«Uno de nuestros más antiguos compañeros, Pierre Bernard, ha sido enterrado civilmente en Montevideo […]. Más de 200 personas siguieron el entierro. La Policía prohibió las oraciones fúnebres. El acompañamiento iba precedido con una bandera rojinegra. Fue todo un acontecimiento para Montevideo.» Así narraba el periódico francés La Révolte el funeral de Pierre (o Pedro) Bernard, muerto el 13 de diciembre de 1890. Bernard fue un participante activo de la Comuna de París, que, si bien logró escapar al día siguiente de la derrota del alzamiento, fue condenado (en ausencia) a la deportación en un recinto fortificado. Luego de una huida a Bélgica en 1872, se mudaría junto a su familia a Montevideo.
De oficio pintor, fue un activo miembro de la sección belga de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). Tras su participación en la huelga minera belga de 1868, Bernard se refugió en Londres, donde integró el Consejo General de la Internacional, junto a Karl Marx y Paul Lafargue. Al año siguiente, fue expulsado de ese órgano, posiblemente debido a las crecientes tensiones entre Marx y Mijaíl Bakunin y la simpatía de la sección belga por los postulados bakuninistas.
La AIT, nacida en 1864, vinculaba orgánicamente asociaciones de obreros a lo largo de Europa y fomentaba el constante flujo de textos, debates y revolucionarios, que de ciudad a ciudad conectaban y transmitían la propuesta emancipadora. Al convocar a los explotados del trabajo de todo el mundo, se proponía llevar a la práctica una nueva organización social que trascendiera las fronteras nacionales. El levantamiento de París de 1871 plasmó en la práctica algunas de las ideas reivindicadas por la Internacional.
En Montevideo, el alzamiento fue seguido e informado por la burguesía liberal. José Pedro Varela publicaba informes diarios sobre los acontecimientos en su periódico La Paz. Posteriormente, el movimiento obrero, anarquista y socialista local recordaría el 18 de marzo como una clásica efeméride obrera junto al 1 de mayo o el 11 de noviembre (la fecha en la que fueron ahorcados los mártires de Chicago).
Pero el internacionalismo obrero también llegaba a través de la inmigración. El aluvión inmigratorio que recibió la región hacia fines del siglo XIX posibilitó tanto el incipiente industrialismo capitalista como la organización gremial y social de los asalariados, quienes formaron las primeras asociaciones obreras y círculos de difusión revolucionaria. Entre ellos, y escapando de la represión a la Comuna, vendrían los Bernard.
DEL SOCORRO A LA RESISTENCIA
A comienzos de 1875, el diario El Ferrocarril se alarmaba por la llegada de algunos comuneros al Río de la Plata y afirmaba: «La Comuna ha sentado aquí sus reales». La presencia en Montevideo de la familia Bernard, compuesta al menos por Pierre, su compañera sentimental Marie y su propio hermano George, podrá verse al menos desde 1875, con Pierre como miembro de la comisión que convocaba a las reuniones de socios de la Internacional montevideana. Por aquel entonces, castellanizaron sus nombres y Pedro, al menos, volvió a dedicarse a su oficio.
La sección montevideana, formada poco antes, sería la única sección de América Latina que ingresaría formalmente en la AIT. El estrecho vínculo entre Bernard y la AIT antiautoriaria (la Internacional de inspiración bakuninista escindida en 1872 de la organización fundacional) se evidenciaría en su rol de único suscriptor en Sudamérica del órgano de prensa del organismo, así como en su asiduo envío a Europa de informes sobre los avances de la asociación en Montevideo.
María Bernard impulsaría, en tanto, la que parece ser la primera organización de mujeres revolucionarias de la región uruguaya. En 1881, formó, junto con otras compañeras, el Comité de Mujeres de la Asociación Internacional de Trabajadores de Montevideo. Su primera acción pública sería la publicación de un comunicado en solidaridad con la nihilista rusa Jessa Helfman, que se encontraba embarazada, presa y condenada a muerte por el asesinato del zar Alejandro II, ocurrido pocos meses antes.
