De primera mano - Semanario Brecha

De primera mano

En los tiempos autoritarios cercanos al golpe de Estado de 1973 hubo, entre la gran cantidad de emigrantes y exiliados que rumbearon hacia Buenos Aires, muchos integrantes de la cultura candombera.

En la capital porteña éstos tendieron a constituir una “colonia”, que reconstituyó algunas de las condiciones de vida que habían tenido en Montevideo, agrupados en conventillos. Poco a poco entraron a organizar llamadas de tambores y comparsas, y terminaron estableciendo el candombe como parte del espectro cultural de la capital argentina, alcanzando además a algunas provincias. Esta es la historia relatada, a partir del testimonio de primera mano, por Hugo “Hueso” Ferreira, uno de aquellos candomberos emigrantes (en su caso, exiliado político).

Ferreira “se mudó” en 1973, y además de contar entre los pioneros tamborileros establecidos en Buenos Aires, fue fundador también de la primera murga de formato uruguayo en Argentina, fue percusionista de María Teresa Corral y se desempeña como docente de percusión en el programa Arte en las Cárceles. Pero su libro no enfatiza ninguno de estos aspectos: no es una autobiografía, sino una historia concentrada en el asunto de la difusión del candombe en Buenos Aires, relatada desde la vivencia directa y de la cercanía con los demás protagonistas.

No llega a ser una historia global de la penetración del candombe en Argentina. Como bien cuenta Rada en el prólogo, “en los años cincuenta mi padre viajaba con los tambores de Ansina y también mis tíos con los tambores de Cuareim. De esas comparsas, siempre se quedaba alguien en Argentina, y así de a poco empezaban a meterle el candombe a la gente amiga”. Y habría que agregar otras instancias dispersas que prepararon la instalación del candombe en ese país: los candombes de Alberto Castillo, Totem, el “Candombe” de Los Shakers, la moda de la world music, la gran expansión que tuvo la música para percusión sola en esas décadas, la solidez conquistada en el proceso de dignificación social del candombe en el propio Uruguay, aspectos todos que no están cubiertos directamente por este relato. Pero ninguno de estos hechos tuvo el impacto directo, concentrado y consecuente que tuvieron los eventos narrados en el libro, y que involucran la constitución de las primeras comparsas “porteñas” (aunque integradas mayoritariamente, o en algunos casos exclusivamente, por uruguayos), la instalación de las llamadas en San Telmo como un evento regular, otras instancias de organización y difusión del candombe allí, la interacción fértil con figuras de la canción popular uruguaya que entonces residían en Buenos Aires (Beto Satragni, Ruben Rada, Cacho Tejera, Kano Alonso), que a su vez favorecieron la cercanía con músicos del rock argentino.

La prosa de Ferreira es límpida y fluida. Los datos parecen ser precisos y estar corroborados por documentos y otros testimonios. El autor no se asigna ningún rol especial en el relato, y se refiere a sí mismo en pocas ocasiones, siempre en tercera persona, agregando su nombre junto a otros de “la flota” afrouruguaya en Buenos Aires. El texto no tiene formato académico, pero es riguroso. Ferreira se da la libertad también de expresar opinión y tomar partido: su análisis de las causas de la emigración es combativamente politizado y llama la atención sobre el clima de hostigamiento vivido por los habitantes de los conventillos de Sur y Palermo, que combinaba racismo, prepotencia de las autoridades contra los pobres y menosprecio por las manifestaciones culturales afrouruguayas. Ferreira también toma partido cuando se trata de observar las malas consecuencias de la difusión del candombe, que lo llevaron a él y a otros veteranos a tomar cierta distancia a partir de los años noventa: se refiere a cómo cierta “academización” del candombe llevó a remplazar la incorporación por la vivencia directa y holística, con el resultado de que ahora hay una multitud de tocadores, algunos incluso quizá virtuosos, ajenos a una serie de sutilezas de interacción que hacían al sabor de las llamadas (la música de los tambores y también la danza y la actuación de las figuras principales –mama vieja, gramillero, escobero–).

En lo específico, este libro relata con detalle el fenómeno de la difusión del candombe en la orilla vecina. Pero hay otro aspecto que amplía muchísimo su interés, y es el hecho de ser un relato de primera mano, escrito por un representante reconocido de la tradición de la que habla. Además, 40 por ciento del volumen está ocupado por extensas y excelentes entrevistas que Ferreira les hizo, junto a Rodolfo Rodríguez, a tres de las figuras más importantes en ese proceso de instalación del candombe en Argentina: Jimmy Santos, Pedrito Ferreira hijo y “Candamia” (Juan Carlos Prieto). En el correr de todo el libro tenemos el privilegio de leer sobre el candombe de parte de quienes lo conocen profundamente, desde la cuna y desde la práctica, y son capaces de discriminar características de los grandes exponentes individuales y observar en la llamada una cantidad de aspectos que muchos estudiosos y muchos practicantes de fuera del ámbito cultural candombero no llegan ni siquiera a sospechar. En este sentido, es un libro con muchas puntas: hay mucho para absorber aquí sobre el candombe en general, sobre la región del Río de la Plata, sobre procesos de difusión cultural y sobre la historia reciente enfocada desde lo cotidiano.

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