegar a esa conclusión o podrá pensarla como una suerte de vampira moderna o un extraño virus o lo que sea, ya que no habrá especificación alguna. Y al fin de cuentas da lo mismo; el contenido alegórico es igual de poderoso.
Las escenas en que los paseantes escoceses son levantados por la protagonista en la calle y, una vez en el auto, cortejados por ella, fueron logradas mediante cámaras escondidas. Para darle mayor verosimilitud a esos tramos los ingenuos transeúntes fueron hombres reales que, además de no reconocer a la Johansson, en su momento habrán creído correr con la suerte de sus vidas. Esas escenas quedaron en la película luego de haber dado ellos su consentimiento.
Es muy interesante la evolución del personaje principal, al comienzo absolutamente amoral, falto de empatía hacia el ser humano; una escena en una playa es totalmente demoledora en este sentido y demuestra que observa a los hombres y su sufrimiento con la misma imperturbabilidad con que ve a una hormiga retorciéndose entre sus dedos. Pero luego de un gradual acercamiento, ella intentará convertirse en un humano más. Este recorrido lleva a la audiencia a consideraciones varias sobre la superficie cutánea y su importancia en la vida social, sobre los géneros, la marginalidad, el abordaje sexual, la violación y la humillación, sobre la humanidad y lo desagradable que puede tornarse de a ratos. Al final, la “extraterrestre” sufrirá en carne propia una doble profanación, ocurrida por cometer algo que puede ser imperdonable en este mundo: aparentar ser una mujer bella, indefensa e ingenua en un terreno despoblado y, luego, demostrar ser en realidad un ser diferente, alejado de los parámetros de lo socialmente aceptado. Es decir, algo digno de una hoguera inmediata. n
1. Under the Skin. Reino Unido/Estados Unidos/Suiza, 2013.