La actividad de los Bernard en el seno de la AIT local sería constante y ascendente. En ella tendrían cada vez más protagonismo sus posturas revolucionaras frente a otras más conciliadoras hacia los poderes públicos. Para 1881, Pedro integraba el Consejo General de la sección, José era su secretario general y María la secretaria general de la sección femenina. Un año antes, Jorge había explicitado la propuesta práctica de la asociación: legislación directa del pueblo por el pueblo, propiedad colectiva de la tierra, abolición de la herencia individual de capitales y medios de producción, desarrollo de talleres cooperativos, instrucción científica obligatoria, entre otras.
La influencia de los tres parece consolidarse en 1884, cuando comenzó a editarse La Lucha Obrera, de la que Jorge sería el redactor responsable. A partir de esta fecha, comienzan a forjarse las primeras «sociedades de resistencia», que, superando las viejas «sociedades de socorros mutuos», se planteaban una ofensiva gremial en la que exigían mejoras a través de acciones colectivas (como sucedió en la huelga de obreros fideeros llevada adelante ese mismo año). Progresivamente, las sociedades de resistencia marcarían la práctica gremial predominante en esta parte del mundo hasta las primeras décadas del siglo XX. Atemorizado por la práctica agitativa, el periódico católico El Bien denunciaba que La Lucha Obrera se editaba de forma clandestina, que las autoridades policiales habían prohibido recientemente sus reuniones y que Pedro Bernard mantenía correspondencia con grupos anarquistas de todo el mundo.
LA CAUSA DE LA JUSTICIA
La prédica colectivista y revolucionaria de La Lucha Obrera incluiría también la denuncia de las desigualdades de género. El periódico manifestaba su preocupación por que «la igualdad humana, predicada por todas las escuelas socialistas, no sea [más] que la igualdad de los hombres entre ellos, y que las mujeres sean engañadas por los hombres del proletariado como los proletarios han sido engañados por los burgueses». Exigía igualdad de condiciones de trabajo asalariado entre mujeres y hombres, proponía la retribución económica por las tareas domésticas y publicaba textos en los que se rechazaba la utilización del genérico masculino en el lenguaje.
La AIT montevideana se refundaría luego como Federación de Trabajadores de la Región Uruguaya, inspirada en los estatutos y la orientación ideológica bakunisita de la federación española. La nueva organización tendría una activa participación en las huelgas existentes y conformaría secciones en Montevideo, Las Piedras y Paysandú. Como resultado de la actividad de los Bernard junto con el resto de los obreros que la impulsaban, se consolidaría la propuesta anarquista en el movimiento obrero de Uruguay, asentando sus estructuras organizativas y ofreciendo en sus estatutos la base teórica de la Federación Obrera Regional Uruguaya, que, posteriormente y a través de la lucha, lograría en este país varias conquistas: jornadas de ocho horas, derecho de agremiación, autonomía obrera y organización clasista de los trabajadores.
Con motivo de su muerte, desde Buenos Aires, El Perseguido señaló: «No hay anarquista en las repúblicas sudamericanas que no lo conociera por su entusiasmo enerjico e abnegación [sic] para la propaganda anarquista. Desde la época de la Internacional […] no ha cesado un solo instante de luchar […] aunque él era decano entre nosotros, siempre ha sido incansable y no hay ninguno de los jóvenes que pueda decir que haya trabajado más por nuestra causa ni que haya tenido ideas más adelantadas que él».
Las palabras del comunero Bernard para comenzar un discurso en el Montevideo de 1881 podrían perfectamente utilizarse hoy: «¡Trabajadores! Nuestro presente es de lucha, pero nuestro porvenir nos acosa para precipitar el advenimiento de la justicia […] la unión constituye la fuerza; la causa del trabajador es la causa de la justicia […] llamamos a todos los trabajadores que tengan bastante energía para reclamar a voces altas nuestra emancipación y romper para siempre las ligaduras de la dictadura burguesa». Así, el espíritu de la Comuna, esparcido por los refugiados a lo largo del globo, se mantiene latente a través del tiempo en las expresiones que proyectan activamente una organización social distinta y opuesta al actual sistema político, económico y cultural de dominación.
Nota: La mayoría de las fuentes sobre la actividad de los Bernard en Europa fueron brindadas por Lucía Campanella y aquellas sobre su actividad en Uruguay, por Yamandú González Sierra.